El jueves, mientras escribía un artículo para un libro sobre economía del agua y retos del cambio climático, leo una pésima noticia. Financial Times ha filtrado que la decisión sobre la nueva sede de la Agencia Europea del Medicamento está entre Bratislava y Milán. El Gobierno español decidió elegir a Barcelona como un gesto para la sociedad catalana y fue un grave error. La agencia se va de Reino Unido por el Brexit y nadie iba a asumir el riesgo de Barcelona con el culebrón del Catalexit. Granada, Alcalá de Henares y otras ciudades españolas tienen parques tecnológicos de biosalud y seguramente habrían ganado, porque España está infrarepresentada institucionalmente en la UE y éramos los favoritos. Y ahora parece que le toca al Mobile World Congress (MWC).
El MWC ha vuelto a avisar de que, tras la próxima edición, podría irse de Barcelona, y los catalanes ya deberían haber aprendido en el último mes (tras la fuga de más de 2.000 empresas) que las amenazas son creíbles. Los líderes independentistas ya están en campaña y están llevando la posverdad a niveles no alcanzados, ni siquiera, por Donald Trump. Y muchos catalanes les creen.
En las encuestas, el 80% de votantes independentistas afirman que la fuga de empresas no les va a afectar a su economía familiar. Y en la última encuesta de La Vanguardia la percepción sobre la economía ha mejorado en el último mes. Fuga de depósitos, bancos que se van, fuga de empresas, hundimiento del turismo, frenazo de la creación de empleo, de las ventas de coches, de las ventas de casas, etcétera. Y la reacción de los ciudadanos que defienden la independencia es salir a la calle a montar otra huelga general, cortar el transporte, dejar a miles de turistas atrapados en la estación del AVE y en el aeropuerto...
Y mientras, ¿qué hace el ya cesado Govern de la Generalitat? Artur Mas --que montó todo este caos-- ya ha dicho que Cataluña no está preparada para la independencia. Pujol calla por sus pecados con varios de sus hijos amenazados de entrar en la cárcel por chorizos. El número dos de Junqueras ha reconocido que cualquiera con dos dedos de frente sabe que la independencia no es viable. Los Jordis no han puesto en sus alegaciones al juez que son presos políticos; saben que si lo hacen, la juez les puede denunciar y tener una nueva causa. Forcadell ha acatado el 155 cuando negó mil veces que nunca lo haría pasara lo que pasara.
Todos siguen engañado a cientos de miles de catalanes de buena fe que siguen creyendo en la independencia y que con ella vivirán mejor. Muchos de ellos inconscientemente se están disparando en el pie y perderán su empleo
Puigdemont es un fugado de la justicia que sigue sin tener ningún apoyo europeo. Cuando yo he viajado a Bruselas he sido recibido varias veces por diferentes comisarios. Al president de la Generalitat no le dejan ni pasar el arco de seguridad.
Tardà y Rufián son clase alta en Madrid con buen sueldo y dietas oficiales a las que ya han dicho que no van a renunciar.
Los economistas que apoyaron el proceso independentista están escondidos negando que todo este caos vaya a tener efectos negativos sobre la vida de los catalanes. Colau juega a la táctica cuando en su ciudad el turismo se hunde, pierden la Agencia Europea del Medicamento y muy probablemente el MWC.
Todos siguen engañado a cientos de miles de catalanes de buena fe que siguen creyendo en la independencia y que con ella vivirán mejor. Muchos de ellos inconscientemente se están disparando en el pie y perderán su empleo.
A los que advertimos de los riesgos nos llaman fachas y dicen que odiamos a Cataluña. Yo amo Cataluña, me encanta ir a Barcelona, pasear por sus calles y deleitarme con su belleza, bañarme en las playas catalanas, comer calçots como hice el otro día en Casa Ricardo, cerca de Atocha. Tengo familia en Cataluña, tengo muchos seguidores catalanes que me paran por la calle y que me agradecen que les explique la economía por televisión. Y una mayoría que me agradecen que explique las mentiras de los independentistas y que no les abandone.
Por ellos voy a dejarme la piel en la campaña desmintiendo la posverdad de estos vividores que han convertido la política y la independencia en un fin. El dolor y el sufrimiento de miles de catalanes son sólo un medio para seguir cobrando sus sueldos, tener coches oficiales, seguir trincando y llevándose la pasta a paraísos fiscales, como acabamos saber del exalcalde de Barcelona. Lo hago por los catalanes y también para recuperar la normalidad y la imagen de Cataluña y del espíritu de la Barcelona del 92 que yo admiraba.