Durante mucho tiempo, el procés tuvo una reducida repercusión sobre la economía catalana. De forma sorprendente, no importó que el ejecutivo dejara de actuar como tal y se comportara como un grupo de activistas políticos, pues sus principales aportaciones fueron la realización de propaganda falaz y la agitación de la población.
Aunque dicha conducta llevó a la pérdida de algunas grandes oportunidades económicas, éstas no hicieron que Cataluña fuera peor que el conjunto de España. Al contrario, tuvo un mejor comportamiento. Entre 2013 y 2016, el PIB catalán aumentó 1,1 puntos más que el español (7,6% versus 6,5%). La clave de esta paradoja tuvo que ver con la escasa credibilidad otorgada al procés por los empresarios y directivos nacionales e internacionales. Casi ninguno pensaba que triunfaría.
No obstante, a muchos de ellos les empezaron a entrar dudas después de los últimos sucesos. La liquidación de la Constitución en Cataluña (6 de septiembre), la aprobación de una ley de transitoriedad (7 de septiembre), la realización de una consulta independentista (1 de octubre) y la amenaza, finalmente ejecutada, de una declaración unilateral de independencia (27 de octubre) aumentaron la credibilidad del procés.
La reacción de numerosas empresas consistió en trasladar su sede social, y algunas también la fiscal, fuera del territorio catalán (más de 2.000 compañías hasta la fecha). Dicho traslado provocó una gran inquietud en muchos ciudadanos, incluso entre quienes habían creído que, de la noche a la mañana, Cataluña se convertiría en Dinamarca del Sur. Su reacción fue doble. Por un lado, protegieron sus ahorros y crearon cuentas espejo. Por el otro, redujeron considerablemente sus gastos extra y aumentaron su nivel de ahorro.
La incertidumbre generada por el procés ha conllevado una gran reducción de la demanda de bienes y servicios en Cataluña
Por su parte, un gran número de turistas extranjeros decidieron anular sus reservas o trasladar su visita a Barcelona a una fecha más lejana. Algunas multinacionales y las más importantes empresas nacionales acordaron paralizar sus planes de inversión en la comunidad hasta que el marco político estuviera más claro. En resumen, de repente, todos ellos padecían de una enfermedad económica denominada incertidumbre. Ésta no había aumentado un poco, sino que lo había hacho de manera brutal.
El resultado ha sido una gran reducción de la demanda de bienes y servicios. Durante el mes de octubre, algunas centros comerciales y grandes almacenes han sufrido una caída de su facturación del 40%. Casi cualquier establecimiento, ya sean cines, restaurantes, centros de estética, etc, ha quedado negativamente afectado. También lo ha sido el mercado de vivienda. En pocos días, éste ha retrocedido casi un lustro. En concreto, al peor momento de la crisis inmobiliaria en Barcelona.
En escasas fechas, debido a un tema político, en Cataluña hemos pasado de una situación de expansión a una coyuntura donde la recesión está muy próxima. La clave ha sido un cambio radical de las expectativas económicas de familias y empresas. Si después de las elecciones del 21 de diciembre, la situación política no cambia drásticamente, los catalanes pasaremos en un tiempo récord de disfrutar económicamente de un círculo virtuoso (casi todo macroeconómicamente va bien) a padecer uno de carácter vicioso (casi todo va mal).
A dicha nueva coyuntura habrá contribuido el boicot espontáneo a nuestros productos realizado por un gran número de ciudadanos del resto de España. Probablemente, la misma dignidad que muchos catalanes argumentan para reclamar la independencia es la que justifica que dejen de comprar los productos fabricados aquí.
Un gran error que puede generar un efecto boomerang por dos motivos. En primer lugar, una parte de los productos exportados al resto de España utiliza materias primas o productos intermedios fabricados en sus territorios. Por tanto, menos demanda de productos catalanes, menos adquisición de bienes producidos en ellos, pues el efecto sustitución nunca es completo.
Una reducción de la demanda de bienes en Cataluña implicará una disminución de las exportaciones del resto de comunidades y una desaceleración de su PIB
En segundo lugar, cuanto peor le vaya a Cataluña, menos bien le irá al resto de comunidades, excepto si a ellas se trasladan centros de producción actualmente ubicados en la primera. Dada la gran integración comercial existente, una reducción de la demanda de bienes en Cataluña implicará una disminución de las exportaciones del resto y una desaceleración de su PIB.
No obstante, si la situación continúa como hasta ahora, la repercusión no será idéntica. A Cataluña le irá muy mal y a España menos bien de lo que le iba. Aunque el nacionalismo catalán lo oculte o niegue, la primera depende más del resto del país que viceversa. El motivo es su gran superávit comercial. En concreto, 17.568 millones de euros, representativo del 8,3% del PIB. Un importe muy superior a cualquiera de los conseguidos en la balanza fiscal observada, cuyo saldo es muy diferente de la neutralizada.
En definitiva, la clave de la magnitud del perjuicio económico está en el comportamiento de familias y empresas que operan en Cataluña. Ahora sí, y no como decía Zapatero en 2008, es una cuestión de confianza, pues la competitividad el país es excepcional y la coyuntura internacional formidable.
A pesar de la dificultad de cálculo, pues éste depende de factores políticos y sociológicos más que económicos, el Banco de España ha obtenido dos estimaciones del posible perjuicio para España. Una es la máxima y la otra la mínima. Entre el momento actual y 2019, la primera implica una pérdida del PIB del 0,3%, la segunda del 2,5%. En relación a Cataluña, únicamente se atreve a indicar que puede entrar en algún momento en recesión.
Aunque a muchos les parezca increíble, las anteriores negativas expectativas los catalanes tenemos posibilidad de alterarlas. El método es muy sencillo y popular: votando el 21 de diciembre y haciéndolo por algunas de las opciones que pretenden conseguir lo probable (un mayor nivel de vida de la población) en lugar de por las que buscan lo casi imposible (la independencia). Espero que antes de dicho día muchos ciudadanos despierten de su sueño, una ilusión que ha sido una pesadilla para un gran número y para el bolsillo de casi todos.