La reciente reprobación de Cristóbal Montoro por las Cortes por su injusta amnistía fiscal, declarada contraria a la Carta Magna por el Tribunal Constitucional, ha merecido un extraordinario despliegue mediático. Y no seré yo el que lo califique de desproporcionado, ya que el ministro de Hacienda se ha hecho merecedor, con creces, de la ácida crítica y la saña hacia su persona con la que fue utilizada la sentencia del TC, primero, y la reprobación de la Cámara, después. Y se le ha dado donde más duele.
Nada que objetar al merecido tratamiento político y mediático de quien no se ha parado en barras en utilizar, supuestamente, la Agencia Tributaria en beneficio político propio y de su partido político, pese a que ese supuesto uso sea irregular e inaceptable, se mire por donde se mire... aunque él es más chulo que un ocho.
Nada que ver con la reprobación, semanas antes, del ministro de Justicia, Rafael Catalá. A Montoro se le tenía ganas porque para eso es el ministro de los cuartos y porque, además, ha ejercido de manera un tanto despótica, más allá de que la amnistía fiscal, criticada por el TC, pudiera tener cierto fundamento en su fondo, aunque no en su forma.
No es el objetivo de esta columna defender a Montoro, pero sí poner en solfa el papel de influyentes y reconocidos periodistas y líderes de opinión capaces de desenterrar su artillería pesada y utilizar sus medios contra quien consideran el culpable de sus males tributarios
A Cristóbal Montoro se le ha acusado de casi todo: de amenazar con inspecciones selectivas, de haber "golpeado sin piedad a periodistas críticos, artistas icónicos, ídolos del deporte, políticos representativos del PP que dejó de ser y demás chivos expiatorios útiles para sembrar el terror ardiendo públicamente en una hoguera mediática sabiamente alimentada con filtraciones de expedientes supuestamente secretos", como se ha despachado editorialmente un medio de comunicación y de cambiar las reglas del juego, declarado ilícitos mecanismos en algún otro momento legítimos. Esto ha permitido meter la mano en las cuentas de significados ricos periodistas, tertulianos y opinadores profesionales que tenían el vicio de ingresar una parte de sus emolumentos en sociedades instrumentales, con lo que se ahorraban un buen pellizco sobre si lo hubieran declarado como renta. Nada que no hubieran hecho ya Messi y Ronaldo, actuaciones que habían merecido la condena generalizada por parte de estos comunicadores.
No es el objetivo de esta columna defender a Montoro, pero sí poner en solfa el papel de influyentes y reconocidos periodistas y líderes de opinión capaces de desenterrar su artillería pesada y utilizar sus medios contra quien consideran el culpable de sus males tributarios. Y eso, necesariamente, no está bien, aunque visto lo visto, aquí vale todo, empezando porque Montoro haga un uso indebido de su poderío y terminando por el uso improcedente de los medios con lo que ello supone de falta de respeto hacia el usuario final de estos.