Inunda el Parlament. Inunda con tus lágrimas la Mesa de la cámara. Y la silla. Esa que te quedaba pequeña y no parabas de buscar postura. Menos el último día que estabas tiesa y con cara de no haber dormido en siete días. Claro, ya presagiabas lo que se avecinaba. Pero no lloraste al contar los votos secretos de la declaración de independencia. Llora ahora, hoy, que posiblemente vayas camino de la prisión. Al menos eso pide la fiscalía. Porque el fiscal del Estado Maza te imputa ante el Tribunal Supremo los mismos delitos ya imputados en la Audiencia Nacional a tus colegas Junqueras y sus exconsejeros. Rebelión, sedición y malversación. Llora, Forcadell, porque además la declaración de independencia de Cataluña se declaró en el Parlament, la declaraste tú. Con cara triste, eso sí. Ay, lo que acabo de hacer, debiste pensar. Declaraste la independencia en nombre de la bancada golpista para dar satisfacción a parte de los catalanes ciegos. Ya Shakespeare nos advirtió sobre el tiempo que nos toca vivir: “Qué época terrible ésta en que unos idiotas gobiernan a unos ciegos”. Llora, Forcadell.
Inunda el Parlament en tu última convocatoria de la Mesa. Llora, Forcadell, y así recordarás tus autoritarias maneras en el Parlament. Cuando destrozaste el reglamento de la cámara. Cuando impediste a la oposición ejercer sus derechos de réplica y enmienda. Cuando permitiste a los tuyos, a tu bancada, aprobar las leyes ilegales e inconstitucionales. ¿Recuerdas, Forcadell? Sucedió los días seis y siete de septiembre. Cuando el circo. El circo que permitiste en el Parlament. ¡Vaya circo! Ni el Circo del Sol se iguala. Lo permitiste todo, Forcadell. Con mano de hierro con la oposición. Con sonrisa irónica para tu bancada. Llora, Forcadell, por permitir que el Parlament se convirtiera en un ridículo circo. Por reírte de la ley, la Constitución y el Estatuto. Llora, Forcadell, porque sabías que estabas delinquiendo, que te lo habían dicho los servicios jurídicos del Parlament y el Consell de Garanties Estatutàries. Llora ahora, Forcadell, antes de entrar en prisión si así lo decide el Tribunal Supremo, porque dentro no vas a tener quien te consuele. Por golpista e ilegal. No habrá fanáticos que te sequen las lágrimas. No estarán los fanáticos del gallinero del Parlament a los que dabas cobijo. Llora, Forcadell.
Llora, Forcadell, por permitir que el Parlament se convirtiera en un ridículo circo. Por reírte de la ley, la Constitución y el Estatuto. Llora, Forcadell, porque sabías que estabas delinquiendo
Mira que tenías seguidores. Lleno a rebosar. El gallinero, me refiero. Fanáticos golpistas. Y tú lo consentías todo. Grandes ovaciones, gritos para jalear a tu bancada, los secesionistas. Mofas y burlas para la oposición. ¿Y la guinda? La guinda fue cerrar el Parlament. No lloraste entonces. Llora ahora, Forcadell. Varias semanas el Parlament cerrado. No se había visto jamás. Nunca. Ni en los peores momentos de los años treinta del siglo pasado, en vísperas del descalabro nacional. Parlament cerrado, no hay control al Govern. Bravo, Forcadell. Llora ahora. Te gustó descerrajar la vida democrática de Cataluña. Destruir las instituciones. El propio Parlament que tú presidías. Fuera legalidad. Como el expresident Puigdemont. Como el exvicepresident Junqueras, ¡ay Junqueras! Más aún. Como la ANC, --tu cuna, tu cocina, tu alcoba, tu salón, tu todo-- y Ómnium. Llora, no pares de llorar.
Puigdemont y sus cuatro jinetes se pasean por Bruselas. ¿Mucho tiempo? Toca esperar, porque con los jueces belgas nunca se sabe. Y con los abogados, menos. Suponemos que no querrán crearle problemas a la Unión Europea. Suponemos. Y los mandarán para España. Mucho suponer. Ellos se fueron. Los otros están encerrados. ¿Y tú, Forcadell, qué has hecho? Te enrocaste. Te acobardaste ante Mariano. Admitiste la disolución del Parlament. Sin llorar. Ahí habías tenido por qué. Una causa sublime. Debiste llorar por el Parlament y lo que significa su disolución. Pero no fuiste capaz. Sólo cuando llegaste a Madrid se te llenaron los ojos de lágrimas. Por lo que veías venir. Por lo que se avecinaba. La prisión. Fin del reinado en el Parlament y en Cataluña. Tranquila. Algo te salió bien. Por un día seguirás cobrando el sueldo que no mereces. Por un día, al cumplir los 65 años cobrarás la pensión de la vergüenza de 3.117,67 euros. Por los dos años y un día de presidenta del Parlament. ¡Vaya leyes! Hechas sólo, por y para los políticos. Vergüenza nacional. Ahora no llores, Forcadell. Eso te salió bien.
Veremos cómo sales hoy del Tribunal Supremo. Veremos si las ratas que huyeron vuelven en una jaula. Veremos si los mudos que están encerrados se deciden a hablar y tienen su recompensa. Todo es posible. Veremos si los ciudadanos aguantamos que nos gobierne tanto idiota, en palabras de Shakespeare. Porque "las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse", en palabras de Maquiavelo. Y tú le has dado la independencia a lo que decidió la minoría. Veremos si tus ojos se llenan de lágrimas. Lo mismo consigues ablandar al juez y vuelves a Barcelona. Aunque sea llorando, Forcadell. No te reprimas. Llora, Forcadell. Por el deterioro económico. Por la división social catalana. Por la fuga de empresas. Por la caída del turismo. Por la caída de las inversiones. Por arruinar a Cataluña. Porque tú has participado en todo ello. Llora, Forcadell. No pares de llorar.