Devuelve en sede judicial lo que robó en sede parlamentaria. "Renuncia a continuar con el proceso independentista fuera del marco constitucional" y "acata la aplicación del 155", dice textualmente el auto del magistrado del Supremo, Pablo Llarena. La Regenta deja atrás las frías noches de Alcalá Meco. A nosotros, sin embargo, nos queda una andrómina en el armario (la inversión internacional cae un 55%); un elefante en el comedor (el PIB se desploma); un tigre de Bengala en la nevera (Barcelona pierde la sede de la Agencia Europea del Medicamento) y un búfalo en el dormitorio (el Mobile World Congress anuncia su adiós). Nos hundimos. El daño ya está hecho: hoy lo pagamos en términos de reputación y mañana entraremos en recesión.
Ella, Carme Forcadell, templó y mandó a la hora de laminar la Constitución. Su descaro quedó "inmutablemente esculpido" en el diario de sesiones del Parlament, escribe Llarena con aquel tono enigmático y esdrújulo de los jurisconsultos, trocado en sarcasmo por las fábulas de Iriarte. Pese a su afán destructivo, la Regenta dice ahora que "preferiría no haberlo hecho", recordando al escribiente Bartleby, inmortalizado por Melville.
'Carme Forcadell', por Pepe Farruqo
No comparto su afán destructivo; su tiro la piedra y escondo la mano. No acepto su desprecio olímpico por la ciudadanía. Rechazo su dirigismo barriobajero de los días 6 y 7 de setiembre, cuando impuso el trágala de las leyes de referéndum y de transitoriedad. Y sobre todo, abomino de los antieuropeos que la cobijan, como la formación fascista finesa Auténticos Finlandeses, martillo del multiculturalismo nórdico, la Alianza Neo-Flamenca de Flandes o la italiana Lega Norte egoísta y xenófoba, proveedora de músculo nacionalista en la Padania del norte, que mira con desprecio a la Italia del Renacimiento.
Condeno el supremacismo catalán por fachendoso y ridículo. Desconfío de los euroescépticos de salón, como Carles Puigdemont y Toni Comín (¡si tu padre levantara la cabeza!), y tampoco acepto la petición de amparo a la justicia libre de Bélgica frente a la supuesta justicia franquista española. No lo acepto porque no es de recibo; sencillamente porque es mentira, como desvela el ranking del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, sobre el cumplimiento de las exigencias democráticas, en el que España ocupa una de las primeras plazas, ¡por delante de Italia, Alemania e incluso Bélgica! ¡Gracias, profesora Argelia Queralt por rescatar y publicar este dato trascendental!
A partir de ahora, los que no entren en las listas electorales el 21D (¿se retira Forcadell?) se someterán a la ley del silencio, una cualidad vigorosa; entrarán en la infranqueable barrera del vacío. La Regenta debe prepararse para convertirse en compiladora. Ella resumirá las hazañas de Puigdemont, el pródigo itinerante, de Mas, el reformista de sonrisa iracunda, y de Junqueras, el asilvestrado amaestrado. Los indepes tienen origen pero se desconoce la profundidad de sus doctrinas, como en los escritos sagrados de la antigüedad. Los Bouvard y Pécuchet de la política actual pueden jugar por tiempo indefinido a pasar a limpio los textos de los pioneros, (Puigdemont los de Jordi Pujol; Mas los de Prat de la Riba, y Junqueras el esbozo de Heribert Barrera, buscador del gen catalán) aunque nunca les alcanzarán. Los inventores de la Cataluña moderna no soportarían la mala copia de los políticos actuales que buscan un escenario ad hoc para soltar aquello del "paper de Catalunya al concert de les nacions".
Forcadell es una novicia reconducida por la erótica del poder. Le gustaría sentirse cómoda sin haber producido nada en mucho tiempo
En sus comparecencias bruselianas o en las entrevistas de plató, Puigdemont y los suyos se comportan como esbozos enamorados de sus propias siluetas; hablan alto y claro pero se despiden sin dejar huella. La Regenta adora este papel sin mácula. Es una novicia reconducida por la erótica del poder. Le gustaría sentirse cómoda sin haber producido nada en mucho tiempo, como lo hacen el president exiliat y su gobierno chapucero de la Grand Place cuando toman marron glacé en algún emporio del pollo frito pensando que están en la Closerie des Lilas de Montparnasse, donde Duchamp inventó su escultura-urinario, Baudelaire escribía su splin y Lenin jugó al ajedrez con Paul Fort.
Forcadell fue llamada por la diletancia y sin embargo no consigue zafarse de su rol en el martirologio que tiene establecido de antemano. Es una pieza del antojo autocomplaciente que festonea el procés desde el salpicadero de coche oficial (cuando se despertó, un dinosaurio plateado con chofer oficial la esperaba en los pies de la cama). Trazaba la coreografía de su vida cuando pasó de la ANC a la presidencia del Parlament; dejó la vida del artista por la vida artística. Ahora, su nombre se corea en las calles del grito, donde se entreveran la incoherencia y la rabia de la muchachada montaraz que ostenta el dudoso honor de pertenecer a los Comités de Defensa de la República (CDR). Ella se ha rendido, pero no ha traicionado, como dicen de Santi Vila, santo varón al que su partido ha abierto un expediente disciplinario. Con el detalle de que la Comisión de Transparencia y Cumplimiento Ético del PDeCAT está presidida por Xavier Trias, beneficiado por el fondo fiduciario descubierto en los Paradise papers. Cuando se trata de Convergència, la cabra siempre tira al monte. En los anaqueles de la memoria, el catalanismo de izquierdas ocupa la inoperancia (Ernest, Castells, Tura, Nadal, etc., sabios a mercado abierto sin encuadre), mientras que el catalanismo de derechas es simplemente ladrón. Digámosle a Forcadell que se imponga una larga profilaxis.