José María Portillo (1961), catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, sabe a la perfección lo que supone la violencia en su propia tierra. Ha dado clases en las universidades de Santiago de Compostela, Georgetown y en Nevada (Estados Unidos), y acaba de publicar Entre tiros e historia, la constitución de la autonomía vasca (1976-1979), en el que disecciona cómo el terrorismo acabó siendo crucial en el proceso de institucionalización de la autonomía, con el estatuto vasco. Se trata, a su juicio, de una autonomía totalmente distinta al resto de comunidades, una autonomía, no ya de primera categoría, sino de “primerísima”, en la que ahora, tras la desaparición de ETA y el fin de la violencia el problema se centra en “quién explica el relato de lo sucedido”. En todo ello, Portillo no puede dejar de lado la novela Patria, de Fernando Aramburu, un éxito literario y social, con récord de ventas en toda España, también en Euskadi.
--¿Qué aporta Patria, de Fernando Aramburu, como explicación de todo lo ocurrido en el País Vasco en los últimos 30 años?
--Mucho, es una novela que describe abiertamente lo que ha pasado, lo que ocurrió con la violencia de ETA. Relata de forma fehaciente todo lo que yo mismo he vivido, cómo se experimentó la violencia, con un récord de ventas en el País Vasco, además de en el conjunto de España.
--Las críticas señalan que Aramburu no es neutral
--No es neutral, en absoluto. Una crítica inicial señalaba que no era posible que todo fuera tan simple, y que por eso Aramburu tomaba partido. Pero es que era así. No había reflexión, se mataba y ya está. El ideario de ETA se resume en una línea.
En el País Vasco no ha habido abrazos, no se ha producido la escena final entre Miren y Bittori
--¿Es fiel a todo, entonces, la novela?
--En todo, menos en el final, yo no me lo creo.
--¿Por qué? (el final es el “breve abrazo” entre Miren y Bittori, mirándose a los ojos, pero sin decir nada)
--Porque eso no ha sucedido. Me parece una especie de alivio hacia las víctimas, por parte de Aramburu, de que, al menos, eso se puede dar, entiendo que podría ser como una especie de exigencia de las víctimas al autor, que se siente concernido. Pero no me satisface, porque no me lo creo. Ese abrazo en Euskadi no se ha dado. Es así.
El problema es explicar el relato, porque es falso que hubiera responsabilidades compartidas
--Con el PNV con una situación hegemónica, ¿se ha llegado a un punto de cierta normalidad, con ETA definitivamente disuelta, tras los últimos anuncios en ese sentido?
--Lo que se ha establecido son los puntos comunes, los básicos. Ahora funcionan, el principio de que no matarás al adversario político, de que discutes con él, pero no le matas. El punto en común también de que el gobierno lo quieres y lo necesitas para que vivamos mejor. Todo eso se ha conseguido, pero me preocupa el relato, lo que se explique a partir de ahora, y quién lo difunda.
--¿Es un peligro real, la apropiación por una de las partes de lo que ha ocurrido en el País Vasco con el terrorismo?
--Sí. No está claro quién debe escribir el relato, y si se encarga, como se ha hecho, a quien estuvo al lado de los que justificaban la violencia, ese no es un buen principio. Si se explica que en el campo de la violencia entra todo, también el caso de un policía borracho que, tras salir de un puticlub le pega un tiro a alguien, entonces se desvirtúa todo. Aquí hubo un grupo terrorista, con más de 1.000 muertos a sus espaldas, con víctimas, con un impacto económico de 25.000 millones de euros, que se dice rápido. ETA fue la responsable, no es objeto de debate. No puede ser que se explique que la responsabilidad era compartida, que el País Vasco era un país violento. No, no era así.
El PNV ha condenado siempre a ETA, pero consideraba que el Estado era corresponsable y eso ha sido un error
--En ese relato, ¿qué responsabilidad ha tenido el PNV, que sigue en el centro de todo en la política y en las instituciones vascas?
--La responsabilidad del PNV ha ido evolucionando. Desde muy temprano quiere marcar distancias respecto a ETA. El PNV participa en las instituciones, y quiere formar parte de las negociaciones, teniendo presente que no quiere repetir el error de la II República, cuando se inhibió. Su condena, desde el inicio, es clara, pero siempre añadió la corresponsabilidad del Estado, y eso es lo que debería explicar ahora. Como ocurre con el relato que se pretende explicar ahora. La diferencia es muy clara, mientras existía un estado que se iba democratizando, que se iba convirtiendo en una democracia, ETA combatía desde el primer minuto esa misma democratización. Eso es lo que hay que explicar, porque fue así. Y en eso el PNV es cierto que nunca ha sido lo claro que debería haber sido.