1. Doble moral. Poco a poco los medios de comunicación van desgranando los puntos oscuros, las incógnitas, los errores de la gestión policial y política de los atentados de Barcelona y Cambrils. Uno de los aspectos que empieza a ser cuestionado es si la muerte en Subirats, por disparos de la policía, del presunto autor material de los atentados está justificada dadas las circunstancias en que se produjo.
Lo que quiero destacar es el silencio sobre esta cuestión de partidos y organizaciones humanitarias que, por un lado claman contra la islamofobia, militan contra la pena de muerte, denuncian excesos policiales y organizan homenajes de otros terroristas, no ya presuntos sino condenados por sentencia firme, pero que en esta ocasión, por intereses políticos, parecen haber enmudecido clamorosamente.
Soy contrario a la pena de muerte. Lógicamente y con más razón cuando se practica sin un juicio previo. Por ello me irrita la doble moral de muchos, especialmente de algunos sectores de izquierdas que presumen de humanismo y sobre el papel militan contra la pena de muerte pero callan por interés político en el caso que nos ocupa. Aunque no debería sorprenderme, pues ya han dado muestras reiteradas a lo largo de la historia de su ceguera selectiva y su fanatismo ideológico. Se denominan antifascistas pero actúan como fascistas.
La idea, demasiado en boga en Cataluña, de que el fin justifica los medios está en el origen de todo tipo de tropelías. Esta degradación moral es otro debe en el procés. Todo vale
La idea, demasiado en boga en Cataluña, de que el fin justifica los medios está en el origen de todo tipo de tropelías. Esta degradación moral es otro debe en el procés. Todo vale. Lo más grave es que esta contaminación ha llegado a parte de la ciudadanía. Mucho humanismo de boquilla pero permisividad ante actuaciones policiales que merecen ser analizadas, al menos, para conocer cuáles eran las órdenes a los agentes.
2. El odio como instrumento político. Decía Chéjov que un odio común une más a la gente que el amor, la amistad o el respeto. Los políticos sin escrúpulos lo saben bien y lo inoculan en la sociedad para lograr sus objetivos. Militen en el nacionalismo, o en cualquier tipo de populismo ya sea de extrema derecha o de extrema izquierda.
La triste realidad es que en Cataluña el fomento del odio a lo español o, simplemente, a los que no somos secesionistas, ha sido promocionado desde el poder a través del victimismo y el supremacismo. Este odio sirve de coartada para justificar lo injustificable y hace que incluso un atentado se instrumentalice en pro del objetivo de la secesión y se criminalice a cualquiera que ose poner en duda el triunfalismo oficial.