Todo empieza en el Orinoco. En El Callao y sus adentros, en la Venezuela petrolífera; en un valle fluvial que avanza con el aplomo de la selva, dispuesto a combatir al caudillismo, pero atenazado entre las garras del caudillo. El gran río de Rómulo Gallegos, metáfora de la vida, envuelve a Juan Carlos Monedero, el profesor de Podemos limitado por la realpolitik de sus camaradas, y al escurridizo Ramón Blanco Balín, cerebro financiero de Gürtel y fiel al PP; ambos tocados por el influjo de la república bolivariana. El primero, atraído en su momento por el liderazgo de Hugo Chávez, y el segundo, imantado por el negocio petrolero.
Blanco Balín, asesor de Francisco Correa y cerebro fiscal de Gürtel, reaparece en una sociedad autorizada por las autoridades de Caracas dedicada a la explotación de uno de los yacimientos petrolíferos más extensos del planeta, en la Franja del Orinoco. Petróleos de Venezuela, la poderosa empresa pública, que escapa al control de los reguladores y al contraste de los mercados, está asociada con una firma de Balín domiciliada en Amsterdam, paraíso de las holdings holandesas, una modalidad al uso de la mejor opacidad fiscal. El blanqueador de Gürtel, ex inspector fiscal y amigo de juventud de Aznar, es un socio vigoroso de la Venezuela de Maduro, un régimen que su partido, el PP, condena y exorciza sin denuedo.
Siguiendo el hilo de un informe de la Agencia Tributaria encargado por el juez Ruz, uno puede comprobar que Balín esnobea y se jacta de sus hazañas tributarias con empresas pantalla tocadas con nombres que quieren destacar por su elegancia, como Hator Consulting y Osiris Patrimonial; todas a favor del endomingado Francisco Correa. Los autores de la investigación judicial mostraron en su momento que Balín había ido formando una red con sede en paraísos fiscales y con residencia en Holanda que conforman lo que él llamó la "estructura holandesa". Este genuino representante del sector negocios del PP emergió como gran gestor en la etapa de las privatizaciones, en la divisoria del año 2000, cuando Telefónica, BBVA, Iberia y otras pasaron de la Sepi, patrimonio público, a convertirse en privadas cotizadas y soportes del Ibex 35. Aquel momento de alegría del dinero fácil, con el euro en formación, los tipos de cambio irrenunciables y tipos de interés bajísimos, contó con la mano de Cor Corporation (la sociedad creada por Rodrigo Rato, culmen de la gran piñata) y determinó el futuro de Balín. Se convirtió en presidente del Comité de Auditoría de Repsol y más tarde llegó a la vicepresidencia de la gran compañía petrolera.
Blanco Balín es de los que priman el interés económico por encima de la democracia, y Juan Carlos Monedero, de los que estiman el bullicio de los de abajo dispuestos a compensar la queja a costa de libertad en términos de espacio público
Blanco Balín es de los que priman el interés económico por encima de la democracia, y Juan Carlos Monedero, de los que estiman el bullicio de los de abajo dispuestos a compensar la queja a costa de libertad en términos de espacio público. El profesor no se acongoja cuando habla de la Latinoamérica luminosa de los Lula (Brasil), Correa (Ecuador), Morales (Bolivia), Kirchner (Argentina), Lugo (Paraguay), Mújica (Uruguay), Funes (El Salvador) e incluso Bachelet (Chile). El reparto de Argentina, el descaro ineficiente de Chávez, el anclaje de Bolivia y los escándalos en Brasil no le pillan por sorpresa. Él se limita a referenciar que la educación y la salud llegaron a los sectores populares, se completó la alfabetización, se construyeron viviendas públicas, nuevas infraestructuras, transportes públicos y se frenó la dependencia del FMI. No ha repasado el Plan Brady de los años ochenta, cuando la deuda pública latinoamericana se aplazó, pero hubo que reestructurarla con intereses. Las quitas son solo un mito. En realidad, la deuda es un chino sentado en la puerta de su casa esperando a que tu cadáver pase por delante de su puerta en un catafalco con ruedas. En el argumentario de Monedero tiene poca cabida la autocrítica. Como analista es un ganador, pero su ascenso a la praxis de las instituciones debió quedarse congelado ante de empezar, junto a Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el museo de cera de Madame Tussauds.
La Latinoamérica del frentismo y el golpe de Estado pasó a la historia. Los asesinos de la Escuela Mecánica de la Armada argentina y los que sostuvieron a Pinochet en Chile llevaban la firma de los mercenarios vestidos de militar que se pronunciaron hace pocos días en Carabobo (Venezuela) tratando de demostrar al mundo que el ejército se levantaba contra Maduro. No funcionó. No hay “golpe democrático” contra Maduro, lo cual quiere decir que el presidente de Venezuela seguirá imponiendo su golpe institucional basado en la lamentable Asamblea Constituyente. Como es bien sabido, esta Constituyente, repleta de tercios familiares, dirigentes comunales y mediopensionistas del chavismo, sustituye al parlamento de la nación, salido de los comicios legales de 2015 y de mayoría opositora. Es conocido que muchos chavistas de corazón se hartado de su presidente, pero no se atrevan a emular a la valerosa ex fiscal general, Luisa Ortega, declarada en rebeldía tras oponerse a Maduro.
En la dupla de hoy, la libertad juega al escondite entre el interés de Balín y el casi dogma de Monedero
No hay fisura militar, pero si hay fisura moral ante los embates del presidente atrabiliario y faltón que no duda en recortar las libertades para perpetuarse en el poder. Monedero invoca frecuentemente a Antonio Gramsci y debería recordar que los revolucionarios que lo tuvieron de guía se unieron al frente democrático italiano para derrotar a Mussolini. La libertad es lo primero en palabras del guerrillero Celeste Negarville, interpretado por Nino Manfredi en Roma città aperta de Roberto Rossellini, cinta augural del neorrealismo italiano, con una soberbia Anna Magnani. En la película, el radical Negarville de la ficción dice defender hasta muerte el derecho a opinar de sus compañeros de la derecha, que son democratacristianos y liberales. Por no revelar las identidades de sus contrincantes, muere a manos de los torturadores del SS.
La libertad no es ornamental; nos concierne en primer término. Ni uno de sus centímetros se puede tocar con el pretexto de defender la igualdad. Maduro la restringe desde el rincón feroz de Raúl Castro, un veterano plutócrata que vive en la hipérbole de la gloria porque perteneció al 26 de Julio, en la Sierra Maestra cubana. En la dupla de hoy, la libertad juega al escondite entre el interés de Balín y el casi dogma de Monedero. La navaja de Guillermo explicaría mejor la procacidad de Blanco Balín por simple interés económico; en cambio, al monje tal vez le daría pereza abrir en canal el análisis de Monedero, tigre en sus intenciones, pastueño en sus verdades.