Si el caos proviene de la ausencia de normas o de su incumplimiento metódico, parece que Carles Puigdemont está cualificado para dirigir un máster en entropía, preferentemente en una universidad flamenca. Sectores de la sociedad catalana siguen venerándole como president, redentor y mártir hasta el punto que hay quien le compara a David contra Goliat. ¿Por qué motivos el errático comportamiento público de Puigdemont genera efectos de adhesión emocional? Tal vez por la naturaleza preconceptual de sus proposiciones y porque sus mensajes son tan simples que seducen a quien se sienta perdido en una sociedad desvinculada y sin certezas, algo muy acentuado en la mentalidad rural, como se ve reflejado en los mapas electorales.
Si en su confidencia a Comín quiso comparar su fracaso con los últimos días de la Cataluña republicana y, efectivamente, se refería a la caída de Barcelona, ha batido un mix récord de ignorancia y tergiversación. ¿Cómo comparar la Cataluña autonómica de hoy --constitucional, parte de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica-- con aquellos días en que iban a entrar las tropas del general Yagüe en una Barcelona exhausta por la Guerra Civil, el hambre y el desorden legal, a las puertas de un régimen autoritario?
Tan mitómano como cursi, abrazado a su destino terminal, Puigdemont se siente con el derecho a manipular la historia y verse como el perdedor heroico ante un alzamiento militar
Tan mitómano como cursi, abrazado a su destino terminal, Puigdemont se siente con el derecho a manipular la historia y verse como el perdedor heroico ante un alzamiento militar. Visto así, la Moncloa de Rajoy --el plan Moncloa-- sería la pista de despegue del Dragon Rapide. Pero si en algo triunfó la Constitución de 1978 fue en el retorno aquiescente de todos los exiliados, hasta el punto de que Tarradellas regresó como presidente de la Generalitat. Aún así, el prófugo Puigdemont se sitúa en un nacionalismo pre Tarradellas que es como subirse a un triciclo en la Cataluña que produce impresoras 3D en Sant Cugat o como jugar al parchís cuando estamos en la era del ajedrez multidimensional en internet.
Quién sabe si futuros análisis sociológicos explicarán en qué medida el efecto Puigdemont logró el sorpasso frente a ERC. Valdría la pena tener esa información. Pudiera ser una cara oculta de la Cataluña postindustrial más que una pasión independentista unívoca. Puigdemont ha dejado el caos a punto. Falta ahora quien, si no en nombre del bien común, sí para los intereses políticos y corporativos del independentismo, esté dispuesto a reducir el punto de ebullición, preservar las instituciones y rehacer los buenos modos parlamentarios. De lo contrario, regresamos al caos versus el Mobile World Congress.