Joaquim Molins López de Rodó, consejero de Cementos Molins y catedrático emérito de Ciencias Políticas en la UAB, tiene ganas de expresar lo que ve y lo que siente. Acaba de regresar de Sudáfrica, donde vive una parte de su familia. Ha estado atento a la elección como presidente del ANC (no se confundan, se trata del Congreso Nacional Africano, el partido de Nelson Mandela, que ha ganado todas las elecciones desde 1994) de Cyril Ramaphosa, en sustitución de Jacob Zuma, salpicado por numerosos casos de corrupción. Y ha aprendido cosas: “El discurso de despedida de Zuma fue de un populismo atroz, repleto de excusas, y refleja el mismo momento populista que expresa Carles Puigdemont o Donald Trump, es un fenómeno global”. Y señala, con la mirada ya en Cataluña, que el independentismo, que ha vuelto a ganar por mayoría absoluta, aunque no las elecciones, “ha roto la confianza en el autogobierno”.
¿Por qué? Se toma un breve instante. Reflexiona y asegura que lo que ha ocurrido en los últimos años es una especie de “traición”, al entender que no se podrá mantener la confianza en un gobierno de la Generalitat que “se ha saltado las leyes y que ha derivado hacia una declaración de independencia”. Aunque ahora pueda formar gobierno, insiste. “Se ha perdido la confianza, porque, ¿cómo se asegura que no volverán a las andadas?; para muchos autonomistas, se puede producir una ruptura en la confianza con la propia institución, con el propio autogobierno”.
Eso le lleva a Joaquim Molins cuando se le pregunta por la posible vigencia del 155 o por la reacción del Gobierno, tocado tras los resultados electorales, y con una posición marginal del PP catalán, a una aseveración atrevida: “Puede ocurrir que haya dos administraciones, que compitan en Cataluña y que convivan, la administración central y la autonómica, y que el Estado acabe convencido de que tiene que tener una presencia mucho mayor en Cataluña”.
Los historiadores cómplices
Fragmento de la entrevista al consejero de Cementos Molins en Crónica Global
Joaquim Molins López Rodó es consejero de Cementos Molins, una de las grandes empresas catalanas, que decidió, tras el referéndum del 1 de octubre y las posteriores manifestaciones independentistas como la del 3 de octubre, trasladar la sede social a Madrid. Dejaba la sede en Sant Vicençs dels Horts, el pueblo del que fue alcalde Oriol Junqueras.
Esa decisión la tomó la empresa, “sin presiones de nadie”. Molins, relacionado siempre con la empresa familiar, pero que desarrolló una carrera académica como catedrático de Ciencia Política en la UAB --ahora es profesor emérito-- muestra su malestar cuando el independentismo insiste en que se trató de una operación del Gobierno español. “No hubo presiones del Gobierno, no es verdad, lo que ocurrió es que las empresas, como Cementos Molins, tomaron decisiones para defender sus propios intereses, para velar por los accionistas, los clientes y los proveedores, y eso el independentismo lo debería entender y ser consciente de su actitud, porque, en caso contrario, la economía catalana pasará por malos momentos”.
Lo que ocurre, expresado ahora de nuevo en unas elecciones, no es coyuntural para Joaquim. En una entrevista con Crónica Global, aparece el profesor de Sistemas Políticos Comparados, una de las especialidades que desarrolló en la Facultad de Ciencias Políticas en la UAB. Y señala que “el nacionalismo ha ido construyendo su relato, y todo parte de hace décadas, con cuestiones que aparentemente pueden ser menores”. ¿Cuáles? “El pujolismo elegió sus piezas, y no se puede entender nada si no se repasa por qué y cómo se decidió que un historiador como Joan B. Culla se encargó del programa Segle XX, en TV3. Aquellos historiadores, los que construyeron el relato, acaban años después organizado el seminario España contra Cataluña, que sirvió para conmemorar el tricentenario de 1714, en 2014, y eso lo explica todo”.
Contra el colectivo Wilson
¿Pero y el pragmatismo, y la necesidad de ofrecer una salida? Molins se mueve en la silla, bebe agua y no muestra dudas: “Es necesario un programa de reformas, claro, y que se pueda votar un nuevo Estatut, tras una reforma de la Constitución, que tampoco debe ser de arriba a abajo, porque no es necesario, aunque mi ideal sea un país federal”. Molins entiende las críticas desde una parte del PP y del conservadurismo español, pero que también vienen desde la izquierda no nacionalista: “Es cierto que no se puede aplicar una política del contentamiento, es cierto que el nacionalismo es insaciable, pero debe imperar una vía pragmática, anglosajona, que sepa encontrar una salida”, señala.
Sin embargo, es muy duro cuando se le pregunta por el colectivo Wilson, un grupo de economistas de prestigio, con plazas en las mejores universidades del mundo, que defienden que la independencia de Cataluña es posible y que la viabilidad económica estaría asegurada. En ese colectivo figuran nombres como Xavier Sala Martín o Jordi Galí. “No lo puedo entender, porque son personas brillantes en sus materias de especialización. No es cierto que el proceso soberanista no haya tenido consecuencias económicas. Es el problema más grave, y que conozco bien, y es que Cataluña puede experimentar una etapa muy complicada, como le pasó a Quebec, que no ha recuperado, pese a lo que se diga, el nivel de liderazgo económico de Canadá, que ha pasado a Toronto de una forma clara”.
Encerrados con la identidad
Esa cuestión le irrita, que desearía discutir y analizar el futuro, la competitividad enorme entre las grandes ciudades globales, la nueva industria tecnológica, o el papel de Barcelona. “Los programas de introducir el inglés, de que se imparta un tercio de catalán, de castellano y de inglés en las escuelas es que me parece totalmente lógico --lo ha propuesto Ciudadanos-- y no puedo entender el rechazo que genera, con un debate centrado en la identidad, que veo, sinceramente, propio del siglo XIX, pero no de ahora. El independentismo sigue anclado a ello”.
Joaquim ha mamado la cultural empresarial de su familia. Su abuelo fue el fundador de Cementos Molins, convertida en una multinacional. Y, por ello, insiste en que se debe desterrar, porque el mundo económico tiene sus propias dinámicas, “la idea de que la independencia tendrá un coste cero, porque es totalmente falsa”.
El marco mental de Pujol
¿Pero hubo algún momento en el que todo se torció? El profesor insiste en que el pujolismo fundó las bases del llamado procés, y que hubo otros culpables que se equivocaron con sus proyectos. ¿Quiénes? “Es evidente que el Estatut de 2006 fue un error. No había ninguna demanda, y se enfrascaron en un texto denso, largo, nada práctico, con pocos apoyos. El PSC entró en ello, se vio arrastrado, y se ha llegado hasta ahora”. ¿Y Artur Mas? “En el mundo económico en Cataluña se tiene muy claro que Artur Mas ha sido el gran culpable, y también una elite intelectual y funcionarial que ha vivido con sueldos totalmente fuera del mercado, que han dirigido una operación que sólo era en su propio beneficio”.
Concluye recordando que todas las teorías políticas que ahora se fijan en Lakoff, y en su idea del marco mental, ya estaban inventadas. “Jordi Pujol sabía lo que hacía, él fijó el marco mental que todavía sigue vigente en Cataluña, y del cual no se ha sabido salir”.