La transición en su cabeza. La inquietud, constante. El interés por mejorar las democracias, permanente. Tom Burns Marañón (Londres, 1948) acaba de publicar Entre el ruido y la furia, el fracaso del bipartidismo en España (Galaxia Gutenberg). Analiza lo que ha ocurrido en los últimos años, lo que califica como un final de “régimen dinástico”, con un cuestión esencial: “el cráter” de 2008, que, a su juicio, se produjo con la crisis económica. Fue de tal envergadura, en un país que había interiorizado que el camino siempre sería de progreso, que “el sistema político no lo ha podido aguantar, porque ninguno puede quedar impune cuando la crisis es tan grande”. Con dos culturas en su seno, con el recuerdo de Oxford, donde estudió Historia Moderna, y con su vida en Madrid, como corresponsal de diferentes medios anglosajones, desde Reuters hasta The Washington Post o Financial Times, Tom Burns asegura que Rajoy “es el Arias Navarro del Rey Felipe VI”, porque no ha solucionado los problemas más acuciantes del país, como el conflicto político en Cataluña. En aquella ocasión, el Rey Juan Carlos, comprobó que el primer ministro, Carlos Arias Navarro, no podía asumir el tránsito hacia la democracia, y nombró al piloto de la transición, Adolfo Suárez. Burns Marañón considera que el gran problema de la política española se centra en la falta de democracia interna de los partidos políticos, y que eso lo condiciona todo.

- Una gran parte del independentismo considera que España tiene ahora problemas con la democracia. ¿Es una democracia?

Si hay elecciones, pluralismo político, prensa libre, los atributos de una democracia representativa, es, evidentemente, una democracia liberal. Pero si hablamos de la calidad de esa democracia, entonces hay cuestiones que se deben atender. Lo que veo es que falta democracia interna en los partidos. No hay congresos nacionales de interés, con ponencias importantes, con propuestas y cruce de proyectos con los que buscar consensos. A la democracia se le ponen adjetivos, y cuantos más se ponen, menos democracia es. Pero lo que tenemos es la tentación cesarista. Lo último lo hemos visto en el PSOE, con una deriva hacia esa democracia bonapartista. Creo que eso es peligroso, aunque podamos entender a Pedro Sánchez, que ganó la secretaria general gracias a las bases. Pero esa apelación constate, me parece cesarista, bonapartista.

Los partidos no asumen la realidad, la necesidad de colaborar y acordar coaliciones y se sigue con la cultura del 'y tu más'

- ¿Existe una clara diferencia, cada vez más, entre electorado y militancia?

- Creo que se vive en exceso de la figura de los líderes. Aquello que dijo Alfonso Guerra, que él dijo que no fue una frase suya, pero que la dijo, sobre que quien se mueve no sale en la foto, sigue vigente. La cultura política de los partidos tiene un referente, que es Felipe González. Estableció un estándar. Inició una andadura de enorme liderazgo que me lleva a pensar que el bipartidismo, en realidad, no comenzó hasta los años noventa, veinte años después de la muerte de Franco y del inicio de la transición, y marcó una manera de funcionar. José María Aznar copió a González. Lo que no tienes en España es una dirección colegial y eso se traslada a la sociedad.

- En el libro que acaba de publicar, Entre el ruido y la furia, da por tocado seriamente el bipartidismo. ¿Cree que ha muerto de forma definitiva, que no puede levantarse de nuevo?

- Para mí, el bipartidismo quiere decir que dos partidos, cualquiera de ellos, puede gobernar por sí solo. Se trata de una alternancia, de dos partidos nacionales, que pueden tener una mayoría suficiente, aunque necesiten apoyos. Eso ha desaparecido. El PSOE ha perdido unos cinco millones de votos. En 2015, el Partido Popular también perdió una cifra similar. Han quedado tan reducidos que veo difícil que se puedan recuperar. Estamos ya en un sistema pluripartidista. Y la cultura política debe asumir eso, esa nueva realidad. No se entiende que las cosas deben pasar por una cultura colaborativa, de coalición. No salimos de la cultura del ‘y tu más, no me des lecciones’.

 

Entrevista a Tom Burns Marañón

- Con la transición, a pesar de las críticas actuales, como un elemento de consenso entre los grandes partidos, usted entra en el libro en ciertos detalles que son cruciales para entender el por qué de esa cultura del ‘y tu más’. ¿Quién ha roto esos consensos en los últimos años, el PP o el PSOE?

