A medida que se acerca la fecha del anunciado referéndum ilegal y unilateral, aumenta la confusión en Catalunya en Comú sobre la postura que el partido de Ada Colau y Xavier Domènech adoptará finalmente ante la consulta del 1-O.
Todo empezó con la asamblea de los comuns, celebrada el sábado 8 de julio, en la que, tras cuatro horas de debate, se aprobó por 85 votos a 29 apoyar el 1-O como una jornada de movilización a favor del derecho a decidir, pero no como un referéndum vinculante. Pero el lunes día 10, tras la avalancha de críticas e insultos desde el sector independentista, Colau manifestó que el Ayuntamiento de Barcelona “pondrá todas las facilidades para participar” y que su “predisposición” personal a intervenir en el 1-O era “clarísima”.
Más o menos lo que había dicho una semana antes en una entrevista en El Periódico de Catalunya. Pero en esos siete días, Podemos había endurecido su oposición al referéndum unilateral. Pablo Iglesias había afirmado que si fuera catalán no votaría y otros dirigentes le habían secundado, desautorizando así al líder en Cataluña, Albano Dante Fachin, favorable a la participación. El martes 11, sin embargo, Iglesias rectificó y apoyó la disposición de Colau a facilitar el 1-O.
Todas las autonomías que han votado sus estatutos también serían sujetos políticos soberanos
Seguramente con la intención de aclarar tanta contradicción, Iglesias y Domènech publicaron el día 16 de julio en el citado diario un artículo titulado Catalunya, un sol poble, en el que reivindicaban la legitimidad del 1-O como “movilización política” y apoyaban su celebración, en medio de críticas a la “represión” del PP, pero con afirmaciones tan sorprendentes para un politólogo y un historiador como decir que la prueba de que existe un demos catalán y de que Cataluña es un sujeto político reside en que fue solo la ciudadanía catalana la que refrendó el Estatut. Por esa regla de tres, todas las autonomías que han votado sus estatutos también serían sujetos políticos soberanos. Otra afirmación sorprendente es la de que “para el PP, Cataluña es solo un recurso para apartar el foco de su corrupción”.
Que el artículo no aclaraba nada pudo comprobarse solo unos días después cuando Catalunya en Comú volvió, el miércoles 19, a la línea dura contra el 1-O al negarse a respaldar una propuesta del PDeCAT para que el Ayuntamiento de Barcelona cediera los colegios electorales. A la vista de la negativa, los posconvergentes retiraron la moción, que debía debatirse en el Pleno del pasado viernes.
En medio de este baile de opiniones incoherentes, 200 militantes comuns, entre ellos antiguos cargos de Iniciativa, publicaron un manifiesto para mostrar su oposición a participar en el referéndum. Uno de los firmantes, el presidente de Federalistes d’Esquerres, Joan Botella, lo había dicho ya muy claro en su cuenta de Facebook. Comentando unas declaraciones de Domènech en las que apoyaba la movilización del 1-O como acto de afirmación del derecho a decidir, Botella escribió el día 9 de julio: “Si es una movilización legítima y se apoya, entonces se vota y sanseacabó. Si no se quiere votar, ¿para qué te movilizas?”.
Se trata de ganar tiempo, mantener la ambigüedad y si, mientras tanto, se ve claro que no habrá referéndum, mejor que mejor
La participación o no en el voto es, en efecto, la cuestión principal para que el referéndum, en caso de que se celebre, tenga algún valor. Y la decisión de los comuns es, en este sentido, clave. Según la última encuesta del CEO, en la que los partidarios del no a la independencia superan en ocho puntos a los del sí, el 67,5% de los consultados asegura que votará (antes del 9N lo decía un 85% y la asistencia no llegó al 40%), pero la división frente a la consulta unilateral es total (48% a favor y 46% en contra).
Precisamente porque la llamada a la participación o no por parte de Catalunya en Comú es decisiva, la decisión se aplazó, en la asamblea del 8 de julio, a septiembre, cuando las bases deberían ser consultadas sobre el asunto. Se trata de ganar tiempo, mantener la ambigüedad y si, mientras tanto, se ve claro que no habrá referéndum, mejor que mejor. Así no hará falta pronunciarse. La ambigüedad es una posición política que en ocasiones produce beneficios, pero también tiene sus costes, sobre todo en una situación tan polarizada como la que vive ahora Cataluña.