Dice el expresidente colombiano Ernesto Samper y actual secretario general de Unasur (la incipiente UE suramericana) que “el libre comercio es como el paraíso, todo el mundo quiere llegar a él, pero no todavía”. Pedro Sánchez, el reelegido secretario general del nuevo PSOE, acaba de retrasar su entrada en el paraíso con el cambio de posición del partido sobre el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, más conocido por sus siglas en inglés: CETA.

El tratado es de una gran complejidad --las negociaciones han durado siete años--, por lo que es arriesgado emitir opiniones categóricas. Seguro que es mejorable, como todo en el mundo, pero la cuestión que se plantea es si es mejor que lo que hay o no. El tratado regula los intercambios comerciales, por lo que en principio los partidarios de la globalización con reglas deberían estar a favor, so pena de respaldar por pasiva la globalización salvaje que los partidos de izquierda combaten con toda la razón.

El PSOE alega, en palabras de Pedro Sánchez, que en "1.600 páginas del tratado solo hay cuatro sobre nuestros derechos medioambientales. Tenemos diferencias --añade-- en el modo de resolución de las disputas, en el desequilibrio en la protección de los derechos laborales frente a los inversores y en la ausencia de penalizaciones en la violación del tratado". Sin embargo, el comisario europeo de Economía, el socialista francés Pierre Moscovici, asegura que "es el acuerdo más progresista que ha firmado la UE. Protege el medio ambiente, la salud, respeta la diversidad cultural y preserva la agricultura europea". Moscovici, de visita en Madrid, le dijo el jueves a Sánchez que "ser de izquierdas no es estar contra la globalización".

Los socialistas europeos votaron divididos el CETA en el Parlamento Europeo, en febrero pasado: 97 lo apoyaron (entre ellos los españoles) y unos 80 votaron en contra o se abstuvieron. En contra se pronunciaron franceses, austriacos y polacos, y votaron divididos alemanes, belgas, holandeses e italianos. El tratado salió adelante con 408 votos a favor, 254 en contra y 33 abstenciones. Todos los eurófobos se opusieron.

La precipitación en el cambio de postura es evidente y, aunque se niegue, el PSOE pretende acercarse a las posiciones de Podemos. Sánchez afirma que el PSOE está entre la apertura total de fronteras del PP y el proteccionismo de Podemos

Llama la atención la forma en que el PSOE ha variado su posición, del apoyo a la abstención. El martes, sus diputados votaron a favor en la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados, pero al día siguiente la nueva presidenta del partido, Cristina Narbona, reveló en un tuit que el PSOE no iba a apoyar el CETA, giro que se concretará este lunes cuando la ejecutiva del partido apruebe la abstención en el pleno del Congreso del próximo jueves. Narbona y otros portavoces socialistas aseguran ahora que en el programa de Sánchez en las primarias y en una resolución del congreso del PSOE ya se apuntaba la rectificación, pero lo cierto es que el texto del cónclave socialista en concreto era tan ambiguo que igual servía para una cosa que para la contraria.

La precipitación en el cambio de postura es evidente y, aunque se niegue, el PSOE pretende acercarse a las posiciones de Podemos. Sánchez afirma que el PSOE está entre la apertura total de fronteras del PP y el proteccionismo de Podemos, es decir, "la vía socialista es la de la izquierda de gobierno: la que combina de manera efectiva los procesos democráticos y los derechos laborales y medioambientales". Narbona añade que el CETA protege en exceso a los inversores extranjeros y que puede significar la pérdida de 200.000 empleos en la UE.

Pero, al margen de matices e informes siempre discutibles, lo cierto es que Canadá es uno de los países con una legislación comercial y laboral más próxima a los estándares europeos, cuando no superior. Si el CETA no es admisible, seguramente no lo será ningún otro tratado que negocie la UE.

Todo este debate recuerda el que se produjo hace algo más de una década con motivo de la Constitución europea. Francia y Holanda la rechazaron en referéndum. En el país vecino, también con los socialistas divididos, el texto se tumbó en nombre de la Europa social. ¿Dónde está 12 años después la Europa social? En las calendas grecas. Y el Partido Socialista casi desaparecido tras dar tumbos desde el socialdemocracia liberal de François Hollande al izquierdismo de Benoît Hamon.

La UE se construye paso a paso y poco a poco. Con el riesgo de que poner trabas en nombre de una aspiración imposible puede dejar las cosas peor porque es sabido que lo mejor es enemigo de lo bueno. Y muchos de quienes rechazan cualquier nuevo paso lo hacen en el fondo porque defienden un concepto de la soberanía nacional caduco y un proteccionismo trasnochado, como Podemos. El nuevo PSOE no debería caer en esa trampa.