Una de las consecuencias del procés ha sido que han aflorado con toda nitidez las profundas diferencias entre catalanes acerca de qué es Cataluña y en qué queremos que se convierta. Los secesionistas tratan de tapar estas diferencias recrudeciendo el conflicto con España. Continúan arrogándose la representación de Cataluña como un sol poble, el integrado por sus seguidores, rebajando a la categoría de traidores o colonos al resto de catalanes.
A pesar de las profundas diferencias entre JxCat, ERC y la CUP, y en el propio seno de la lista liderada por Puigdemont, los secesionistas siguen marcando la agenda política aunque sea sólo en base a la agitación y propaganda y a la apelación a adhesiones emocionales.
Para los secesionistas es esencial que el debate político se mueva entorno a la confrontación con el Estado. En el debate entre nosotros y ellos, el que se apropia del nosotros tiene mucho ganado. Por ello es trascendente que se visualice con claridad que existe un proyecto de Cataluña diferenciado del secesionista que no viene de fuera sino de dentro. La independencia no es que no sea posible, es que no es deseable.
La responsabilidad de poner negro sobre blanco este proyecto alternativo y trabajar para que sea capaz de tener una mayoría parlamentaria que lo apoye en el futuro es de Ciudadanos, primer partido de Cataluña.
Inés Arrimadas estuvo acertada en una reciente entrevista afirmando que no se puede marginar al primer partido de Cataluña y que la normalización política pasa por cumplir la ley y por el reconocimiento de los catalanes no secesionistas como ciudadanos en pie de igualdad con los secesionistas. Pero no es suficiente. Es necesario definir con claridad un proyecto alternativo al secesionista y contraponerlo intensa y reiteradamente a la independencia para que sea conocido masivamente por una población bombardeada durante cuarenta años por la propaganda nacionalista.
Es necesario definir con claridad un proyecto alternativo al secesionista y contraponerlo intensa y reiteradamente a la independencia para que sea conocido masivamente por una población bombardeada durante cuarenta años por la propaganda nacionalista
No basta esperar a que los secesionistas sean incapaces de formar gobierno, a que se dividan en su lucha por la hegemonía. Sólo con un proyecto alternativo bien articulado es posible competir con el independentismo a medio y largo plazo. Un proyecto lo suficientemente amplio como para que quepan en él la gran mayoría de catalanes.
La confrontación no debe ser tan sólo identitaria. Hay que convencer a los catalanes de que nos conviene trabajar por el liderazgo de España, por el respeto a la pluralidad, y no buscar el aislamiento, la confrontación interna y con el resto de España y la Unión Europea. No sólo por razones de solidaridad, de historia común, sino por puro interés propio. Que el catalán Albert Rivera aspire con fundamento a presidir el Gobierno de España refuerza la credibilidad y la viabilidad efectiva de un proyecto de este tipo y es una oportunidad que no se debe desaprovechar.
Para que los catalanes conozcan suficientemente este proyecto, además de concretarlo, Ciudadanos debería replantearse su negativa a que Inés Arrimadas se postule para ser investida como presidenta de la Generalidad. Ya sé que no tiene opciones de serlo, pero no tendrá una ocasión mejor de dar a conocer a los catalanes una alternativa de gobierno al nacionalismo y, sobre todo, un proyecto de país mejor que el secesionista. Si no es posible, la visualización de la alternativa será más lenta pero se deberiá trabajar persistentemente en la misma dirección. No se trata sólo de políticas alternativas en temas concretos sino de una propuesta global, flexible pero bien articulada.
Socialistas y comunes han presentado propuestas muy parecidas apelando a un gobierno técnico o de concentración. Sirve para evidenciar la falta de voluntad de superar los bloques por parte del soberanismo. Pero no para combatir la idea de que la independencia sería lo mejor para los catalanes pero, como ahora es imposible, debemos adaptarnos a la realidad y esperar tiempos mejores. Esta idea, latente en algunos que ahora piden realismo, debe ser combatida si se quiere que el nacionalismo pierda la batalla ideológica. Para ello nada mejor que un relato alternativo al independentista solvente y veraz y publicitado con medios y perseverancia. Es el reto de Ciudadanos.