El Colegio de Registradores Mercantiles divulgó esta semana que en el primer trimestre del año se han registrado en Cataluña nada menos que 1.254 traslados empresariales a otras zonas de España. El dato es realmente siniestro. Significa que ni la destitución del Govern golpista ni la intervención de la Comunidad por el artículo 155 han frenado la huida de compañías. En el mismo periodo, Madrid ganó 771 sedes societarias.
Durante la etapa 2013-2017, coincidente con el cacareado procés, han abandonado olímpicamente nuestras latitudes unas 5.500 sociedades de todo pelaje y condición. Ahora, con la estampida del primer trimestre, las firmas fugitivas ya superan las 6.500, que se dice pronto. La desertización financiera y productiva que ha sufrido y sigue sufriendo Cataluña no tiene parangón en Europa, al menos desde la Segunda Guerra Mundial. El daño causado a esta región por los separatistas es inmenso e irreparable.
El daño causado por los separatistas a Cataluña es inmenso e irreparable
Si Cataluña se ha convertido en un agujero negro para los hombres de negocios, otro tanto puede decirse de los maltratados contribuyentes. Las diferencias impositivas entre los territorios celtibéricos son cuantiosas. Cataluña --cómo no-- ocupa el podio de las demarcaciones que más castigan a sus ciudadanos.
Veamos unos pocos ejemplos, a cuál más sangrante. El IRPF es en Cataluña el más elevado de España para las rentas bajas, hasta un 12% más oneroso que en la Comunidad de Madrid.
La tasa sobre transmisiones patrimoniales está fijada en un máximo del 11%, contra el 6% que rige a orillas del Manzanares. Esta figura impositiva grava un sinfín de transacciones, entre ellas la compraventa de viviendas, la constitución de sociedades, los aumentos y disminuciones del capital, las fusiones, escisiones y disoluciones de sociedades, etc. Eche cuentas el lector de la sustancial diferencia de costes que supone adquirir un piso en la meseta o aquí, a orillas del Mediterráneo.
Otro gravamen particularmente cruel es el del patrimonio. Constituye un auténtico robo a mano armada que prácticamente ha desaparecido de toda Europa. En Madrid está bonificado en un 100%, o sea que no se paga un céntimo. En Cataluña, el tipo máximo llega al 2,75%, a partir de 10,6 millones.
Las enormes disparidades impositivas que se dan entre las autonomías están provocando un éxodo caudaloso de los millonarios catalanes
Es de recordar que semejante impuesto lo instauró uno de los Gobiernos de la transición, mediante una ley de medidas "urgentes". La propia ley lo calificó a la sazón de "extraordinario", "excepcional" y "transitorio".
En la UE, sólo dos países mantienen esta reliquia: España y Francia. Pero nuestros vecinos ya han anunciado que el año próximo lo abolirán.
Las enormes disparidades que se dan entre las autonomías están provocando un éxodo caudaloso de los millonarios catalanes. Así, a la diáspora de las empresas se añade la de los contribuyentes más pudientes y, con ellos, la de sus impuestos. Varios centenares de plutócratas han movido su domicilio fiscal a la capital del Reino en los últimos dos años. A este paso, pronto pasarán a ser por nuestros lares una especie rara en vías de extinción.
¿A dónde van a parar los caudales recaudados por la Generalitat? Lamentablemente, una buena parte se dilapida en la nómina de las legiones de paniaguados del régimen. María Jesús Cañizares, subdirectora de Crónica Global, reveló el miércoles pasado los sueldazos que percibían los 252 altos cargos catalanes despedidos por el Gobierno. Todos ellos cobraban más que el mismísimo Mariano Rajoy, en algunos casos casi el doble.
El derroche del Govern es gigantesco
El derroche del Govern es gigantesco. La consejería de Exteriores, carente de toda competencia porque el Ejecutivo central la acapara en exclusiva, luce un presupuesto de 62 millones. Es decir, 62 millones vertidos directamente al sumidero para enchufar a amiguetes y militantes, sin más función conocida que calentar la poltrona y servir a los supremos jerarcas con fidelidad inquebrantable.
Raül Romeva, titular de Exteriores hasta su cese y encarcelamiento, malgastó nada menos que 29 millones en “internacionalizar el procés”. En román paladino, los fundió en basura propagandística.
Podría seguir con ejemplos casi infinitos del despilfarro que soportan los catalanes. La actuación de los gobernantes de los últimos años ha resultado letal. No deja de ser estupefaciente que este hatajo de aventureros manirrotos y corruptos siga cosechando casi la mitad de los votos.