- Yo creo que la derecha ha tenido siempre un complejo de culpabilidad, con el objetivo de no molestar. Aznar sí lo hizo, sí molestó, pero lo justo. El PSOE, en cambio, sí rompe consensos. Lo muestra abiertamente, de forma excluyente, con el Pacte del Tinell, (acuerdo del tripartito catalán con un compromiso para excluir al partido conservador) que es espantoso cuando lo analizas en perspectiva. Con dos partidos como elementos centrales del sistema político, debes entender que uno necesita al otro. No lo puedes excluir, es suicida. José Luis Rodríguez Zapatero tenía ideas muy claras. Consideraba que había llegado un momento de ruptura, que las buenas maneras se habían acabado. Tras formar Gobierno, reúne al consejo de ministros en el Hostal de San Marcos, en León, que había sido una cárcel, y donde fue fusilado su abuelo, el capitán Juan Rodríguez Lozano. Esa ley significa una ruptura de consensos.

El PSOE ha roto los consensos, lo hizo Zapatero con el Pacte del Tinell y la ley de memoria histórica

- ¿Es responsable Rodríguez Zapatero de las críticas posteriores a la transición?

- Es bastante sencillo llegar a la conclusión de que Zapatero pone en suerte a Podemos, para dar lugar, posteriormente, al movimiento del 15M, para reivindicar la República como base de legitimidad, y por levantar tantas expectativas que no puede cumplir, a partir de 2010. Zapatero le pone en bandeja la situación al nacimiento de Podemos.

- Queda la percepción de que el PSOE cometió un error cuando, tras ganar las elecciones en 2004, tras los atentados del 11M, no entiende que deba colaborar con el partido que tenía a su alcance la victoria en las elecciones. ¿Debió acercarse al PP teniendo en cuanta que iba a gobernar?

- Había mucha gente en el PSOE que apostaba por esa colaboración. Pero no hablamos de partidos. Hablamos de personalidades. Zapatero no se levanta para honrar la bandera de Estados Unidos en el desfile de la Hispanidad. El ‘no’ a la guerra es una cosa absolutamente íntima. No quiere buscar esos pactos. Es una persona que detesta a la derecha. En la izquierda se puede detestar a la derecha y no pasa nada. La derecha, en cambio, no puede detestar a la izquierda.

- ¿Cambia toda la política española en ese momento?

- Lo cambia todo el cráter de 2008. La crisis económica. La caída del PSOE en las elecciones de 2011 es histórica. El paro aumenta de forma colosal.

- ¿Cuándo cree que la sociedad española se desmelena, teniendo en cuenta que el pueblo español ha tenido siempre capacidad de sufrimiento, que sabe ahorrar, y que ha sido siempre austero?

- Pasada la crisis del 92-93, que tiene una pequeña dimensión en comparación con lo que pasaría, se inicia un proceso de expansión. Con Aznar, a partir de 1996, ya empieza la alegría. Y con la entrada en el euro, a principios de 2000, todo el mundo cree que es rico y empieza el desenfreno. Ya ocurrió en 1986, con la entrada en la Comunidad Europea, pero a partir de 2000 es muy claro.

Es muy difícil que un sistema político aguante el cráter que supuso la crisis económica a partir de 2008

- ¿Pero de quién fue la responsabilidad, sólo de una parte?

- No, no. Con una entrada de dinero fabulosa, con tipos de interés bajos, por la política del BCE, España se endeudó, pero la responsabilidad es también de quien presta. Hubo un exceso financiero, con responsabilidad de los bancos. Aún no entiendo como las agencias de rating no vieron venir algo así.

- ¿Cómo afectó eso a España?

- La crisis a partir de 2008 es tremenda para un país como España, que había estado siempre mejorando, con la idea de que los hijos estarían mejor que sus padres. La transformación de España desde 1959-1960 es impresionante. España consigue en 50 años lo que el Reino Unido en 150 años. Llega al mismo nivel, y de repente te lo cortan en seco. Es muy difícil qe un sistema político aguante eso.

- También ha ocurrido en otros países

- Sí, claro. Lo que ocurre es que se creía que los sistemas estaban controlados y se ha visto que no. En la V república francesa, ha desaparecido el bipartidismo. En el Reino Unido, donde se produce el brexit, impulsado por un partido outsider como el UKIP, el referéndum se organiza para ganarlo, y se pierde. En Estados Unidos, gana Trump, cuando se pensaba que no habría ningún problema con Hillary Clinton. Pero en España hay que tener en cuenta que es el primer país donde cae a plomo la socialdemocracia, en 2011; es el primero donde se ocupan las calles, con el 15M, y el primero, también, donde se experimenta con un partido de derechas en minoría.

El PP puede experimentar un proceso que le lleve, de nuevo, a ser una formación como Alianza Popular

- ¿Cómo se explica que gobierne Rajoy, con tan poco apoyo?

