Hace unos cuantos años, hablando con mi hermano sobre la situación general de la política, me comentó que el problema principal es que mucha gente había renunciado a pensar.
Por educación, origen, ideología o por cualquier otra razón escogían un partido político y a partir de ahí seguían votando al mismo partido con independencia de cuáles fueran las propuestas que éste hiciera, haciendo suyas las ideas que los líderes de los partidos formularan, y siendo más fácil que cambiaran de equipo de fútbol que de partido político.
Aunque he de reconocer que inicialmente la reflexión que me hizo mi hermano me dejó un poco descolocado, analizada con la evolución del votante nacionalista, veo que la misma es plenamente de aplicación.
Históricamente el nacionalista catalán se quejaba del trato fiscal, solicitando un tratamiento equiparable al del concierto vasco, y la gente asumía la necesidad de dicho concierto. De la reclamación genérica del concierto, se pasó a las balanzas fiscales y al "Espanya ens roba", encontrándonos en cualquier conversación de bar con auténticos especialistas en la fórmula de cálculo y el resultado de unas balanzas fiscales que, por cierto, jamás han sido publicadas.
Una vez todos fuimos especialistas en balanzas fiscales, se pasó a la necesidad de votar un nuevo Estatut, y todos los nacionalistas se lanzaron a la defensa a ultranza del nuevo Estatut, y ello a pesar de que casi ningún catalán sabía qué decía el Estatut de 1979, ni estaba dispuesto a leerse el nuevo texto.
Pero la prueba más evidente de la renuncia absoluta a pensar por parte de los nacionalistas se produjo en el momento que, de la mano del molt astut señor Mas, la extinta CiU decidió enarbolar la bandera del independentismo y con ello, dicho sea de paso, empezar a cavar su tumba.
Siendo tanto lo que nos jugamos el 21D, y habiéndose demostrado la nula credibilidad de las soflamas nacionalistas, esperemos que vuelva el seny al votante nacionalista catalán tradicional
A partir de ese momento, sin preguntarse las consecuencias que dicha decisión podía comportar, y dando por buenas las bondades que se les vendió respecto a la nueva tierra prometida, el tradicional y sensato votante catalán decidió menospreciar a la senyera, envolverse en la estelada e iniciar el camino hacia Ítaca.
Durante el largo camino hemos podido ver cómo todos los nacionalistas hacían suyas las frases que a modo de mantra soltaban los líderes, tales como que si Cataluña se independizaba se mantendría en la UE, que el procés tenía un amplio apoyo internacional o que con la secesión los bancos no se irían de aquí pues "no eran hermanitas de la caridad" (Astut Mas dixit).
Desafortunadamente para Cataluña, pero afortunadamente para desenmascarar las mentiras del procés, ya hemos visto las terribles consecuencias que la DUI ha comportado para todos nosotros, y las que todavía están por venir.
Desgraciadamente, con las elecciones del 21D a la vuelta de la esquina, me temo que las soflamas nacionalistas van a subir de tono, siendo un claro anticipo de ello la actuación del señor Puigdemont en Bélgica, denunciando violación de los derechos humanos en España, o las declaraciones de Marta Rovira denunciando amenazas por parte del Gobierno español de sangre y muertes en las calles si se seguía con la DUI.
Siendo tanto lo que nos jugamos el 21D, y habiéndose demostrado la nula credibilidad de las soflamas nacionalistas, esperemos que vuelva el seny al votante nacionalista catalán tradicional, que no renuncie a pensar y que dé un paso adelante para empezar a construir el nuevo futuro de Cataluña. Estando, a partir de ahí, los catalanes no nacionalistas y el resto de españoles obligados a recoger ese guante y hacer que todo esto que hemos vivido se olvide para siempre tal y como ya pasó en su día con el plan Ibarretxe.