Todos los consejeros del Govern destituido, tanto los que están en prisión como los que están en libertad condicional, como los que se fugaron --o se "exiliaron", si la palabra les gusta más-- a Bruselas, serán inhabilitados y muy probablemente condenados a penas de cárcel, lo cual sin duda es para ellos y sus familias una tragedia; de esa tragedia sabrán sacar buen partido las plañideras del eterno victimismo y los publicistas de sus partidos políticos. Pero por muchas lágrimas que se derramen, muchas cartas que reciban los presos, muchos lacitos amarillos que se cuelguen aquí o allá, muchos desmayados homenajes que se les tribute y muchos artículos sentimentales que se publiquen sobre su triste suerte, todos los miembros del Govern golpista saben que están amortizados, y que políticamente son "muertos que andan" mientras los partidos en los que militan libran una sorda pero descarnada lucha por el poder y el control del presupuesto.
En estas "entrañables" fechas navideñas, los medios de comunicación del régimen golpista se han acordado especialmente de quienes no han podido comer los turrones, ir a misa de gallo, ni abrir los juguetes de reyes con sus parientes. En las entrevistas a los cónyuges y hermanos de Forn, Junqueras, Sànchez y Cuixart se les ha preguntado si, cuando pusieron en marcha el golpe o la declaración de independencia, éstos "se esperaban" una reacción tan contundente y severa del Estado. Creo que era la hermana de Forn la que dijo que su hermano sostenía que "para darnos un susto (un ensurt) nos tendrán dos o tres días en la cárcel, y luego nos soltarán". ¡Una falta de perspicacia verdaderamente colosal! Semejante falta de sentido de la realidad y de conocimiento de lo que es un Estado venía a confirmar lo que de todas formas la trayectoria inoperante y dañina de su gobierno nos había venido revelando día tras día: la nulidad intelectual, la limitadísima inteligencia política del gabinete Puigdemont. Ni el miembro más inteligente de todos, que era, como es obvio, Santi Vila, se libró de pasar una noche entre rejas ni de los nubarrones que ensombrecen su futuro.
La cúpula de ERC está siempre en modo kamikaze. En el último momento siempre cometen un error autodestructivo
Este fenómeno --la asombrosa limitación intelectual de la cúpula golpista-- se muestra de manera especialmente conspicua en Oriol Junqueras. En vez de estar en una celda de Estremera profiriendo sandeces sobre el amor, hoy podría predicarlas desde la presidencia de la Generalitat y los estudios de TV3. Era lo que venía persiguiendo, y pasito a pasito consiguiendo: materializar de una vez el sorpasso a CiU, ocupar su lugar. Estaba a punto de culminar la tarea, con la coalición desmantelada y sus restos renqueantes... Pero en el último momento, cuando Puigdemont había sido convencido de convocar elecciones, ERC le forzó a dar el paso último y abismal.
El resultado es que Junqueras está en la cárcel, que las elecciones las convocó el Gobierno de la nación y que ERC quedó en tercera posición. Hemos tenido hasta ahora la suerte de que este partido tiene un gen autodestructivo infalible. Su cúpula está siempre en modo kamikaze. En el último momento siempre cometen un error autodestructivo. No hace falta remontarse a la charlotada de Companys el 6 de octubre. Puede ser confiarse, para la regeneración... a Colom y Rahola; puede ser Carod-Rovira, vicepresidente del Govern tripartito, que se va de copas con la cúpula de ETA y le pillan; puede ser Junqueras, que a un paso de culminar el sorpasso se envía a sí mismo a la casilla de salida.