Tenemos el Gobierno sostenido por el partido con más casos de corrupción de la historia de España. El concienzudo repaso que ayer hizo Irene Montero, la portavoz de Unidos Podemos, en su demoledor alegato contra el PP está mucho más cerca del rigor notarial que de la demagogia parlamentaria. Porque es indudable que desde el PP se han montado enormes tramas delictivas. Y, sin embargo, fíjense, ¡todos con Rajoy! También esto es verdad. Porque todos han trabajado hasta ahora a favor de su continuidad al frente del ejecutivo. Y cuando digo todos es todos en mayor o menor medida, incluyendo al PNV y al diputado de Nueva Canaria que han vendido su apoyo a los presupuestos de Cristóbal Montoro a precio de oro.
Para ser justos hay que empezar por la formación morada, sus confluencias y el propio Pablo Iglesias. El año pasado impidió con su voto negativo que Pedro Sánchez alcanzara la investidura en segunda vuelta. Hizo la pinza con los populares porque prefirió intentar otra vez el sorpasso al PSOE en una nuevas elecciones. Lo mismo se puede decir ahora de su moción de censura, planteada sobre todo con el objetivo de erosionar por la izquierda a su directo competidor, y no para echar a Rajoy. Lo prueba es que un programa de gobierno merecedor de tal nombre fue ayer inexistente en la intervención de Iglesias. Pero para ser igualmente justos también el PSOE ha contribuido a apuntalar al líder conservador con su prolongada e injustificada lucha interna, que empezó muy pronto en 2015 y acabó como el rosario de la aurora en aquel esperpéntico comité federal de octubre pasado. El desastre se saldó con una abstención sin condiciones en la investidura y un Sánchez que ahora, tras haber recobrado la secretaria general en loor de multitudes, no puede hacer de jefe de la oposición a Rajoy porque los barones le obligaron a dejar el Congreso para no entrar en contradicción con su numantino "no es no".
Por encima de todo, lo que impide hoy pensar en desalojar a Rajoy es la amenaza del golpe secesionista
Tampoco C's se salva del reproche. Aunque no había alternativa a un Gobierno del PP tras a las segundas elecciones de junio, la formación naranja podía haber exigido que Rajoy no fuera el candidato a presidirlo. Ahora Albert Rivera tendrá que calibrar muy bien los tiempos de esta legislatura. Acertó al no entrar en el ejecutivo y optar por crecer electoralmente a costa del desgaste de los populares. Las encuestas por ahora le van muy bien. C's se aleja del furgón de cola para competir ya por la tercera plaza cerca de Podemos. Pero Rivera tendrá que decidir a medio plazo cuando retira su apoyo a Rajoy, antes de que los réditos electorales puedan esfumarse, antes de que los casos de corrupción dejen de asediar al PP y la economía siga confirmando por un tiempo más su buena marcha.
Pero por encima de todo aquello, lo que impide hoy pensar en desalojar a Rajoy es la amenaza del golpe secesionista. La única moción de censura que podría prosperar es la que nos llevara a nuevas elecciones. La única que C's podría apoyar en el caso de que el PP se acabe de despeñar por culpa de la corrupción. Con la actual aritmética parlamentaria, un nuevo Gobierno solo serviría para dar paso a nuevas elecciones a muy corto plazo. El PSOE desearía no tardar mucho en presentarla y en proponer como candidato a Sánchez, que entonces podrá tomar la palabra aún no siendo diputado. Pero eso no sucederá antes de que se supere la crisis de Estado que está a punto de estallar en Cataluña y que podría prolongarse de forma abrasiva para todos durante bastante meses más. Hasta entonces, pese a la purulenta corrupción, ¡todos con Rajoy!