En la actualidad, los tipos de interés en la zona euro se sitúan en un nivel muy diferente al habitual. El euribor a un día (más conocido como Eonia) y a un año están en negativo. En el pasado mes de septiembre, el primero se acercó notablemente a su mínimo histórico (- 0,359%) y el segundo lo alcanzó. En concreto, se situaron en el -0,358% y -0,168%, respectivamente. Una característica que comporta que quien se endeuda a dichos tipos no paga, sino cobra intereses. Indudablemente, una excepción a la regla.
Su anómalo nivel tiene mucho que ver con las características de la política monetaria del BCE. En los dos últimos dos años y medio, es la más expansiva que jamás ha existido desde la creación de la zona euro. A través de ella, nuestro banco central cambia deuda pública y privada por liquidez (60.000 millones de euros mensuales), penaliza a los bancos que depositan su dinero en él (la facilidad marginal de depósito está en el -0,4%) y prácticamente no percibe nada por los préstamos que les concede (la facilidad marginal de crédito se sitúa en el 0,25%).
Los principales objetivos de dicha política monetaria son el aumento del crecimiento económico y, especialmente, de la tasa de inflación. Durante los dos últimos años, el primero ha sido insuficiente (una media del 2% y 1,7%, respectivamente) y la segunda inusualmente reducida. En promedio, un 0% en 2015 y un 0,2% en 2016. Un nivel muy inferior al considerado óptimo por parte del BCE. Así, según éste, la estabilidad de precios se alcanza cuando la tasa de inflación se sitúa por debajo del 2%, pero muy próxima a dicho nivel.
Los principales objetivos la política monetaria del BCE son el aumento del crecimiento económico y, especialmente, de la tasa de inflación
En el ejercicio de 2017, después de numerosos años de crisis o estancamiento económico, la zona euro ha entrado en expansión. Un aspecto que, según mis previsiones, llevará al PIB de la zona euro a crecer en el cuarto trimestre a un ritmo del 0,8% y generará en éste un aumento interanual del 2,7%.
Por otra parte, la tasa de inflación volverá a niveles más normales de los alcanzados en los dos últimos años y se situará en diciembre en el 1,2%. Dicho nivel será inferior al de septiembre (1,5%), pues dudo mucho que se repita la elevada alza del petróleo (un 15,8% el barril Brent) que tuvo lugar en el último trimestre de 2016. A finales de año, el nivel de la subyacente, que no tiene en cuenta las variaciones de los precios de los alimentos no elaborados y los productos energéticos, llegará al 1,3%. Tendrá un valor idéntico al observado en septiembre y cuatro décimas superior al advertido en el pasado diciembre.
En conclusión, en el inicio de 2018, estaremos delante de un marco económico caracterizado por un crecimiento económico relativamente elevado y una baja tasa de inflación, tanto la general como la subyacente. Un nivel de esta última principalmente consecuencia de la escasa subida salarial del último año. Dos serán las principales explicaciones: una elevada tasa de paro en algunos países (la media de la zona euro se sitúa en la actualidad en el 9,1%) y una legislación laboral cada vez más favorable a los intereses de las empresas.
Este contexto ha llevado al BCE a prolongar la compra de deuda pública y privada (quantitative easing) durante 9 meses más. En concreto, hasta septiembre de 2018. No obstante, durante dicho período, el volumen de adquisiciones se reducirá a la mitad y se limitará a 30.000 millones de euros al mes. Un plazo que puede ser más largo del inicialmente previsto si la tasa de inflación subyacente continúa situándose significativamente por debajo del 2%.
El retraso del aumento del tipo de interés es una muy buena noticia para España, pues tanto el sector público con el privado tienen aún un elevado endeudamiento
Además, Draghi ha señalado que el primer aumento del tipo de interés de referencia, actualmente en el 0%, no tiene porqué efectuarlo el BCE inmediatamente después de la fecha de finalización de la quantitative easing. Un aspecto que ha provocado que un gran número de analistas considere que la primera subida de dicho tipo sucederá en 2019, pero tardará en llegar, siendo las siguientes relativamente espaciadas en el tiempo.
Indudablemente, si las anteriores previsiones se cumplen, constituirá una muy buena noticia para España, pues tanto el sector público como el privado tienen aún un elevado endeudamiento. No obstante, yo no creo que sucederá tal y como indican la mayoría de los analistas y Draghi insinúa.
Desde mi perspectiva, en los dos próximos años, la bonanza económica llevará a las empresas a pactar con los sindicatos un mayor aumento de los salarios, con la finalidad de evitar un incremento de la conflictividad laboral. Por otra parte, el alargamiento del período de compra de deuda pública y privada, unido al cumplimiento por parte de Trump de algunas de sus promesas económicas, generará un sustancial apreciación del dólar con respecto al euro. Ambos aspectos provocarán que la tasa de inflación subyacente (la principal para el BCE) se situé en septiembre de 2018 en el 1,7%.
Dicho nivel, al ser considerado prácticamente óptimo por el BCE, comportará la finalización de la quantiative easing en el indicado mes. Además, impulsará el aumento de la facilidad marginal de depósito, aunque probablemente continúe en negativo, durante el último trimestre del próximo año. La primera subida del tipo de interés de referencia se demorará poco y no me extrañaría que sucediera en la primera reunión del BCE de 2019. Durante el resto del ejercicio, dicho tipo ascenderá hasta el 1,25%. Una tendencia al alza que continuará en el 2020.
La mayoría de analistas prevén que los tipos de interés durante los dos próximos años continuarán casi tan bajos como en la actualidad
En resumen, el BCE y la mayoría de analistas prevén que los tipos de interés durante los dos próximos años continuarán casi tan bajos como en la actualidad. Mi impresión es que así sucederá en 2018, pero que en 2019 empezará una significativa y relativamente rápida subida del tipo de interés de referencia.
Si la primera opción les resulta creíble, no han de hacer nada con sus deudas ni sus inversiones en renta fija, al menos durante 2018. Si la segunda alternativa es la que consideran más plausible, mi recomendación es que pasen su hipoteca de tipo variable a fijo. Es preferible pagar más un año que durante un período de tiempo muy superior. También les sugiero que vendan sus bonos y obligaciones, pues su precio y el tipo de interés fijado por el mercado varían en sentido contrario. Si pretenden hacerlo, no esperen hasta el último minuto y procedan a cambiar su estrategia de endeudamiento e inversión un poco antes del próximo septiembre.