Los mercados globales ya no recalan en Barcelona. Dos casos metaforizan los pasos estratégicos de las grandes corporaciones: La compra de Abertis por parte de Hochtief, la filial alemana de ACS, que se ha decidido entre Frankfurt y Madrid, y que desembolsará un total de 18.600 millones al precio de 18,76 euros por acción; y, casi al unísono, el último gran contrato de Gas Natural Fenosa en las fuentes del Ártico, por medio de un contrato con la compañía rusa Yamal LNG. Gas Natural Fenosa, presidida por Isidre Fainé, ya controla el gas que llega a través de los gasoductos (Argelia y Egipto) y ahora recibirá el gas licuado desde el Ártico.
El suministro estratégico español está asegurado para este siglo. Y, sin embargo, nadie ha notado la presencia de directivos rusos en los despachos del Edificio del Gas, junto a Villa Olímpica. La planta noble del edificio mira al Mediterráneo con la misma intensidad que pueda hacerlo Taormina, el promontorio napolitano sobre el Tirreno, mar de los romanos, suspendido entre bahías, ensenadas y colinas. Son dos torres; una, evocación del pasado, y la otra expresión del rabioso presente en una centuria que será la del gas natural, la energía fósil apenas contaminante. Tampoco se ha notado la presencia de ACS en la antigua sede de Abertis, en la Ronda Litoral. En ambos casos, las operaciones no han pasado por Barcelona, como deben saber muy bien nuestros mejores restauradores que suelen ponerle colofón con mantel y sommelier a las grandes operaciones.
Esta es la macabra fotografía de la República catalana: aislacionismo, independentismo a la brava, mientras las multinacionales nacidas aquí labran su futuro lejos de nosotros
Esta es la macabra fotografía de la República catalana. Aislacionismo, independentismo a la brava, mientras las multinacionales nacidas aquí labran su futuro lejos de nosotros. Los cuarteles generales de las grandes compañías catalanas hacen y deshacen componendas en Madrid, Frankfurt o Londres. La deslocalización fiscal no es ninguna broma por mucho que mentes atormentadas como las de Josep Maria Jové y Oriol Junqueras pregonen la bobada del “no pasa nada mientras las fábricas permanezcan aquí”. Es el miope concepto fabril de la economía que maneja la causa indepe (¿por qué no les preguntan a sus sabios, como Sala Martín o López Casasnovas lo que se nos viene encima? ¿O ellos también mentirán?). Se trata de la misma estulticia que practicó Convergència en la etapa pujolista, cuando hablaba de la “economía productiva”, un concepto naif. Pues bien, ahora, este argumento reaparece en el bando soberanista para afirmar que los activos industriales no se han movido de sitio y que, por tanto, no hemos perdido nada. Bendita sea la ignorancia, o es mala fe. Sí, más bien lo segundo, cuando se ciernen sobre nuestras cabezas los camaradas Beria y Lunacharsky, dos supervivientes del PCUS soviético, que bien podrán ser Joan Tardà, el oso nemoroso, y Gabriel Rufián, el joven bárbaro (con un peligroso toque lerrouxista, no por español pero sí por demagogo), que atormenta a los vecinos del cinturón, el no man's land, arrebatado a la izquierda y reconquistado para la causa soberanista.
El gas siberiano y el que está debajo del hielo juegan en el gran empuje mundial de los carburantes. Comprar en este hemisferio es más barato para Gas Natural Fenosa que hacerlo en Trinidad Tobago o Venezuela. El golpe de timón de Fainé sitúa a la compañía en el corazón del espacio económico Euro-Asia , el triángulo formado entre Europa, Cáucaso y Asia, tal como lo situó el estratega Zbigniew Brzezinski --inspirador de la Comisión Trilateral-- en su libro de referencia El gran tablero mundial. Este espacio será especialmente competitivo frente a EEUU, la gran potencia que ha iniciado el repliegue hacia el proteccionismo y el aislacionismo.
De espaldas a las realidades estratégicas del planeta, los indepes vomitan sus paradigmas lamentables: "Mientras tengamos a la economía productiva en casa, tendremos la sartén por el mango". Esta pobre gente no ha entendido que las cadenas de valor en el mercado global solo están sujetas a la toma de decisiones, que es precisamente lo que se han llevado de aquí las empresas y los bancos. O peor, han entendido que viene el Armagedón y piensan como aquel rey francés que dijo: "Después de mí, el diluvio". Tócales a los franceses la sede de Lyonnaise des Eaux, de EdF o de la BNP y harán de ello un casus belli. Tócale a Merkel la empresa Ruhr Gas o Deutsche Bank y verás. ¿Tanto cuesta de entender que vamos al precipicio querido votante? Dentro de cuatro años nos habremos disuelto en el ciberespacio. Solo quedará alguna barretina revoloteando en medio de colonias de asteroides.
¿Tanto cuesta de entender que vamos al precipicio querido votante? Dentro de cuatro años solo quedará alguna barretina revoloteando en medio de colonias de asteroides
En el otro lado del mismo efecto metafórico puede situarse la OPA de ACS, a través de su filial Hochtief, sobre Abertis; una operación que puede parecer recurrente, por archiconocida, pero que solo ha tomado cuerpo en estas vacaciones de Navidad. Florentino Pérez, el accionista de ACS, tiene el sigilo del cazador bajista que asesta un golpe mortal a su víctima cuando lo tiene todo de cara. Lo ha hecho en tres fases: primero mostró su músculo financiero para vencer al competidor Atlantia; después se depreció en bolsa al compás de las pésimas predicciones de los analistas sobre la OPA y, finalmente, con el parón navideño y los pretorianos de la concesionaria en sus cuarteles de nieve (Baqueira, Salardú, los Alpes suizos), llega la oferta remozada. Los 18,76 euros por acción serán el precio de un comprador avezado a un vendedor que hace caja y que tardará años en arrepentirse del mal paso.
Al decir de nuestros políticos, ideólogos de salón que vivirían marginados en la gritona Cámara de los Comunes o en la Asamblea Nacional de Francia, llega la Arcadia feliz. Las églogas anuncian lo nuevo: el abandono, la infelicidad castrante del cristianismo bizantino, la indolencia meridional de nuestras costas, y la irresponsabilidad de Puigdemont, Mas, Comín y muchos más, a punto todos de convertirse en estatuas de sal, si les da por mirar hacia atrás, donde dejan la ataraxia económica que ellos han predicado.