La primera lección es sobre la mayoría silenciosa. En la actualidad, ésta no existe, al menos tal y como pensaba Rajoy. Hace algo más de una mes, pedía que su voz se convirtiera en voto. El pasado jueves sus deseos fueron cumplidos y la participación, en cualquier tipo de elecciones en Cataluña, alcanzó su nivel máximo (81,94%), desde el regreso de la democracia. A pesar de ello, el resultado varió escasamente. En las penúltimas, las opciones independentistas alcanzaron la mayoría parlamentaria (72 escaños); en las últimas, también (70 diputados). No obstante, dichas formaciones, ni en una ni en otra, obtuvieron un logro similar en votos.
La segunda nos dice claramente que Cataluña es un país de derechas. Los partidos o coaliciones de dicho signo han obtenido 74 escaños, los de izquierdas solamente 29 diputados. Entre los primeros, contabilizo a Ciutadans, Junts per Catalunya y PP; en cambio, entre los segundos, al PSC, Catalunya en Comú i la CUP. Desde mi perspectiva, ERC es un hibrido.
Este resultado, tan negativo para los partidos de izquierdas, viene principalmente motivado por la ubicación escogida por el PSC y Catalunya en Comú en el nuevo tablero político, así como por su incapacidad para hacer llegar a la población el mensaje que más les interesaba.
En la dicotomía entre independentismo y constitucionalismo, ambas formaciones han escogido situarse en el centro, estando un poco más orientada hacia la primera opción Catalunya en Comú y respecto a la segunda el PSC. Su decidida apuesta por el diálogo entre unos y otros no ha sido favorablemente acogida por los votantes, quiénes han considerado las pasadas elecciones como el prólogo del partido de fútbol Real Madrid (Ciutadans) - FC Barcelona (Junts per Catalunya y ERC) que se juega este sábado.
Dicha manera de contemplar los comicios ha tenido en gran medida que ver con el dominio de la campaña por parte de las opciones independentistas. En ella, han aparecido principalmente los temas que más les interesaban (los sentimentales y épicos) y han quedado relegados los que podían hacerles daño (los ajustes de gato público realizados y el escaso interés por gobernar). La campaña realizada por Puigdemont, a pesar de ser sumamente improvisada y nada respetuosa con la verdad, fue excelente.
Tengo grandes dudas de que el resultado electoral cambie la dinámica política de Cataluña. Creo que el nuevo gobierno continuará exaltando a las masas, desafiando a la justicia y buscando la independencia, algo casi imposible en la Europa del siglo XXI
La tercera tiene que ver con la economía. Su deterioro en los últimos meses no ha servido para trasladar votos desde las opciones independentistas a las constitucionalistas. La propuesta transversal del PSC no ha tenido el éxito que dicho partido esperaba.
Iceta garantizó a la población estabilidad política y económica para conseguir mejoras sociales. Dicha garantía pensó que atraería a muchos de los perjudicados por la desaceleración del PIB y a algunos que les gustaría que aumentara la proporción de gasto de la Generalitat dedicada a sanidad, educación y asistencia social. Su apuesta falló, pues el PSC solo ha obtenido un escaño (17) más que en las anteriores elecciones (16).
Los motivos del escaso éxito de la propuesta de Iceta tienen que ver con dos aspectos: una gran parte de la población no se cree la desaceleración actual del PIB, y a la otra parte no le interesa lo que pueda suceder con la economía. A los primeros porque no les ha afectado, pues tanto las mejoras como los deterioros de la macroeconomía tardan en ser observados por las familias. Un claro ejemplo lo representaron las elecciones generales de 2008. Las ganó Zapatero, en gran medida porque hizo creer a la población que existía una suave y transitoria desaceleración económica, prometiendo lo nunca visto en los últimos 40 años: pleno empleo.
Además, el nivel de bienestar de una fracción de la población es tan bueno, desde hace tanto tiempo, que creen que nada lo puede negativamente alterar. Por ello, algunos mienten como bellacos cuando dicen que, aunque la independencia les vuelva pobres de solemnidad, prefiera a ésta que continuar como actualmente. Otra de las partes de la sociedad, al ver como su situación económica no mejora, aunque si lo hace la del país, prefiere lo desconocido a lo malo conocido.
En definitiva, tengo grandes dudas de que el resultado electoral cambie la dinámica política de Cataluña. Por ello, creo que el nuevo gobierno continuará exaltando a las masas, desafiando a la justicia y buscando lo casi imposible en la Europa del siglo XXI (la independencia).
Si así sucede, un gran número de los que aún no han notado en sus bolsillos las repercusiones de tamaño despropósito, no tardarán mucho en observarlas. ¿Les hará cambiar de opinión? No me apostaría ni euro a ello. Cuando un país, región o territorio quiere suicidarse económicamente, tardará más o menos, pero acabará consiguiéndolo. ¡Ojalá me equivoqué! Nunca un error de predicción me hará más feliz.