No me negarán que esta quinta y última temporada de la serie de producción local The Process está resultando inquietante. Cada nuevo capítulo es un giro inesperado. Algunos críticos dicen que los guionistas se han inspirado en Breaking Bad, y otros en Stranger Things. Pero la audiencia solamente desea que no acabe como Aquí no hay quien viva.
Ahora bien, no me negarán que la imagen del capítulo del pasado 6 de septiembre del Parlament medio lleno, o medio vacío, según se mire, claro, no deja de ser evocadora y hasta reveladora. A pesar de ser un instante de gran transcendencia (momento histórico número 327 según El Libro Guinness de los Records), sorprendían los rostros cariacontecidos de algunos actores, tanto principales como secundarios. El personaje que representa Oriol Junqueras, tras la histórica votación, se incorpora pausadamente, mira a los lados, resopla y aplaude con desgana, lo mismo se puede decir de algunos otros actores de reparto. Esto, según los expertos, puede ser una consecuencia de la Paradoja de Abilene. O que a lo mejor el actor Oriol Junqueras estaba pensando en Juego de Tronos.
Pero, ¿y eso de Abilene qué es?, pues de acuerdo con Jerry B. Harvey (The Abilene Paradox and other Meditations on Management, 1988), la paradoja de Abilene es una situación en la que varios individuos provocan con su actuación un resultado no deseado por ninguno de ellos. ¿Y cómo se llega a esta sinrazón?, pues por la mezcla de varios factores: el temor a expresar objeciones, malentendidos (yo pensaba que tú querías...) y la voluntad de agradar por encima de mostrar su opinión discrepante. Y al final, todos se dan cuenta de lo desacertado del resultado. Pero ya es demasiado tarde.
¿Cuántos de los 72 diputados que el pasado 6 de septiembre votaron en contra del Estatut, la Constitución, la democracia y la convivencia sintieron por un momento el frío escalofrío por su cuerpo?
Entonces, me pregunto, ¿cuántos de los 72 diputados que el pasado 6 de septiembre votaron en contra del Estatut, la Constitución, la democracia y la convivencia sintieron por un momento el frío escalofrío de Abilene por su cuerpo?. Cierto que algunos de los llamados "sensatos" ya se habían bajado del tren antes de iniciar este trayecto final. Pero, de los que todavía quedaban, ¿había alguno atrapado en su silencio y cobardía, o eran todos fervientes creyentes?. Eso lo comprobaremos en los próximos capítulos.
Otros críticos de televisión complementan la Paradoja de Abilene con la teoría de Asch sobre conformidad social. Es decir, ¿cuántos de esos 72 diputados hubieran afirmado esa oscura noche que de hecho era de día y que lucía el sol a las 2 de la madrugada?. Asch lo explica claramente en sus experimentos: un 30% aproximado de la gente te puede decir que es de día (cuando son las 2 de la madrugada) si todo el grupo dice que es de día. Sí, gregarismo puro y duro, miedo a salirse del rebaño y, sí, por muy absurdo que le parezca, existe. A lo mejor soy yo, o usted, querido lector, el cegado gregario y no nos hemos enterado.
Habrá que esperar a la resolución de la emocionante serie The Process para averiguar si las teorías de los críticos sobre Abilene y Asch se cumplen o se trata de una gran bluf como ya sucedió con el decepcionante final de Lost (Perdidos). Ahora dicen algunos entendidos que los guionistas de Lost fueron improvisando hasta el final y que nunca tuvieron claro cómo terminar con el guión de la serie. Y de ahí el gran chasco final. To be continued, or not.
(Bonus track: banda sonora recomendada para este artículo: Revuelta en el frenopático, de Kortatu).