Las elecciones celebradas este jueves, en las que cabe destacar el alto grado de participación --superior al 81%--, han vuelto a dar la mayoría absoluta en escaños a los independentistas, aunque con dos escaños menos (70) y un porcentaje de votos ligeramente inferior (47,5% frente al 47,8% en 2015).

Esto implica que el independentismo puede repetir gobierno, aunque no será tarea fácil dado el triunfo de JxCat sobre ERC y la compleja situación de su cabeza de lista, el expresidente Puigdemont. La vertiente emocional y la presencia mediática del expresidente, junto a la ausencia de Junqueras y los errores de sus sustitutos en los debates, han acabado por cambiar el orden entre las formaciones independentistas. La CUP sufre un fuerte retroceso, de diez escaños a cuatro, pero continuará teniendo la llave de un gobierno independentista.

En el lado constitucionalista, la gran triunfadora es Inés Arrimadas, que ha llevado a Ciudadanos a ser el primer partido de Cataluña en votos y escaños, algo que parecía impensable hace pocas semanas. El gran perdedor ha sido el PP, que ha visto cómo sus votantes se han pasado en masa a Ciudadanos. Sus tres escaños, menos incluso que la CUP, dejan al partido del presidente Rajoy muy tocado. El PSC sube un diputado (17) pero queda lejos de sus expectativas. Los votos que le ha ganado a los comunes y el aporte de los demócrata-cristianos se ha visto relativizado por el trasvase de votos a Ciudadanos. Su intención de captar votos del bloque secesionista no ha tenido éxito.

La polarización de la sociedad catalana se mantiene y hace prever la prolongación de la inestabilidad con el consecuente daño para la economía y la convivencia

Los comunes, como vaticinaban la mayoría de encuestas, pierden tres diputados, a pesar del cambio de cabeza de lista. Aunque ha resistido mejor que la CUP, ha sido victima de su indefinición.

En definitiva, la polarización de la sociedad catalana se mantiene y hace prever la prolongación de la inestabilidad con el consecuente daño para la economía y la convivencia. Si ERC había apostado, aunque tímidamente, por cambiar de chip, que Puigdemont haya ganado a Junqueras implica el mantenimiento de la tensión y el conflicto.

Con estos resultados y la aplicación del 155 deberíamos pensar que el independentismo abandonará la vía unilateral y buscará ampliar su base social. Sin embargo, el protagonismo de Puigdemont hace temer un enroque que no augura nada bueno.

Los buenos resultados de Ciudadanos producirán un endurecimiento de la oposición en Cataluña. La novedad de estas elecciones es la inequívoca apuesta de los contrarios a la secesión por el partido menos ambiguo en esta materia.

La fractura de la sociedad catalana es profunda. El equilibrio de fuerzas anticipa la cronificación del conflicto. Eso sí, el independentismo no podrá atribuirse la representación del "pueblo de Cataluña", pero el constitucionalismo no podrá apelar a una mayoría silenciosa. Desgraciadamente, nada hace prever que pueda avanzarse en la vía del dialogo interno en Cataluña. Construir un consenso mínimo entre catalanes va a ser muy difícil pero habrá que trabajar para tratar de lograrlo. Corremos el riesgo de cargarnos a la criatura.