Esta ha sido la campaña del plasma, de los ausentes. José Antonio Primo de Rivera era "el ausente" por antonomasia del franquismo. No han podido acudir por haberse dejado aparcado el coche en fila y ahora pasean su melancolía por los bosques mientras se aburren de lo lindo en Bruselas. Otros están con el pijama a rayas en medio de la estepa tibetana madrileña. Imágenes que no valen mil palabras. No hay nada capaz de reproducir el comentario de una señora en Nou Barris cuando oye al orador de turno decir que la esperanza de vida en Pedralbes es de once años más. "Es que aquí fumamos mucho", replica.
Quizás en el futuro desaparecerán las croquetas petrificadas de TV3 y los riquísimos polvorones del PP. Puede que incluso en los debates televisivos los participantes puedan debatir sin agredirse verbalmente --eso, también es violencia--, pero entonces ya no los (no) moderará el ínclito Sanchis. Igual Turull, con cara de vendedor de seguros de decesos, aprende a hablar catalán y no utiliza el barbarismo "pantanu" para comparar las guarderías con el la inauguración de pantanos de la época franquista. Puede incluso que la señora Arrimadas se haya leído el libro de frases de Francesc Cambó que en la campaña electoral del 2015 le pasaron los de su equipo. Incluso puede que haya leído, sin más. O que la señora Marta Rovira regule el tránsito intestinal y abandone la cara de haberse tragado un sable. Es lo que tiene el futuro.
Bloques, golpes de Estado y ajustes de cuentas
Ha habido grandes descubrimientos. Si en el colegio la culpa de las malas notas la tenía indefectiblemente la señorita que nos había cogido manía, para el representante de la CUP la culpa de topo la tiene el presunto golpe de Estado por la aplicación del artículo 155. He acabado hecho una pizza con el lío porque para el señor García Albiol el golpe de Estado culminó el pasado 1 de octubre. Hay, por lo visto, golpes y golpes. Mientras Domènech le hace la campaña a Ada Colau, descubre el bloque Frankestein o de Aznar y quiere resucitar el tripartito de infausta memoria. Iceta también ha puesto su granito de locura y quiere poner en marcha una sociovergencia, ese catalanismo de toda la vida, que con Espadaler incluso queda rancio. Más que un parlamento va a parecer La noche de los muertos vivientes.
Aunque la velada electoral puede ser también la noche de los cuchillos largos. El ajuste de cuentas del PDeCAT con la directora de la campaña, Elsa Artadi, a quien le pueden borrar la sonrisa de mosquita muerta que luce o cerrarle la bocaza al vocinglero ese de Eduard Pujol que se ha creído el Lenin catalán. Artur Mas quiere darle un beso en la boca a Puigdemont. Aunque ya se sabe que la venganza es un plato que se sirve frio y Junqueras esperará al "legítimo presidente" con el sigilo propio del Vaticano. Que se prepare.
En cualquier caso, les deseo que ustedes lo voten bien.