Soraya de Castilla, la vicepresidenta del Gobierno de Madrid, ha vuelto a Cataluña. A Barcelona. Ha vuelto con todo el poder y a ejercerlo. No serán los paseos como en la pasada primavera cuando se reunía con Junqueras. Y no llegaron a ningún acuerdo y, si llegaron, fueron traicionados por el vicepresidente de la Generalitat. Ha vuelto con zapatos de tacón. No en zapatillas como en primavera. Por donde pise dejará marcada su huella. Su tacón se clavará. Si usted, Junqueras, se la cruza por la calle, cambie de acera, o su tacón le traspasará el pie hasta fundirlo con el adoquín. Soraya ha vuelto a Cataluña. Y no a pasear. A imponer la ley. Soraya de Castilla, regenta de Cataluña.
Porque alguien tiene que poner orden. Alguien tiene que ocuparse de hacer que Cataluña vuelva a funcionar. No como el bobín (como dicen en mi tierra, diminutivo de bobo) de Puigdemont que destrozó y arruinó Cataluña en dos meses para luego darse a la fuga. Hay que ser bobín. Cobarde. Meter a miles de ciudadanos en el gran autobús de la ilusión independentista y luego fugarse y abandonarlo en la cuneta. Más traidor y cobarde no se puede ser. Y ahora no vuelve. No quiere ver por nada del mundo a la juez Carmen Lamela. No la quiere conocer. Que más adelante. Pasadas las Navidades, que con el turrón y el cava ya se le habrá pasado el mal humor. Además, ya habrá president que lo sustituya y, ¡hombre!, le echará una mano. O las dos, si es Junqueras el president. Pero al cuello. Aunque Junqueras bastante tiene con salvar su piel de la sombra de Soto del Real. Pero hay cosas que se guardan hasta el fin de los días. Y ahí, Puigdemont, no te salvas.
Soraya ha vuelto a Cataluña. Y no a pasear. A imponer la ley. Soraya de Castilla, regenta de Cataluña
¡Cómo le gusta viajar a Puigdemont! Un día en Girona, al siguiente en Bruselas, hoy lo mismo está en las islas Caimán u otras parecidas. Pero no en Madrid. Piénsalo, Puigdemont. Yo acudiría a Barcelona. Ahí está Soraya. Tiene buen corazón y, casi seguro, te echará una mano. Seguro que te ayuda. Hombre, una vez sentado, las dos bofetadas no te las libra nadie. Por bobalicón y tonto. Pero luego te ayuda. Prueba. Eso sí, te quita la tontería de la cabeza en dos minutos. Para que no repitas. Para que no hagas más el ridículo por Europa. ¡Vaya ridículo! Toda Europa está asombrada de cómo un tipejo como tú has podido llegar a president. No se lo creen. No les cabe en la cabeza. Con dos guantazos Soraya te coloca la cabeza en su sitio. Prueba.
Aunque, pensándolo bien, tú no eres el problema. El problema es cómo recuperar la sensatez y la cordura en Cataluña. La de miles de ciudadanos. Porque quien disiente de sus razonamientos es tratado de reaccionario, o de elitista, o de facha directamente. De lo que se les ocurre. Les vale con el emotivo discurso para encandilar a las masas y que éstas no se preocupen de los problemas de fondo de la sociedad catalana. Incluso de los económicos. De la corrupción económica de las familias y políticos. Mucho trabajo para Soraya de Castilla. Porque la clase dirigente catalana ha robado a maletas llenas. ¿Hace limpieza Soraya? ¿Tienen que hacer limpieza los partidos políticos antes de confeccionar sus listas? Demasiados temas punzantes. Hasta ahora sólo ha importado lo conveniente en los partidos. Han seguido la vieja estructura de mordidas, financiación ilegal o desvío de fondos públicos ideada por sus padres políticos. Fin de pactos. Fin de lo bueno y malo. De lo que es ley o no. De lo que es robar o financiar el partido por “vías extraordinarias”. ¿Se podrá? Permítanme que lo dude.
Largo es el camino que nos espera. Años para recuperar la normalidad. Habrá que empezar por la elecciones del 21D. Soraya de Castilla lo llevará a buen puerto. Seguro. El resto del camino les tocará a los ganadores. Y les quedará bastante que dirigir y descubrir. Y que digerir las sentencias judiciales. Que las habrá.