El Corte Inglés es una de las mayores empresas del país por volumen de negocio y de empleo. Pero como todo hijo de vecino, sufre sus problemas. Acaso el más llamativo reside en la guerra intestina que ha desatado uno de los grupos accionariales, la familia Areces Galán.
Esta rama, por medio de su sociedad de cartera Corporación Ceslar, ha interpuesto una batería de pleitos y querellas contra el estado mayor de la casa. De momento, todas las instancias judiciales han dado la razón al coloso de la distribución.
Mientras el recordado patriarca Isidoro Álvarez empuñó el timón, jamás estalló disidencia alguna. Pero desde su muerte hace tres años, parece haberse abierto la caja de Pandora.
El principal accionista de la entidad es la Fundación Areces, con un 37%. A continuación se sitúan las hermanas Cristina y Marta Álvarez Güil, hijas de Isidoro, con el 22%; el propio El Corte Inglés, con una autocartera del 14%; y el actual presidente Dimas Gimeno, sobrino de Isidoro, con el 9%.
Los restantes accionistas proceden de varias ramas descendientes del fundador Ramón Areces. Sus paquetes están atomizados. Por tanto, el control del capital de la compañía pende de un delicado equilibrio a tres bandas entre la Fundación, el mandamás Gimeno y sus primas hermanas Álvarez.
El control del capital de El Corte Inglés pende de un delicado equilibrio a tres bandas entre la Fundación Areces, el mandamás Gimeno y sus primas hermanas Álvarez
Corporación Ceslar ocupaba una vicepresidencia en el consejo. En 2015 se la expulsó por vulnerar los deberes de confidencialidad. Se culpó a sus representantes de divulgar las deliberaciones internas del máximo órgano de gobierno, exhibir las actas a los medios informativos y poner a los directivos del mastodonte como chupa de dómine.
Semejantes rencillas recuerdan el viejo aforismo de que cuando no hay harina, todo es mohína. Acontece que los resultados de El Corte Inglés son manifiestamente mejorables. No hay que ser un lince para ver en su deprimido nivel la razón última de los enfrentamientos en curso.
Antes de la crisis, el conglomerado facturaba casi 18.000 millones, con beneficios de 750 y una plantilla cercana a las 100.000 personas.
En el último ejercicio cerrado, tales magnitudes muestran mermas sustanciales. La nómina se reduce a 82.000 personas. Las ventas caen a 15.200 millones. El resultado se desploma a 155 millones. En realidad, el superávit se limita a 77 millones antes de impuestos. El resto hasta los 155 es un simple apunte contable gracias al juego de los créditos fiscales.
La firma repartió el ejercicio pasado un dividendo de 35 millones. Y el consejo se embolsó una paga de 11,2 millones, un 3% más. Uno de los miembros del sanedrín es Manuel Pizarro, expresidente de Endesa. Pizarro dejó la eléctrica diez años atrás, con una depredadora indemnización de 14 millones.
Antes de la crisis, el conglomerado facturaba casi 18.000 millones, con beneficios de 750 y una plantilla cercana a las 100.000 personas. En el último ejercicio cerrado, la nómina se reduce a 82.000 personas, las ventas caen a 15.200 millones, y el resultado se desploma a 155 millones
El Corte Inglés adoptó en los últimos años una serie de medidas tendentes a aminorar la carga financiera por las deudas, allegar más recursos y, sobre todo, conjurar el implacable retroceso de giro y ganancias.
Primero enajenó a varios fondos una batería de activos inmobiliarios, entre ellos el señorial inmueble situado en la barcelonesa plaza de Cataluña, esquina a Rambla. Luego refinanció los casi 5.000 millones de deuda que viene arrastrando. Acto seguido se desprendió del 51% de la financiera de sus tarjetas, a favor de Banco Santander.
Por fin, hace dos años, remató la faena al traspasar el 10% de su capital a un jeque catarí, por mil millones. Los portavoces de El Corte afirman que tal transferencia no implica todavía la transmisión de acciones. "De momento, el jeque no es accionista, sino mero inversor. Nos ha prestado mil millones a tres años. Una vez se cumpla el plazo, en vez de devolverle el dinero, se le librará un 10% de las acciones que está en autocartera, más un pequeño paquete a título de interés por el préstamo".
Para la discrepante Ceslar, el tejemaneje descrito es lesivo por partida doble. En primer lugar, por el precio cobrado, "muy bajo", dado el formidable patrimonio que la compañía embalsa, con bienes raíces por valor de 18.000 millones en las mejores zonas comerciales del país.
En segundo lugar, porque el trasiego acarrea el pago de una comisión de cerca de 20 millones a una sociedad de Dubai, por su actuación como intermediaria entre el jeque y El Corte Inglés. Dicha entidad pertenece a David Barreiro, financiero de largo recorrido y experto en la búsqueda de inversores.
Por ahora, Ceslar ha perdido las primeras refriegas judiciales. A los mandarines de la institución, verse cada dos por tres en los medios por noticias indeseables les sienta a cuerno quemado. Me temo que hay tela cortada para rato.