Feliu de la Peña está considerado el pionero de los burgueses catalanes, la clase social que según Vicens Vives construyó la imagen contemporánea de la Cataluña rica y avanzada. De ascendientes payeses provenientes de Mataró, su vida se deslizó desde la condición de jurista a la de comerciante y de ésta a la de historiador. Nacido en 1646, representa bien la generación de los que después de la experiencia negativa de la separación de Cataluña (1641-1652) optaron por salir de sus pueblos y venir a Barcelona, una Barcelona que se convertiría en esos años en el centro político y económico por excelencia a caballo de lo que se ha llamado el neoforalismo catalán.

Por citar sólo algunas familias, diré aquí que los Casanova (la familia de la que salió Rafael, el futuro conseller en cap en 1714) procedían de Moià; los Feu, de Sabadell; los Durán, Miquel o Descatllar, de Girona; los Cortada o Vilaplana, de Lleida... Barceloneses de nueva generación, ansiosos de promoción social que conjugaron pronto el estatus social con el poder político y económico.

Proteccionismo textil

Narcís Feliu empezó estudiando derecho en la Universidad de Barcelona. Su padre fue conseller municipal. A partir de 1672 su carrera se proyecta hacia la escalada económica. Fue una de las cabezas visibles de la emergencia de la burguesía comercial catalana, centrada en la proyección del mercado español y el americano. En su Político discurso (1681) y su Fénix de Cataluña, escrito conjuntamente con Martí Piles en 1683, se erige en el gran defensor del proteccionismo textil, postulando el envío de menestrales a otros países para aprender nuevas técnicas textiles. Su punto de partida era el trabajo protoindustrial de la lana con una fuerza de trabajo rural progresivamente proletarizada. Promovió pronto la formación de una compañía textil al estilo holandés (la de la Santa Creu) para hacer crecer el comercio de la manufactura textil.

En 1692-3 la guerra con Francia le permitió aumentar sus negocios con el abastecimiento de provisiones para el ejército antifrancés. En 1699 conseguiría del virrey Darmstadt el privilegio “de vendre a la menuda la mercancía obrada per altres”, contra el derecho tradicional de los gremios a vender su propia mercancía. Se convirtió en el hombre clave de los intereses de los botiguers de telas en Cataluña, intereses siempre confrontados con la competencia francesa y abiertos a las relaciones con Inglaterra y Holanda. Admirador de Carlos II, al que juzgó nada menos como “el mejor rey que ha tenido España”, se opuso siempre ya en la lucha dinástica previa a la muerte del último Austria, al candidato Borbón. La baza austracista la jugaría fuerte en los años de la Guerra de Sucesión hasta su muerte en 1712, dos años antes del mítico 11 de septiembre.

Historiador

Vilar y Molas lo han dibujado bien como la representación de la burguesía catalana que después de la malhadada experiencia de la separación jugó fuerte la apuesta por colaborar con la monarquía en el marco de una coyuntura económica feliz. Tuvo excelentes relaciones con el Consejo de Aragón y colaboró decisivamente con la Junta de Comercio de Madrid fundada en 1684. Su actividad comercial se inscribe en las interesadas reivindicaciones del mercado español participando de las quejas que exponía el magistrado de la lonja a la reina Mariana de Austria en 1674, denunciando que los catalanes eran tratados como extranjeros, siendo así que “los catalanes como a propios vasallos de la corona son y se nombran españoles siendo como es indubitado que Cataluña es España”.

En su Fénix de Cataluña, decía que “no tiene España raíz más anciana que la de Cataluña, habiendo vencido y arrojado con tanta puntualidad de sus tierras para los mares a los moros, apartando la ocasión de mezclarse y oscurecer la sangre, por lo que se precia de lo más calificado de España en tener su origen y raíz fuerte y limpia en este principado”. Escribió sus obras en castellano, en función del mercado lector, “para que se dilaten las noticias”. Su figura crece en sus últimos años, como historiador. Fue autor de la primera gran historia de Cataluña que tituló Anales de Cataluña y epílogo breve de los progresos y famosos hechos de la nación catalana que se editó en 1709. El Feliu historiador es el militante austracista un tanto desengañado (sus negocios en los últimos años no fueron lo boyantes que habían sido), que hace una historia nostálgica de su país, de lo que pudo ser y no fue arrancando nada menos que “desde la primera población de España, año del mundo 1788, antes del nacimiento de Cristo 2174 y del diluvio, 143” hasta el año 1709. El primer volumen cubre hasta el siglo XII, el segundo hasta 1458 y el tercero hasta 1709, momento fundamental en la Guerra de Sucesión cuando después de la batalla de Almansa empieza a germinarse la conciencia del fracaso final.

Constructor del relato austracista

Su papel en la guerra fue más el del constructor del relato austracista que no el de actor protagonista. Su hermano Salvador, mercedario, fue mucho más beligerante. Su pariente, Salvador Feliu de la Peña y Picart, fue un austracista, conseller segundo de Barcelona elegido en 1713, enemigo acérrimo de Rafael de Casanova que lo fustigó muy amargamente por su comportamiento en el sitio de Barcelona. Ello es indicador de que el austracismo no fue homogéneo como tampoco lo fue el borbonismo. La tesis reciente de Andrea Ricci nos permite ahondar en el pensamiento mercantilista de Feliu, muy influido por Saavedra Fajardo y el arbitrismo castellano. La figura histórica de Feliu ha sido muy glosada por Jordi Pujol como el antecedente de Cambó, el proyectista de una política catalana intervencionista en España.

En cualquier caso, la figura de Feliu es especialmente glosada en la medida que muere antes de 1714, antes de la derrota austracista y de la reconversión de la burguesía catalana al modelo político ganador, el reformismo borbónico de la España de Felipe V.