Benito Arruñada (Vegadeo, Asturias) es como un freno de mano que nos asoma a la realidad escondida. Ante la capacidad del independentismo para movilizar a los suyos, frente a las reclamaciones de reformas en el campo de la educación, o cuando se apuesta por la democracia directa, Arruñada fija un pero, una reflexión que invita a pensar en los detalles, en otras causas que han quedado aparcadas y que son más determinantes. Catedrático de Organización de Empresas en la Universidad Pompeu Fabra, Arruñada considera que el mundo económico no ha sabido ver lo que sucedía en Cataluña, que no ha mostrado la firmeza necesaria ante las consecuencias económicas, y que “ha cerrado los ojos ante las emociones del soberanismo”, al dejar de lado una máxima que debería ser ahora una clara advertencia frente al futuro: “La razón no siempre nos blinda contra las emociones”.
Tras los resultados del 21D, el profesor señala que "se ha perdido una oportunidad para esclarecer la incertidumbre", y que todo dependerá de cómo asuma el independentismo un posible deterioro de la economía.
Para Arruñada, los empresarios no han visto que 40 años de autogobierno habían generado una "clerecía" enorme --intelectuales, profesores, artistas, funcionarios, periodistas-- que, con sus propios intereses, defendían el proyecto independentista sin titubeos porque “se sentían protegidos” contra los avatares que la aventura pudiera generar en el mercado.
“La sociedad catalana está doblemente dividida: por un lado, está partida por la mitad en el eje soberanista; por otro, está dividida entre una burguesía productiva y esa clerecía más bien rentista. Es comprensible además que mucho burgués catalanista no haya sabido o no haya querido ver adonde le llevaba el procés ni cuales eran los costes. Aún a día de hoy siguen negándose a verlos”.
Mucho burgués catalanista sigue negando los costes del proceso soberanista
Arruñada está presente en los foros económicos catalanes, en el Círculo de Economía y en Foment del Treball. Su campo de actuación es extenso, en la frontera entre la organización, la economía y el derecho, y en sus investigaciones muestra una preocupación por las bases cognitivas e institucionales del intercambio personal, desde la estructura de los sistemas morales hasta los mecanismos que favorecen el cumplimiento de los contratos.
En una entrevista con Crónica Global, Arruñada se muestra prudente, pero entra de lleno en lo que le ocurre en Cataluña. “Las inversiones se han congelado, y seguirán congeladas mientras la situación no se clarifique y la actual incertidumbre puede durar mucho tiempo. El mundo económico y empresarial no quiso ver lo que se estaba organizando, no le dio crédito, seguramente porque pensó que nunca el soberanismo sería capaz de llegar tan lejos y que el Estado actuaría mucho antes. No se tomó suficientemente en serio el procés, y ello ha tenido graves consecuencias”.
Asegura este profesor que la salida de empresas solo se produce tras la estela de las entidades bancarias, que, a su vez, solo empezaron a salir cuando vieron como huían sus depositantes a quienes nadie había presionado. En contra de lo que argumenta el soberanismo, son los ciudadanos y sobre todo los depositantes bancarios los que desencadenan la huida de empresas que hasta el último momento mantienen una actitud poco clara.
El mundo económico no quiso ver lo que el independentismo estaba organizando
El catedrático de Organización de Empresas cita como ejemplo el informe que publicó el Círculo de Economía en mayo de 2017, en el que reitera su opinión de que el soberanismo no era el problema más importante de la economía catalana, aunque sus responsables insisten en que estaban sobre ello desde hace años.
De forma textual, y después de apostar por una imprecisa vía política, al entender que el problema tenía una naturaleza política, el Círculo advertía de que “es necesario señalar que, sin restarle trascendencia, éste no es el único, ni tan siquiera el más grave, de los problemas que nos amenazan. El estable mundo occidental de ayer corre el riesgo de adentrarse en escenarios imprevisibles, y no precisamente mejores”. El lobby empresarial pretendía quizá con ello enviar un mensaje al bloque independentista, con la idea de que la independencia no debía ser el único centro de atención.
Pero para Arruñada, el mensaje se quedaba muy corto, no alertaba del riesgo y, de hecho, equivalía al silencio. “A mi juicio, la sensación que se ha ofrecido desde el mundo económico y empresarial catalán es que no pasaba nada serio o irreversible”.
Porque, ¿qué diferencias presenta Cataluña? El profesor se toma su tiempo, pero lo tiene claro: “No hay grandes diferencias entre Cataluña y el resto de autonomías. Y hay que recordar que en algún aspecto las diferencias son negativas. Por ejemplo, si hablamos de corrupción, el número de procesados en Catalula es similar al de Madrid y Andalucía juntas”, según un informe del Consejo General del Poder Judicial. Su idea es que el poder político catalán no ha construido una administración autonómica mejor que en otras comunidades, y que la paradoja es que “sin ser una autonomía mejor, se haya querido ser Estado”.
Cataluña no tiene grandes diferencias con el resto, y tiene tantos procesados como Madrid y Andalucía juntas
Las investigaciones de Arruñada le llevan a sugerir que algunas características de la sociedad catalana han permitido, precisamente, que el independentismo haya alcanzado esas cotas de fidelidad, como se ha demostrado con la nueva mayoría absoluta alcanzada tras las elecciones del 21D. “Es una sociedad que establece fuertes lazos de carácter comunitario, con pocos elementos liberales. Se debe recordar que las liberalizaciones que acometieron los gobiernos españoles siempre encontraron las cortapisas de fuerzas políticas como CiU. Ocurrió ya en 1993, con el Gobierno del PSOE, que, sin mayoría absoluta, necesitó los votos de CiU. La sociedad catalana es poco liberal, y eso explica también, junto a otros factores, esa solidez del bloque independentista”.
¿Pero qué otros factores son determinantes? Aquí Arruñada reitera la idea que ha ido proponiendo junto a Víctor Lapuente, profesor de Ciencia Política en Gotemburgo. Se trata de la "clerecía", un término que se recoge del mundo anglosajón, y que hace referencia a aquella parte de la sociedad que se ve beneficiada materialmente por un movimiento como el independentismo, que representa a una elite ajena a los vaivenes del mercado, y que, por tanto, se puede permitir esas apuestas. “La clerecía tiene poder, es un conjunto de personas, desde políticos, funcionarios, periodistas, intelectuales, que viven de y para construir la nación catalana, y que vive en gran medida del presupuesto público, y cree que no le pasará nada si la economía se resiente”.
Los soberanistas sólo reaccionarán cuando entiendan que de las emociones no se come
¿No habrá fracturas internas, en todo caso, en ese bloque si hay consecuencias graves en la economía? Benito Arruñada cree que sí, que “los bloques no son uniformes, y más allá de los partidos que los integran --el PDeCAT y ERC-- habrá diferencias internas cuando los empresarios y demás agentes económicos cuya subsistencia depende del mercado, se vean perjudicados seriamente”.
¿Soluciones? Pausa larga. Las recetas de este profesor es que hace falta tiempo, claridad, determinación y firmeza. “Existe una parte de la sociedad que dice que no quiere ir en esa dirección, y que se expresa, pero esto exigirá tiempo”. El temor de Arruñada es que se acabe pactando, para arreglar la situación, con esa clerecía, “perjudicando los intereses de la mayoría de la población, y no sólo de la españolista sino también de la soberanista cuando ésta entienda que de las emociones no se come”.