- En un partido que ha perdido tantos votos, el líder debe dimitir. Es lo que pasaría en una empresa. Lo hizo Joaquín Almunia, Alfredo Pérez Rubalcaba, en el PSOE. En 2015, Rajoy debería haber dimitido. Tampoco lo hace Pedro Sánchez, cuando pierde más votos en 2016. Rajoy pierde las elecciones en 2004, por unas circunstancias complicadas. Vale. Pero pierde las de 2008. En el Partido Popular, a partir de ese momento, pasan cosas extrañas. Y es que apenas se celebran congresos nacionales. Cuando se convocan, se hace después de las elecciones, cuando lo lógico es que se hagan antes de las elecciones, para contrastar programas, propuestas y ofrecer liderazgos.

- ¿Pero, no cree que se ha vuelto a cuatro partidos, como ocurrió en la transición y en los primeros años de la democracia, aunque ahora las proporciones sean muy diferentes, recordando a AP, UCD, PSOE y PCE?

- Alianza Popular (AP) y PCE tenían poco apoyo. Tenías un partido con 160 escaños, y eso es lo que no creo que ocurra de nuevo. Es muy diferente la situación. Lo que veo es que en las Cortes de 1977 se impulsó la actual ley electoral, con la intención de que el Congreso, tras las constituyentes, aprobaría otra mejor adaptada. Lo que se quiso hacer en 1977 tuvo éxito, y es que se pretendió que hubiera dos grandes partidos, para asegurar la gobernabilidad. Pero después se mantuvo. ¿Por qué? Porque los aparatos de los dos partidos le encontraron fusto. El diputado, en lugar de deberse a sus votantes, lo debe todo al partido, y ya es una democracia tocada en ese momento. Y los que se mueven, van fuera.

- En su libro sugiere que el PP irá cada vez a menos, con un núcleo sólido pero pequeño de votantes. ¿Es la nueva Alianza Popular?

- Lo que es seguro es que ya no es la casa común del centro derecha, como admite el propio Aznar. Alianza Popular comenzó con posiciones muy de derechas, porque Adolfo Suárez entró en el armario de Fraga y le robó la ropa, que se fue a la UCD. Pero a partir de 1982, Fraga aglutinó todo lo que no era socialista, y Aznar integró a gente de centro y liberales. Y ahora puede ocurrir que Ciudadanos se lleve, de nuevo, mucha gente de la formación de Mariano Rajoy y que ésta se vaya reduciendo a una dimensión parecida a lo que fue Alianza Popular.

La duda es si Ciudadanos gobernará con un pequeño PP o con un pequeño PSOE

- Entonces, ¿ve posible que esos votos se vayan, efectivamente a Ciudadanos, los que, a pesar de las diferencias generaciones, venían de la UCD y se habían inclinado por el PP centrista y liberal de Aznar?

- Se quedará con un núcleo muy fiel, pero con un tamaño reducido. Será muy interesante ver cómo se desarrolla Ciudadanos en los próximos años. Es probable, tal vez, que haya iniciado la carrera demasiado pronto. El test creo que se producirá en las elecciones andaluzas, que se pueden adelantar, y veremos cómo actúa Inés Arrimadas en todas las provincias andaluzas, en la campaña electoral.

- ¿Ve gobernando a Ciudadanos?

- Sí, no veo por qué no. La duda es si gobernará con un pequeño PP o con un pequeño PSOE. También es verdad que cuando se ve ganador a un partido, se produce un efecto caballo ganador, y Ciudadanos podría arrastrar mucho electorado. Veremos.

- ¿Por qué cree que se llega a la actual situación en Cataluña?

- Hay muchos factores. Creo que sería necesario investigar mucho, sobre qué ocurrió en el segundo tripartito catalán, después de Pasqual Maragall, con el inicio de la crisis. En qué momento exactamente y por qué Artur Mas se inclina por el independentismo. Y cómo influye el efecto generacional. Lo que sé, en todo caso, es que Mas no supo valorar el coste de su apuesta, lo que podía suponer, la reacción no ya del Gobierno, si no del Estado.  

El PP no se ha enterado de nada en Cataluña, tiene pocas antenas, y, además, no las escucha

- ¿Y el Gobierno de Mariano Rajoy, pudo gestionar el problema de otra manera?

- Es evidente que lo ha gestionado mal. Hay una cuestión para mí central y es que un partido necesita recibir información, con gente cualificada de confianza. Por eso insisto en que es tan importante tener listas abiertas. Un partido necesita recibir información sobre lo que ocurre realmente en la sociedad. Si tienes un aparato cerrado, no sabes lo que sucede. El PP, ¿qué sabe realmente lo que ocurre en Cataluña? Su liderazgo en Cataluña es bastante mediocre. Hay gente que ha admitido que no les escuchan.

- ¿Cree, por tanto, que es una fuerza política que no tiene antenas en Cataluña?

