Francesc Cambó i Batlle fue el empresario y político más poderoso de la Cataluña (y posiblemente de la España) del siglo XX. Su figura ha estado siempre teñida de polémica por los juicios contrarios que suscitó a lo largo de su vida. Desde Cataluña, unos le reprocharon su perfil ideológico conservador, cuando no reaccionario. Desde Madrid se le vio siempre como sospechoso de defender los intereses catalanes a costa de lo que fuera. De ningún político catalán se escribieron tantas biografías en vida. La primera fue la de Rafael Marquina (1925). Las mayores críticas le vinieron de los perfiles que trazó la izquierda: Rovira i Virgili, Maurín y Nin o de algunas ironías de examigos suyos como Josep Pla. Ya muerto se escribieron muchas obras de perfil apologético, entre las que sobresale la de Jesús Pabón (primera edición de 1952) al lado de la García Venero, Nadal, Buqueras o Jardí. La profundización en la personalidad en la obra de Cambó la inicia Ucelay y la culmina Borja de Riquer en diversas biografías en las que se analiza el papel de Cambó entre la monarquía y la república, el último Cambó con su tentación autoritaria y la incidencia de este político en Argentina.
El propio Cambó, ciertamente, promovió relatos de su vida que le favorecieran ofreciendo las fuentes del discurso apologético (sobre todo sus memorias hasta 1936 y sus meditaciones hasta 1946) que se publicarían en los años 80.
La sombra de la corrupción
Cambó fue muchas cosas al mismo tiempo. Como abogado, fue asesor de bancos (Arús) y compañías extranjeras y se enriqueció especialmente gracias a la creación en 1920 de la CHADE (Compañía Hispano Argentina de Electricidad), la principal compañía eléctrica de América Latina, promovida por la CATE (Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad). Fue presidente de la CHADE de 1920 a 1930 y formó parte de los consejos de administración de importantes empresas europeas.
Borja de Riquer ha estudiado los negocios turbios de Cambó en el marco de la CHADE en Argentina con sus extraordinarios beneficios personales. Esta empresa fue la principal inversión española en el extranjero en la primera mitad del siglo XX que suministró energía durante décadas al gran Buenos Aires. Para Riquer, el negocio de Cambó fue un caso flagrante de corrupción gigantesca que contaminó a políticos de todos los perfiles. La acumulación de riqueza le permitió jugar a aventuras políticas como la creación del Centro Constitucional que tenía que evitar el advenimiento de la república, lo que, obviamente, no consiguió.
Intensa carrera política
Empezó su carrera política al lado de Narcís Verdaguer, Prat de la Riba y Ángel Guimerá. Colaboró en 1898 en La Veu de Catalunya, fundada por Prat de la Riba y cofundaría la Lliga en 1901. Fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona y diputado en los años de la Restauración (1907 y 1912-1913). Aunque había aceptado la Mancomunidad catalana, apoyó la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Cuando se produjo el golpe de Primo, él estaba en su barco Catalonia en el mar Jónico. Por sus implicaciones políticas no consiguió acta de diputado en 1931. Sí fue elegido en 1933 aunque vivió la mayor parte de la República en autoexilio en París, Suiza, Estados Unidos y Argentina. Despreciaba a los militares, pero apoyó también el golpe de Franco el 18 de julio que se produjo estando él navegando en su Catalonia, esta vez en el Adriático. Ayudó económicamente a los militares sublevados, firmó una carta de adhesión en octubre de 1936 con 129 catalanes firmantes, escribió artículos de prensa favorables a Franco, fundó la revista quincenal Occident, y promovió emisiones de radio como las de Radio Veritat, aparte de oficinas de prensa profranquistas en París y otras ciudades europeas.
El franquismo, desde luego, no le entusiasmó. Todo lo que hizo fue, según él, salvar la presunta civilización frente a la barbarie revolucionaria. Su ideario catalanista tenía dos principios. El primero es que sólo desde el gobierno de España se podía conseguir y consolidar la autonomía catalana. El segundo es que sin Cataluña, en España no se puede gobernar. El papel de Cataluña como motor político de España fue su sueño permanente: "Per Catalunya i l'Espanya Gran en el marc d'un Estat federal ibèric". La evolución de la política española hizo imposible el intervencionismo catalán en España al que Cambó aspiraba.
Su papel como ministro de Hacienda (1918) y de Fomento (1921-3) con Maura fue pírrico. Sus relaciones con Alfonso XIII fueron difíciles aunque ambos guardaron las formas. De hecho, él salvó la monarquía en la crisis de 1917. Supo desplegar un comité de personas muy vinculadas a él (Estelrich, Solervicens, Carreras, Perpinyà, Millet...) que crearon opinión pero nunca lograron imponerse en la Cataluña revolucionaria, y en el franquismo convivieron completamente desteñidos respecto a sus raíces con las escalada falangista.
Antecedente del 'peix al cove'
Sus inteligentes reflexiones sobre las dictaduras y crisis económicas cayeron en saco roto. Ciertamente el reproche de Alcalá Zamora en 1919 de que no se puede ser Bolívar de Cataluña ni Bismarck de España tenía su lógica. Pero la realidad es que pocos catalanes como Cambó han buscado fuentes de entendimiento entre Cataluña y España. Como ha defendido Ucelay, Cambó representó la última fase del imperialismo catalán que desde el catalanismo cultural intentó reinventar una España controlada y dirigida a partir de Cataluña. El fracaso de Cambó es incuestionable y aún hoy vivimos las consecuencias de aquel fracaso político. Cambó endulzó su fracaso con viajes maravillosos, una vida sentimental muy activa, y menos discreta de lo que a él le hubiera gustado (su relación más estable fue con Mercè Mallol, con la que tuvo una hija que fue la única que reconoció como tal, Helena), un patrimonio inmobiliario fabuloso (en el que destacaba su casa en el número 30 de Via Laietana) y una labor de mecenazgo a la americana con frutos inconmensurables (la colección Bernat Metge, la financiación de la Historia de Catalunya, de Soldevila, su propia fundación con obras de arte la mayor parte de las cuales están en el MNAC).
La ideología siempre se impuso sobre la cultura. A él se debe la frase que años más tarde le reprocharía Solé Tura: "Es más anticatalán el rencor comunista expresado en catalán que las órdenes contra el uso de la lengua catalana dadas por un terrateniente en castellano". Su condición burguesa se impuso a todo y el pragmatismo tiñó de posibilismo oportunista cualquier sueño de altos vuelos. De alguna manera ese pragmatismo fue un antecedente del "peix al cove", por más que el discurso intelectual de Cambó fuera de un bagaje cultural incomparablemente superior al que intentaron poner en práctica los defensores de la fórmula botiguera de la rentabilidad inmediata. El gran aporte de Cambó a la economía catalana fue el famoso arancel de 1922 que benefició a la industria catalana en tanto que suspendía la entrada en España de productos extranjeros. El nacionalismo devenido en mero proteccionismo económico para los nuestros. En 1947 murió en Buenos Aires. Hoy, a más de 70 años de su muerte, su figura se nos presenta llena de equívocos. Para unos, fue la gran ocasión que perdió España de solucionar el problema catalán si se hubiera dejado dirigir por la burguesía. Para otros fue el ejemplo de que no todo se puede comprar con dinero, que España es algo más que un mercado, que el Estado español es lo suficientemente maduro para autodirigirse sin pilotos que tengan una determinada nacionalidad.