La recuperación de España constituye un hecho constatado, la de un gran número de españoles sigue siendo una quimera. Entre 2014 y 2016, el PIB español creció a un promedio del 2,7%, una tasa significativamente superior a la media de la zona euro (1,6%) y la Unión Europea (1,9%). Aunque entre dichas fechas, el país tuvo un gran éxito en la creación de ocupación (1.372.900 nuevos empleos netos), la desigualdad en la distribución de la renta apenas remitió.
Así lo atestigua el coeficiente de Gini, quién otorga a la igualdad perfecta un valor del 0% y a la desigualdad total (toda la renta la posee una única persona) uno del 100%. Entre los anteriores ejercicios, dicho coeficiente apenas bajó dos décimas, pasando del 34,7% al 34,5%. Una cifra que hace a España el país más desigual de la zona euro, después de Lituana.
La principal culpa de dicha indigna posición la tienen la elevada tasa del paro del período analizado (una media del 22%) y la decepcionante evolución de los salarios (la remuneración de los asalariados disminuyó un 0,47%). Un decremento que, a pesar de la existencia de deflación (-0,8%), impidió a los trabajadores ganar un significativo poder adquisitivo. En los tres últimos años, solo disfrutaron de una mejora del 0,33%.
En dicho contexto, una elevada subida del salario mínimo (SMI) supone un acierto, pues su alza constituye un adecuado instrumento para mejorar la distribución de la renta y reducir el nivel de pobreza de un país. No lo es tanto por el aumento fijado en 2008 (un 4%), sino por el acuerdo alcanzado con los sindicatos para llevarlo desde los 707,6 euros de 2007 a los 850 euros de 2020.
Una elevada subida del salario mínimo (SMI) supone un acierto, pues su alza constituye un adecuado instrumento para mejorar la distribución de la renta y reducir el nivel de pobreza de un país
No obstante, dicho acuerdo solo será efectivo si se cumplen dos condiciones: el incremento del PIB anual en 2019 y 2020 supera el 2,5% y la afiliación a la Seguridad Social crece en más de 450.000 trabajadores. Dos aspectos que son relativamente fáciles de cumplir, dada las buenas perspectivas que en la actualidad tiene la economía española.
Dicho incremento supondrá un subida del 15,5% entre 2019 y 2020 y hará que en el conjunto de la legislatura, si ésta termina en la fecha inicialmente prevista, el SMI suba un 29,7%. Un aumento que, si se cumplen los pronósticos en materia de inflación del gobierno, generará un crecimiento del poder adquisitivo de los que lo perciban del 21,2% en cuatro años.
No obstante, su importe bruto por hora seguirá siendo raquítico: 3,54 euros.
Sin embargo, será una ganancia inédita en cualquier otro período en que ha gobernado el PP. Así, entre 1997 y 2004, con Aznar como presidente, los trabajadores que percibían el SMI perdieron un 5,85% de salario real. No lo hicieron porque hubiera crisis, sino simplemente por ideología (la excusa era el control de la inflación), pues en todos los años considerados el país estuvo en expansión económica (el crecimiento medio del PIB fue del 3,9%).
En la primera legislatura de Rajoy (2012-15), el SMI únicamente aumentó en 7 euros, al pasar de 641,6 a 648,6 euros. El motivo era que la política económica del gobierno buscaba reducir los salarios para ganar competitividad y salir de la crisis a través del empuje de las exportaciones. En dicha etapa, el poder adquisitivo del SMI se redujo en un 1,06%.
La medida es insuficiente para el gran número de personas que únicamente pueden trabajar a tiempo parcial o durante algunos días del mes
La subida anunciada por el gobierno ha generado opiniones muy diversas y extremas entre los economistas. La mayoría de los socialdemócratas la han avalado, los neoliberales la han denostado. A mí me ha gustado, pero me ha parecido insuficiente para el gran número de personas que únicamente pueden trabajar a tiempo parcial o durante algunos días del mes.
Los primeros están a favor porque piensan que supondrá un respaldo implícito a las posiciones de los sindicatos en la negociación colectiva y permitirá un mayor incremento del salario de los trabajadores del sector privado en los años venideros. Indudablemente, es un precedente positivo, pero ni mucho menos definitivo. Así, en 2017 el SMI subió un 8% y, en cambio, en el tercer trimestre, el incremento anual del salario pactado en convenio únicamente ascendió al 1,4%, inferior a la tasa media de inflación (1,63%).
Los segundos son contrarios porque piensan que cualquier subida del SMI destruye una parte del empleo existente o impide la creación de nuevos. No niego la posibilidad de que suceda lo primero en un contexto de recesión económica, pero me parece casi imposible en una coyuntura expansiva como la actual. Un ejemplo nos lo proporciona el presente ejercicio. A pesar de la elevada subida del SMI, en noviembre la afiliación anual aumentaba en 637.233 trabajadores (un 3,58% más), ambos incrementos superiores a los observados en el mismo mes de 2016 (557.437 y 3,23%, respectivamente).
Para favorecer a los asalariados involuntarios a tiempo parcial y a los eventuales, se les debería otorgar una prima
Los asalariados involuntarios a tiempo parcial, o los que combinan el desempleo y trabajos eventuales cada mes, son los que menos recursos económicos poseen. Con el objetivo de favorecerlos, estimo que el acuerdo alcanzado debía otorgarles una prima. Mi propuesta es que sea del 25% y que suponga un pago por hora de 4,425 euros, en lugar de los 3,54 euros establecido. Un importe que no elimina ni reduce la competitividad de ninguna empresa y que no puede considerarse, bajo ningún supuesto, excesivo.
En definitiva, con el aumento del SMI desde 707,6 euros en 2017 a 850 euros en 2020, Fátima Báñez ha acertado tanto económica como políticamente. En el primer aspecto, porque ayuda a la recuperación de los menos pudientes; en el segundo, porque un posible incremento del 10% en 2020 supondría para el PP un magnífico instrumento de marketing electoral. En concreto, serviría para publicitar que ha sido un partido que ha hecho una política económica al servicio de todos los españoles y no solo de unos cuantos. Una afirmación muy discutible, al menos, hasta el momento.