Los dirigentes del PSOE van cambiando, algunos incluso repiten, pero permanecen las dificultades estructurales de los inquilinos de Ferraz para entender qué es el PSC. Y para darse cuenta del tormento interior en el que viven los socialistas catalanes que mantienen el carnet de militante desde que el soberanismo ocupa la centralidad del catalanismo político.
El PSC renunció oficialmente a la defensa del derecho a decidir hace unos años, y algunos cientos de militantes, algunos muy conocidos, abandonaron al partido, al igual que unos cuantos miles de votantes. Sin embargo, la tensión interna por la cuestión nacional sigue viva entre los socialistas catalanes, especialmente entre los dirigentes municipales, los alcaldes y los concejales que gobiernan ciudades relevantes del país, solos o con pactos con fuerzas soberanistas.
Los dirigentes del PSOE, sea viejo o nuevo, no entienden a estos socialistas catalanes supervivientes en el territorio porque no entienden Cataluña. No saben dónde está Blanes ni Girona, ni Terrassa, ni Vic (salvo que hayan pasado por allí como turistas), desconocen que mayorías sociales y que estados de opinión existen en buena parte de las poblaciones fuera del área metropolitana. Los dirigentes del PSC saben lo que hay y, aunque emiten directivas de la ortodoxia antirreferéndum, tienen conciencia de las dificultades para aplicarla en muchas ciudades y pueblos catalanes.
Es muy difícil para un socialista que siga creyendo que Cataluña es una nación resistirse al ejercicio del principio democrático para saber qué quieren hacer los catalanes con su país
Es muy difícil para un socialista que siga creyendo que Cataluña es una nación resistirse al ejercicio del principio democrático para saber qué quieren hacer los catalanes con su país. Querrán un referéndum legal, tal vez sólo consultivo, están en contra del sucedáneo planteado por el Gobierno de la Generalitat, pero sus resistencias a oponerse frontalmente a la reivindicación son perfectamente comprensibles. Están obligados, por devoción o por simple subsistencia política, a modular sus posiciones en el amplio mundo existente entre no entorpecer aquello que les piden los vecinos y votar sí a la independencia.
Incluso podría suponerse que la dirección del PSOE, tras el reconocimiento de la España plurinacional, debería ser más receptivo y pragmático en esta cuestión. Sin embargo, les puede el miedo atroz a ser señalados por el PP y sus medios de comunicación como débiles defensores de la España única y unida ante el peligro secesionista.
Lo bueno del caso es que esta polémica entre socialistas por la hipotética actitud tolerante de algunos de sus alcaldes ante un supuesto referéndum se produce antes de que dicho referéndum haya sido convocado y participan alegremente de la disputa los dirigentes de un partido que expresa su seguridad de que dicha convocatoria no prosperará en ningún caso. ¿Porqué discutir sobre una cosa que no va a suceder?
La dirección del PSC sabe que todo esto son fuegos artificiales, de momento. Llegará el día que el juego del escondite y de las declaraciones de intenciones se convierta en un choque institucional nunca visto. Tal vez el Parlament y el Gobierno de la Generalitat se vean comprometidas por la provocación de los independentistas y la reacción desproporcionada del Estado central. Entonces, el catalanismo político en su conjunto y los socialistas catalanes en particular deberán decidirse por la defensa de las instituciones catalanas puestas en peligro por los errores del procés o por alinearse en el mal uso de la Constitución y sus prerrogativas del que podría aprovecharse el PP. No quiero ni pensar en el horror que se vivirá en Ferraz.