"Parece increíble, pero lo cierto es que los más duros golpes contra Israel vinieron de sus mismos rabinos luego de bautizarse... Ellos fueron, en realidad, los inspiradores del Santo Oficio de la Inquisición", esta polémica y discutible conclusión de Américo Castro (España en su Historia, 1948) ha servido de fundamento a numerosos estudios posteriores ansiosos por identificar a un converso y su correspondiente odio.
Las declaraciones del alcalde de Blanes han despertado al viejo concepto furor del converso. Si bien, Pedro Sánchez ha rebajado las palabras y la actitud de Lupiáñez i Zapata a mera anécdota y sus escuderos han asegurado que el caso está perimetrado y acotado (sic). Se ha de entender que recurrir a este método reduccionista, con el objeto de rebajar el impacto mediático de la explícita xenofobia del socialista Lupiáñez, es una táctica hipócrita. Si no fuera así, la calificación de cenutrios a estos renovados dirigentes del PSOE sería un insuficiente eufemismo.
Además, permítanme dudar que el alcalde de Blanes tenga juicio para actuar desde el furor del converso, por dos razones. La primera es que su precioso pueblo granadino hunde sus raíces históricas en el sufrido pasado morisco alpujarreño. En Narila fue donde, nada más y nada menos, el noble rebelde Fernando de Córdoba y Válor fue elegido rey de los moriscos en la revuelta de 1568 contra Felipe II, con el nombre de Aben Humeya. Un apasionante episodio de la historia de Andalucía que ha sido elevado a mito independentista por el nacionalismo andaluz, que después de escuchar a Lupiáñez se ha sumido en el silencio. Los estrechos lazos que se habían tejido entre la ANA, Súmate y ERC han debido quedar más que cuestionados, porque la superioridad del andaluz nacionalista se basa precisamente en la reivindicación de la proximidad histórica con el Magreb y no con Dinamarca.
Me temo que el alcalde de Blanes vive aislado en la comunidad nacionalcatalana sin percatarse de que no escucha a quienes no piensan como él, ni siquiera en su propio partido
La segunda razón de su limitado juicio es que a partir de dichas declaraciones ultraderechistas se ha sabido que algunos de sus familiares fueron franquistas instalados en el poder municipal. Un converso de pro antes de hablar hubiera contado hasta mil, nunca lo hubiera hecho si hubiera sido tan fácil conocer su falta de limpieza de sangre por los cuatro costados. No hay furor del converso, no puede perdonarse el pasado a sí mismo porque o lo ha olvidado o no lo conoce.
Es sabido que estos argumentos xenófobos del alcalde proceden del ideario supremacista del catalanismo sincero y sin complejos, pero ¿cómo los ha interiorizado para exponerlos públicamente sin rubor alguno? El norteamericano Daniel Pink ha explicado muy bien las nefastas consecuencias que generan las agrupaciones digitales de intereses. Este tipo de comportamiento responde a lo que denomina “visión en túnel”, es decir, comunidades ideológicas aisladas que no escuchan a las demás. La revolución digital fragmenta las audiencias y refuerza a esas comunidades o grupos de amigos que, a su vez, segregan a quienes no comparten su punto de vista. La gran mayoría elige en sus redes las noticias que quieren oír, y los comentarios refuerzan esa visión del mundo, sea sobre el nivel o la calidad de vida. Luego en esos espacios ya no hay debates sino sentencias y descalificaciones insultantes.
Me temo que el alcalde de Blanes vive aislado en la comunidad nacionalcatalana sin percatarse de que no escucha a quienes no piensan como él, ni siquiera en su propio partido. Ha sido cuando ha salido de esa red y ha hablado en Onda Cero --un medio antiguo donde aún se impone el centro y la moderación-- cuando no ha superado el filtro de la audiencia. Ni es un caso ni es una anécdota. La “visión en túnel”, por pertenecer durante 24 horas a una comunidad ideológica digital, es un fenómeno sociológico que favorece, y de qué manera, los vientos del nacionalismo, es decir, del conflicto identitario y la fractura social. ¿Catalán, español, vasco, francés...? El calificativo territorial es lo de menos.