- Tiene pocas, y las que tiene no han sido escuchadas. Pero lo que pasa es que no es un partido presente en esa comunidad, que es la más rica de España. No entienden qué ha pasado, por qué Ciudadanos ha logrado ese gran resultado y el PP no, cuando, aparentemente, defienden lo mismo. No se han enterado de nada. Si tienes antenas, por ejemplo, deberías saber que no te puedes meter en ese jardín tan complicado como es la lengua, porque vuelves a meter la pata.

- ¿Considera que puede existir un exceso en la respuesta judicial al problema catalán?

- El poder judicial es una realidad en este país. Lo que sí me parece es que la subversión o la rebelión no son entendibles fuera de España. La malversación de fondos públicos me parece clara, pero no la subversión o la rebelión. La cuestión es que es un problema español muy grave, que va a tardar mucho tiempo, que va a estar ahí.  Podrías pensar que con una fórmula parecida al cupo vasco, con un blindaje sobre la lengua y la cultura, con el Senado en Barcelona, o con consejos de ministros periódicos en Barcelona se podría llegar a un acuerdo. ¿Pero, de verdad sería la solución? No lo sé.

El grueso de los intelectuales está con la gente que ha puesto banderas españolas, con los que se enfadarán cuando se pite al Rey en la final de la Copa

- Algunas voces, dentro de la FAES, como Cayetana Álvarez de Toledo, rechazan la llamada política del “contentamiento” con los nacioanlistas. ¿Está de acuerdo?

- Esa posición no es de todos los integrantes de FAES. Es de Libres e Iguales, que es una posición muy dura y dogmática. Pero no creo que eso ayude. Un amigo de los tiempos de la universidad en Oxford, que trabaja en The Guardian, me explicaba cómo en Eslovaquia, en los foros que frecuentaba, y tras la separación con la actual República Checa, sus interlocutores le decían que eran más pobres, que no contaban nada, pero que eran felices, que eran optimistas. Son impresiones, claro, pero el nacionalismo es así, es un tema muy complejo. Pinker dice que eso es ir contra la historia, que es irracional, pero…

- No todo es racional.

- Claro, no. Por eso el tema catalán es muy preocupante, y todos debemos ayudar para encontrar una solución viable.

- Algunos intelectuales de izquierda han aprovechado el debate catalán para alzar sus voces, con el propósito de ir en contra del Gobierno español. ¿Es mayoritaria esa opción? ¿Cómo lo ve?

- Es una posición minoritaria. El grueso en el resto de España sobre lo que sucede en Cataluña está en otro lado. Está con la gente que han puesto las banderas españolas en los balcones, con Marta Sánchez, está en el enfado que habrá cuando le piten al Rey en la final de la Copa de fútbol. Eso se ha despertado con el proceso soberanista en Catuña. 

La Corona se la juega, el tercer partido es republicano, y en la región más rica se ha declarado la República

- ¿Qué podía haber hecho el Rey? ¿El discurso que pronunció, podía haber sido otro?

- No podía hacer otra cosa. Ese discurso estaba hecho para una sola persona que era Mariano Rajoy. No hablaba para la Generalitat, ni para los españoles. Es lo terrible de ese momento.

- ¿Por qué a Rajoy?

- Le estaba diciendo lo que tenía que hacer, le estaba dando carta blanca, ¡hazlo! Es la tragedia cuando tienes un presidente débil, sin apoyos. Es un señor que no toma decisiones, que dilata los temas como estrategia política, y al Rey, creo que le debe preocupar muchísimo, porque quien se quema es el Rey, el resto se puede quemar, pero la Corona no. La diferencia respecto a la situación de su padre, el Rey Juan Carlos, es que tienes en España el tercer partido que es republicano, Podemos, y la región más rica ha proclamado la República. Eso no lo tuvo Juan Carlos, a diferencia de Felipe.

- Pero los discursos del Rey son los del Gobierno.

- No siempre. Puede haber diferencias entre la monarquía y el Gobierno. Pasó entre diciembre de 1975 y junio de 1976 con Carlos Arias Navarro, aunque era otro momento. Lo que ha pasado habitualmente es que el Rey lo ha tenido fácil. Juan Carlos proponía y designaba a quien ganaba las elecciones. Y lo que ocurre por primera vez es que un candidato le dice al Rey que no quiere intentar ser investido, como es el caso de Mariano Rajoy. Después es elegido, pero Rajoy es el Arias Navarro del Rey Felipe, no le soluciona los problemas, no hace nada respecto al conflicto político en Cataluña. Y al final, el jefe del Estado le dice que aplique el 155, que es un artículo, como la bomba nuclear, que está pensado para no aplicarlo nunca.

-¿Qué hubiera hecho Aznar?

- ¿Hubiera tratado mejor a Artur Mas? No lo sé. Ya no tiene sentido, tampoco, pensar en ello.