Parece que se nos olvida saber que los terroristas de la célula que sembró la muerte en Las Ramblas de Barcelona eran catalanes. Alguno incluso nacido en Cataluña, otros instalados aquí desde hace muchos años. Chicos escolarizados en la inmersión lingüística, integrados en la sociedad, catalanoparlantes.
Moussa Oukabir nació en Ripoll (Girona). Younes Abouyaaqoub, el que arrolló niños y viejas con su camioneta en Las Ramblas, trabajaba como soldador en una empresa de transformación de planchas. Su "coordinador" en la empresa comenta: "Le hablabas de política catalana y te contestaba argumentándotelo todo. Siempre miraba por Cataluña. Decía que era su país, y que estaba muy agradecido a esta tierra, por cómo le habían acogido, a él ya su familia". O sea, todo un catalán, según la famosa definición de Jordi Pujol que tanta aceptación tuvo: "Es catalán quien vive y trabaja en Cataluña". Incluido el agregado posterior "y quiere serlo". Bien, ellos cumplían todas estas exigencias.
De otros miembros del comando asesino recuerdan sus vecinos y sus condiscípulos que eran excelentes muchachos; uno fue delegado de curso en su colegio, otros eran miembros del equipo de fútbol sala, etcétera. Todos hablaban catalán perfectamente. También castellano, a juzgar por el rap que compuso Moussa Oukabir: "Soy un pirata / no quiero ni tu oro ni tu plata / lo que quiero es lo que tienes / entre pata y pata".
Eran terroristas más catalanes que muchas de sus víctimas, turistas a los que asesinaron en Las Ramblas
¿Cómo se le va a negar la catalanidad a unos chicos que nacieron o crecieron no ya en la tibia, cosmopolita Barcelona, sino en el corazón del Heimat, precisamente donde más obsesivamente se habla de "raíces", de "sentimiento de pertenencia" (que es el sentimiento de que el país te pertenece), de "sentimiento de comunidad", de "patria" y de "integración"? ¿Allí donde flamean las oriflamas en todos los campanarios?
Eran –son, los que han sobrevivido– terroristas más catalanes que muchas de sus víctimas, turistas a los que asesinaron en Las Ramblas.
Verdugos aborrecibles, pero consecuentes con un ensueño muy occidental: ese ensueño del romanticismo europeo que sostiene que los preferidos de los dioses mueren jóvenes. Ese romanticismo se metaboliza en el nihilismo y se prolonga, fuertemente estetizado, hasta el punk anglosajón, que postula "No future" y recomienda "vive rápido, muere joven y procura que tu cadáver tenga buen aspecto". Bien, estos chicos de Ripoll, crecidos al pie de los Pirineos en un entorno de "identidad fuerte" pero supuestamente tan civilizado, tan educativo, tan acogedor, tan respetuoso con la diferencia, tan integrador en su sentimiento nacional, han sido inmunes a estas insistentes solicitaciones y han llevado lo que predicaban los románticos y los nihilistas europeos más allá de la palabrería y el postureo de los punks: a la más cruda realidad.
Son verdugos aborrecibles, pero consecuentes con un ensueño muy occidental: ese ensueño del romanticismo europeo que sostiene que los preferidos de los dioses mueren jóvenes
Ha sido, para ello, necesario el agente precipitador: el imán del Estado Islámico que supo detectar en esos chicos de Ripoll la secreta insatisfacción con ese mundo tan armonioso e integrador que no hay diferencia que se le resista y adoctrinarles para conducirles a un objetivo claro y neto, lleno de sentido, rápidamente: la transformación del pequeño delincuente avergonzado, del adolescente insatisfecho, del chico confuso, del que con mayor o menor motivo se siente diferente, ofendido y humillado, en fanático terrorista, es siempre rapidísima, cuestión de meses. También es rasgo común el entrenamiento físico, deportivo (en este caso, la práctica del boxeo) y la ingesta de estimulantes a la hora de acometer "el hecho".
A poco corazón que tenga uno, le han de dar mucha pena las víctimas cuyo gran crimen era pasear por Las Ramblas. A mí esos chicos infelices también me dan pena. Algunos han muerto antes de vivir. Los supervivientes tienen ante sí la expectativa de seguir en sus trece y llevar una vida de perros, o ser desprogramados y entonces comprender el gran timo del que fueron objeto, la magnitud y el absurdo de lo que han hecho.