La serpiente del verano se llama Rumor. Y esta temporada, el tema que arrastra de aquí para allá el animal periodístico que domina los días aburridos de vacaciones es la hipótesis de la negativa de algunos miembros del Tribunal Constitucional a seguir siendo utilizados por el Gobierno en su estrategia jurídica contra la Generalitat. Especialmente en el momento en el que hubieren de actuar directamente contra la autoridad del presidente catalán.
Un rumor puede ser dos cosas. La antesala de una noticia, según la tradición de los viejos periodistas; o una filtración interesada para evitar que la temida noticia se materialice, según los manuales de política práctica.
El PP, pensando en una circunstancia como la del 1-O, ideó y aprobó una polémica reforma del TC para regalar al alto tribunal nuevas competencias, permitiéndole hacer cumplir vía exprés sus prohibiciones. Se trataba de evitar los dos caminos naturales para las desobediencias jurídicas. La ordinaria, a través de la querella y su lenta tramitación para llegar a la inhabilitación; o la excepcional, para cuando el Estado está en peligro, apelando al Senado para habilitar el artículo 155, o atreviéndose a declarar el estado de excepción y otras figuras cuya sola mención asustan a medio mundo.
Rumor dice: el TC le va a fallar a Rajoy pues los magistrados solo estarían dispuestos a actuar contra Puigdemont por consenso, y éste no se producirá dado que los magistrados que ya se opusieron a la constitucionalidad de la reforma del tribunal van a mantener su discrepancia.
Un rumor puede ser dos cosas: la antesala de una noticia, según la tradición de los viejos periodistas; o una filtración interesada para evitar que la temida noticia se materialice, según los manuales de política práctica
Imagino el verano que estarán viviendo los supuestos magistrados rebeldes gracias a la dicharachera serpiente del calor y el tedio. O sea, que estás dispuesto a dejar a España al pairo por un “quítame allá esas pajas teóricas”; eso le escupirán mil voces más o menos amigas o amenazantes a través de sus móviles. Claro que otras les susurrarán: “Tu dignidad de honora, magistrado, no cedas ante el poder político a cambio de tus principios”.
El rumor de nuestra amiga Rumor está bien planteado, técnicamente hablando, claro. En este caso, probablemente obedece a las dos interpretaciones más habituales de la figura periodística: la información es veraz, responde a una situación real que un día podría ser noticia (habrá magistrados resistentes a la aplicación de las nuevas posibilidades constitucionales) y la fuente de su divulgación está interesada en alertar a la opinión pública, y a todos los resortes, del estado de la urgencia de doblegar a los altos insumisos, antes de que sea demasiado tarde.
La complejidad del tablero institucional en el que se juega el conflicto entre la Generalitat y la Moncloa podría inspirar una tercera interpretación al sentido de lo anunciado por la simpática serpiente: la utilización del rumor para crear un escenario alarmante y así ir sentando las bases de justificación de una decisión política comprometida, según consta en los apuntes del buen aprendiz de secretario florentino.
El discurso implícito es sencillo: “Ya ven, lo hemos intentado todo, minimizar los efectos colaterales, mantenerlo en el plano jurídico, limitar las sanciones a unos pocos, pero las resistencias de unos magistrados prisioneros de su prurito profesional no nos dejan alternativa, vayan haciéndose a la idea, queridos súbditos, solamente nos resta la vía excepcional”.
Luego, están los colaboradores involuntarios de esta estrategia comunicativa; el conseller de guardia que se encarga de obtener el mejor titular sobre la inutilidad del Tribunal Constitucional para frenar la desobediencia independentista anunciada día tras día. Bueno, quizás todo sean elucubraciones y la serpiente Rumor ni tan solo exista.