"Sin miedo hacia la independencia" es el eslogan que exhibía una ufana Anna Gabriel en una de sus muchas camisetas chulescas. Hoy, miedo y cálculo le han impulsado a quedarse en Suiza, a no acudir ante el juez, a huir pues de la justicia.
Pero, ¿de qué tiene miedo? ¿Acaso no ha confesado la cúpula dirigente del independentismo que todo fue simbólico, una simple farsa festiva? Gabriel sabe, porque los conoce y estuvo conchabada con ellos, que los de la cúpula mienten ahora como mintieron antes, que aquello no fue simbólico, que iba en serio, sólo que como golpistas fueron unos aficionados.
La secesión de Cataluña, la desintegración forzada de un Estado miembro de la UE, habría sido la gesta revolucionaria más sonada en suelo europeo desde las guerras balcánicas de la década de los 90 del siglo pasado, pero tamaño estallido nunca estuvo a su alcance ni intelectual ni materialmente.
Protegidos por la democracia que denigran, se mueven bien con regates cortos, con astucias de mal pagador, con eslóganes simplones y consignas coloridas, con desacatos y desplantes fáciles, con gesticulación cursilona y palabrería huera, pero nada más. Carecen de los medios, de los apoyos y del coraje revolucionario que requería su megalómano empeño. Subestimaron la fuerza legítima del Estado de derecho, la consolidación del orden internacional europeo, la amplitud del sentimiento de identidad española que, paradójicamente, han ayudado a revitalizar tanto en Cataluña como en el resto de España. Y así les ha ido; les salió el tiro por la culata.
Carecen de los medios, de los apoyos y del coraje revolucionario que requería su megalómano empeño
Y no obstante han conseguido embaucar y movilizar a miles de personas, en la calle y en las urnas, prometiéndoles una independencia innecesaria e imposible, presentándola como fácil e indolora.
Según una encuesta del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, desde octubre de 2017 el apoyo a la independencia cayó 8,1 puntos y se situaría en un 40,8%. Todavía es muchísima gente, pero el esfuerzo de racionalidad y desenganche ha sido notable. Además, presumiblemente, en ese 40,8% haya motivaciones diversas, no estrictamente secesionistas: votos de protesta varia, indignación por la crisis económica, rechazo de Mariano Rajoy y el Gobierno del PP, insatisfacción por el funcionamiento de los servicios autonómicos o centrales...
Con un esfuerzo más --también de Madrid-- y la continuación de los errores de los dirigentes secesionistas, el hartazgo que producen su inoperancia y esas necedades que llegan día tras día de Bruselas, puede que los partidarios de la independencia acaben situándose alrededor del 20% ó 25%. Serán todavía muchos, pero la carga podrá soportarse, gracias al correlato de la pérdida de su mayoría parlamentaria y de las ventajas que ésta conlleva.
El falso "sin miedo" de Gabriel refleja la inversión de la lógica, la ofuscación en la que nos han sumergido. ¡Ellos sí que dan miedo! No han construido nada positivo, sólo han destruido (lenguaje, consenso democrático, cohesión social, crecimiento económico, seguridad jurídica, catalanismo hispanista...), y son los responsables del odio generado en las dos direcciones: odian y se hacen odiar. ¡Cuánta reconciliación hará falta!