Esa es la pregunta que muchos ciudadanos debieron hacerse ayer mientras veían cómo TVE abría la edición del mediodía de su Telediario explicando el revuelo mundial que ha provocado el cambio de opinión de los socialistas españoles sobre lo que hay tras esas siglas.
Lo mismo habrían pensado unas horas antes los oyentes de la SER cuando la conductora de su programa matutino iniciaba la entrevista con el comisario europeo de Finanzas, Pierre Moscovici, interrogándole sobre la misma cuestión. Con tan mala suerte para Hoy por hoy de que Moscovici es un francés socialista que ha visto cómo su partido votaba contra el ya famoso CETA en el Europarlamento, como hicieron socialistas alemanes y belgas, por ejemplo.
Es cierto que al PSF le ha ido muy mal en las últimas contiendas electorales y que está casi desaparecido del mapa, pero con seguridad que el interés de la televisión del PP y de la radio de Prisa no va en esa línea. Coincide con las denuncias de radicalización que recibe el PSOE desde el Gobierno y el PP, y también desde Ciudadanos.
Ximo Puig, presidente de la Generalitat Valenciana, se ha subido al carro y también lamenta el giro de la dirección socialista. Sería ridículo que él hablara de radicalización cuando gobierna gracias al apoyo de Compromís, un grupo integrado en Podemos; así que vincula sus quejas a la enorme y sorpresiva relación comercial de las empresas valencianas y Canadá.
Porque el asunto va de eso, de un acuerdo comercial entre la UE y Canadá que trata de poner orden en la inevitable globalización. Entre otras cosas, aclara procedimientos arbitrales, por lo que no faltan quienes se oponen a una posible cesión de soberanía. Es polémico, como lo fue el TTIP con Estados Unidos que Donald Trump congeló. El CETA fue aprobado en febrero en el Parlamento Europeo con el voto en contra y la abstención de algunos de los grupos de la izquierda, así como de los antieuropeístas. Ahora debe ser ratificado por los países miembros.
La aprobación en España está asegurada con el apoyo del PP, Ciudadanos y el PDeCAT, por lo que la abstención del PSOE no tendrá consecuencias; es inocua.
Lo curioso del caso es ver cómo se utiliza un cambio de opinión intrascendente entre la anterior y la actual dirección de los socialistas para atizar las tensiones internas
Lo curioso del caso es ver cómo se utiliza un cambio de opinión entre la anterior y la actual dirección de los socialistas para atizar las tensiones internas. Alguien tan interesado en el CETA como el presidente de la patronal española, Juan Rosell, lo ha dejado claro. Defiende que el tratado “no es tan erróneo”, aunque admite que hay aspectos que son “muy mejorables”.
El presidente de la CEOE es prudente porque puede que esté informado de que la victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas no respondió tanto a una coincidencia ideológica de los militantes, sino a que se solidarizaron con él porque consideraron que había sido objeto de una injusticia y de persecución política y mediática.
Si los medios de comunicación bajo control público y sus aliados siguen castigando el hígado del nuevo PSOE, como ahora llaman al partido surgido del 39 congreso, quizá consigan que el sentimiento de apoyo a la víctima del acoso y derribo se extienda más allá de la militancia socialista.