Después del Brexit y de la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, muchos intuimos que, a partir de ahora, podría pasar cualquier cosa, por disparatada que nos pareciese. Llámenme paranoico, pero yo estoy detectando la influencia de The Donald en todo lo que sucede; sin ir más lejos, en la reciente concesión del rango de patrimonio inmaterial de la humanidad a la pizza napolitana. ¿Alguien pude explicarme qué tiene de inmaterial una pizza? Cada vez que me zampo una, por el contrario, tengo la impresión de estar tragándome algo absolutamente material. Albergo la sospecha de que este año el jurado constaba de una sola persona, y que esa persona era Donald Trump. Puede, incluso, que a la hora de tomar una decisión dudara entre la pizza napolitana, los chicken nuggets de McDonald's y los nachos con guacamole de su restaurante mexicano favorito en la zona de Mar A Lago, donde tiene una de sus segundas residencias.
Sentado el precedente de la pizza napolitana, los próximos aspirantes al patrimonio inmaterial de la humanidad pueden presentar a concurso el lechazo segoviano, el pulpo a feira, el marmitako o los calçots. Productos todos ellos tan inmateriales como la pizza napolitana, ¿verdad?
Albergo la sospecha de que este año el jurado para designar el patrimonio inmaterial de la humanidad constaba de una sola persona, y que esa persona era Donald Trump
Y ustedes me dirán lo que quieran, pero estas cosas no pasaban con Barack Obama en la Casa Blanca. Como muchas otras cosas. A Obama nunca se le habría ocurrido desplazar la embajada norteamericana en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, pues sería consciente --o alguien le habría informado al respecto-- de la situación tan especial de la llamada Ciudad Santa en el tablero sociopolítico de la región. Obama tampoco habría rebautizado a Kim Jong-un Un como El hombrecillo cohete ni le habría amenazado directamente con zurrarle la badana y reducir su mierda de país a escombros (se habrían barajado otras maneras de tratar con el rollizo energúmeno oriental). A Obama tampoco se la habría ocurrido la idea de levantar un muro fronterizo con México a financiar por los mexicanos. Igual es que al bueno de Barack le faltaba la imaginación prodigiosa del Donald, un hombre que tiene una idea, la tuitea a primera hora de la mañana, mientras evacúa en el retrete oval, y la pone en práctica por la tarde, sin consultarla con nadie y de la manera más abrupta posible. Y si estalla el planeta por culpa suya, pues qué se le va a hacer, ¿no?
Créanme: hay una relación majareta entre la presidencia de Trump y la elección de la pizza napolitana como patrimonio inmaterial de la humanidad. ¡Y no cejaré en mi empeño por encontrarla!