No podía debutar mejor Gemma Nierga en Catalunya Ràdio. Todos sabemos que esa emisora es un arma de destrucción masiva de neuronas, para eso la inventaron, pero incluso en los burdeles más tirados del Far West solía haber un piano, y al piano a veces un virtuoso. En esa emisora, por inverosímil que parezca, hay también buenos profesionales y gente decente, lo sé por experiencia. No suelo escuchar la radio, pero hace años tuve el gusto de colaborar allí durante un breve periodo de tiempo, invitado a comentar asuntos culturales por quien fue entonces su director, Fèlix Riera; éste, aún siendo nacionalista (pero nadie es perfecto y además sostengo que todos deberíamos tener un amigo nacionalista) es también una persona civilizada y dialogante y va sobrado de ideas, motivos por los que no podía durar, ni duró, en aquella butaca.
A veces hablar de asuntos culturales me obligaba también, o por lo menos yo sentía que me obligaba, a comentar asuntos espinosos de política cultural. Tuve el raro gusto de decir cuatro verdades a la audiencia, que seguramente se sintió extrañada, desacostumbrada como está a oírlas en ese punto del dial. Riera no me lo reprochó ni se le ocurrió censurarlo aunque mis modestas performances no debieron ayudarle precisamente a consolidar su posición. Ya he dicho que es un demócrata.
A riesgo de inventar la pólvora diré que Nierga es una locutora brillante que sabe hablar y dejar hablar y que está en posesión de un ritmo y una dicción estupendas y de una voz bonita que no empalaga
Decía que no tengo el hábito de escuchar la radio pero el pasado sábado seguí el debut de Gemma Nierga en el programa El Suplement, por curiosidad, para ver qué hacía en un sitio como ese quien durante tantos años fue voz de la Ser. La verdad es que se estrenó en el nuevo espacio, de dimensiones mucho más modestas de las que ella estaba acostumbrada, con inteligencia, finura y sentido de la oportunidad periodística, llevando ante el micrófono a los dos violoncelistas que tocaron en la plaza Cataluña (de Barcelona) en la manifestación de repulsa al atentado islamista. Hizo sonar unos compases de un concierto de Haydn seleccionado por uno de ellos (Guillem Gràcia, de 12 años, un chico muy desenvuelto, de Matadepera, según me pareció entender) e instó al otro, Peter Thiermann, solista alemán en la orquesta del Liceo, a contar un par de anécdotas “de sabor humano” como suele decirse. Nada que hiciese arder el pelo, pero fueron quince minutos de radiofonía químicamente pura, entretenida y digna. A riesgo de inventar la pólvora diré que Nierga es una locutora brillante que sabe hablar y dejar hablar y que está en posesión de un ritmo y una dicción estupendas y de una voz bonita que no empalaga. Virtudes rarísimas.
Aunque mis pensamientos difieren bastante de los suyos y aunque no la conozco personalmente, le deseo lo mejor: que no la infecte la podre de los fachas que pululan por Diagonal 614 y que siga dando cada sábado aquello a lo que tiene derecho la audiencia de una emisora pública: una compañía civilizada y amable que le hace bien y que la eleva.