Las ratas no gozan de buena prensa (salvo los roedores edulcorados de Walt Disney y otros similares). H.P. Lovecraft, en Las ratas de las paredes, nos sumerge de forma magistral en la obsesión del último descendiente de una larga estirpe. En la mansión que acaba de restaurar, solo él y su viejo gato perciben el ruido que hacen miles, millones de ratas que corren enloquecidas tras las paredes. Su búsqueda nos conducirá a conocer el repugnante secreto que esconden esos muros.
Estos pequeños mamíferos nunca nos han traído nada bueno. A mediados del siglo XIV la peste negra asoló Europa, Asia, India, Oriente y el norte de África. Se estima que un 60% de la población perdió la vida por el contagio de la bacteria Yersinia pestis que afectaba a las ratas y a otros roedores y que se transmitía a los humanos a través de la picadura de los parásitos (chinches y pulgas) que portaban los animales infectados. Ciudades, pueblos, castillos, granjas, fueron devastados. Los viajes en barco facilitaban la dispersión de la epidemia, además de la falta de higiene y el desconocimiento de la causa de la enfermedad. No faltó quien la atribuyó a un castigo divino consecuencia de la vida licenciosa y la relajación de costumbres.
Algunos interpretan 'El flautista de Hamelín' como que el gobernante siempre debe cumplir con la palabra dada y si no lo hace, siempre hay consecuencias; deberíamos recordar esta fábula más a menudo, y recordársela a todos aquellos que faltan a sus compromisos
Las ratas son uno de los mamíferos que se adaptan mejor al entorno. Nuestro exceso de alimentos con el consiguiente aumento de desperdicios y basuras, y sobre todo, nuestra comida hipercalórica las mantiene bien cebadas. Estos animales marcan su territorio mediante la orina, por lo que además causan daños. En Nueva York les han declarado la guerra y para ello se ha aprobado un presupuesto de 32 millones de dólares. Estiman que hay el doble de ratas que de habitantes. Casas, alcantarillas, fábricas, lugares abandonados, les procuran calor y protección y cada vez son más resistentes a los venenos. En la ciudad de los rascacielos se instalarán nuevos contenedores a prueba de roedores que además compactarán la basura mediante la energía solar (cada contenedor cuesta unos 7.000 dólares), se usará gel seco en lugar de pesticidas para envenenarlas y los ciudadanos deberán depositar la basura a partir de las cuatro de la madrugada.
En el cuento de los hermanos Grimm El flautista de Hamelín, ante una epidemia de ratas, los habitantes (o la Reina, según las versiones) pidieron a un joven flautista que se llevara a los roedores del pueblo a cambio de una recompensa sustanciosa. Y así lo hizo, los hipnotizó con su música y llegó hasta el río, donde se ahogaron todos. Volvió para cobrar su recompensa pero se negaron a dársela, por lo que decidió tocar su flauta a fin de atraer a los niños del pueblo hasta una cueva donde los tuvo encerrados. La población (o la Reina) tuvo que claudicar y pagar la deuda para recuperarlos. En otras versiones, más drásticas, se concluye que el flautista los atrajo al río y allí se ahogaron. Algunos interpretan el cuento como que el gobernante siempre debe cumplir con la palabra dada y si no lo hace, siempre hay consecuencias. Deberíamos recordar esta fábula más a menudo. Y recordársela a todos aquellos que faltan a sus compromisos. Y no olvidar añadir lo de las consecuencias.