Desgraciadamente, los malos presagios se han cumplido y el milagro no se ha producido. La Agencia Europea del Medicamento (EMA, en inglés) no vendrá a Barcelona. Una ciudad que hace un tiempo cumplía con todos los requisitos para ser su sede, no ha pasado ni la primera criba. Ha quedado peor que hace 25 años, cuando ocupó el segundo lugar.
En Cataluña siempre que hay una mala noticia, aparece un recurrente culpable: Madrid. En esta ocasión, no hay ningún motivo para señalar al Gobierno español. Desde un primer momento, ha apostado por Barcelona y ha contribuido decisivamente a promocionar la ciudad para convertirse en sede de la agencia.
Entonces, ¿quién tiene la culpa de que la EMA no venga? Yo lo tengo muy claro. Toda la poseen los políticos independentistas. El clima de inestabilidad política e inseguridad jurídica que han generado hacía desaconsejable su traslado a nuestra ciudad. Además, los líderes europeos eran perfectamente conscientes de que la victoria de Barcelona hubiera sido celebrada por el independentismo como exclusivamente propia. Y ninguno de los gobiernos de los principales países de Europa quiere favorecer, de forma directa o indirecta, a los nacionalismos.
Una gran oportunidad perdida
Estoy prácticamente seguro de que los políticos independentistas dirán que nada relevante se ha perdido. Descalificarán el tamaño de la agencia y su impacto económico. No me sorprendería que dijeran que en Cataluña no son tan infrecuentes las empresas con 890 trabajadores y 340 millones de presupuesto. Probablemente, solo reconozcan una sustancial repercusión sobre los mercados de oficinas y vivienda. No obstante, después de hacerlo, es posible que digan que su traslado a Ámsterdam ha evitado una nueva burbuja inmobiliaria en la ciudad.
La realidad es que, especialmente en la coyuntura actual, Cataluña no va sobrada de grandes empresas. No obstante, aún menos de entidades que generen grandes externalidades positivas hacia compañías, en particular, del sector farmacéutico y, en general, del sanitario. La EMA probablemente se hubiera comportado como una máquina de tren que hubiera arrastrado a tres tipos de vagones: centros de I+D+i, empresas tradicionales del sector y startups. Por tanto, el impacto directo hubiera previsiblemente reducido en comparación con el indirecto.
Por otra parte, nuestra ciudad adolece de trabajo bien remunerado, especialmente para los científicos. En Cataluña, las universidades forman a muchos muy buenos, pero las empresas son incapaces de proporcionarles un buen empleo a la mayoría de ellos. La llegada de la EMA probablemente hubiera cambiado las perspectivas de los que se han formado en el campo sanitario y, especialmente, en el farmacéutico. No lo habría hecho a corto plazo, pero si posiblemente a medio término. Aunque la inmensa mayoría no hubiera conseguido un puesto de trabajo en la agencia, una sustancial parte lo hubiera podido obtener en las empresas privadas que ésta hubiera ayudado a nacer o crecer.
Lo habéis vuelto a conseguir
Ya solo me queda añadir: "Bravo, políticos independentistas, lo habéis vuelto a conseguir". Habéis vuelto a perjudicar a la economía de Cataluña y de forma indirecta a todos sus habitantes. Me temo que no será la última vez que lo hacéis. Lo que ayer sucedió es una muestra más de lo letal que ha sido el procés para casi todos los catalanes.
No lo niego, estoy consternado. Un poco por lo que ha pasado y bastante más por lo que creo que puede suceder, si en los próximos meses aparece el procés 2.0. ¿Será imprescindible para que vuelva el sentido común que se marchen los centros de producción de alguna gran empresa? Espero y deseo fervientemente que no sea necesario.