El próximo 21D los catalanes tomamos una doble decisión. La primera, y más evidente, es la continuidad del procés tal y como lo hemos vivido desde 2012. La segunda, saber si se mantiene o no la hegemonía ideológica del nacionalismo en Cataluña.
Si se mantiene la mayoría absoluta independentista, lo más probable es que se aparque la unilateralidad, como recogen los programas electorales de JuntsxCat y ERC, y nos encaminemos a nuevas elecciones que unifiquen el Gobierno destituido con el elegido, objetivo en el que pueden converger ERC, JuntsxCat y la CUP. En cambio, si, como indican las últimas encuestas, el secesionismo pierde la mayoría absoluta, entraremos en una nueva fase política. La secesión unilateral y el Gobierno "legítimo" dejarán de ser los referentes.
Aún con la pérdida de la mayoría absoluta del independentismo, el nuevo escenario será muy diferente en función de la correlación de fuerzas entre los partidos no secesionistas. Parece descontado que los comunes serán decisivos. Pero su insistencia en el referéndum pactado y la bilateralidad serán distintas si Cs, PSC y PP igualan o superan al bloque secesionista en votos, como predicen las encuestas publicadas este domingo, que si ocurre lo contrario.
La campaña no buscará ampliar la base del independentismo ni recuperar secesionistas para la causa del constitucionalismo. La movilización de los propios y la desmovilización de los contrarios serán el objetivo prioritario
También será decisiva la correlación de fuerzas entre Cs y el PSC. Una amplia ventaja de Ciudadanos y su eventual primera posición por delante de ERC en número de votos, que depende de lo que Puigdemont sea capaz de arañarle a ERC, pondría en primera línea política las reivindicaciones más escuchadas en las manifestaciones constitucionalistas: cumplimiento de las sentencias en materia lingüística, y neutralidad en la escuela y en los medios de comunicación públicos.
De lo contrario, si Catalunya en Comú se mantiene y el PSC se acerca a Ciudadanos, el referéndum pactado centrará la política catalana y tendremos continuidad en política educativa, lingüística y los medios de comunicación públicos seguirán alentando, quizás con menos virulencia, el antiespañolismo.
Así pues, se nos presentan una elecciones abiertas, con varios niveles de lectura de los resultados. La participación de los partidarios de unos y otros será decisiva. La campaña no buscará ampliar la base del independentismo ni recuperar secesionistas para la causa del constitucionalismo. La movilización de los propios y la desmovilización de los contrarios serán el objetivo prioritario. Y, dentro de cada bloque, tendremos una batalla encarnizada entre ERC y JuntsxCat, por un lado, y entre Cs y el PSC, por el otro.