La novela picaresca --escribió José Antonio Maravall-- no fue un retrato ni un reflejo de la realidad social, sino un testimonio "plenamente logrado del proceso de discrepancia que llevaba dentro de sí la sociedad barroca"; en esta literatura no encontramos "un realismo literario, sino una literatura contorsionada", podríamos añadir que excesiva, exagerada, como era el esperpentismo de Quevedo o el humorismo de Cervantes.
Aunque la novela picaresca fue una construcción estética, contribuyó a la producción y a la existencia de una realidad, su caracterización (tipos de pícaros, léxico germanesco, cofradías hampescas, maneras de robar, etc.) permitió a los lectores de entonces conocer y descifrar un mundo tan cercano como peligroso. Estas autobiografías no fueron artificios literarios ajenos al contexto social, económico, político y cultural en el que se escribieron, en sus páginas se reflejaron experiencias compartidas y singulares de muchos perdedores anónimos que vivieron en aquella España de lujo y miseria, de los siglos XVI y XVII.
Se ha diagnosticado que el nacionalcatalanismo padece un severo complejo de superioridad, detectable por esa estúpida sonrisilla que muestran una y otra vez cuando soportan a alguien que no cree en sus dogmas
De esa construcción literaria surgió una acepción de pícaro, la del personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de mal vivir. Sin embargo, la supervivencia semántica léxica de pícaro tiene más que ver con un individuo listo y espabilado, que no pertenece necesariamente a los grupos más bajos de la escala social. Ese pícaro castellano tiene su correspondencia catalana en el astut.
Se ha diagnosticado que el nacionalcatalanismo padece un severo complejo de superioridad, detectable por esa estúpida sonrisilla que muestran una y otra vez cuando soportan a alguien que no cree en sus dogmas. Para algunos especialistas el síndrome es tan grave que han planteado que, para resolver el "problema catalán", es necesario mandar un ejército, sí, pero de psiquiatras.
Permítanme matizar ese diagnóstico. Ramón de España ha calificado con precisión cuál es el padecimiento de Artur Mas: es y se cree astuto. Su correspondencia en castellano sería pícaro, porque además de creerse hábil para engañar es también tramposo y desvergonzado, y se vanagloria de ello. Pero no es cualidad personal de Mas, es un componente (funda)mental de un nacionalista con poder y de todo el soberanismo. Existe una picaresca catalana, testimonio de la discrepancia interna de la sociedad, que contorsiona exageradamente la realidad hasta el esperpento.
Existe una picaresca catalana, testimonio de la discrepancia interna de la sociedad, que contorsiona exageradamente la realidad hasta el esperpento
Esa manera de retorcer las leyes --no de interpretarlas--, de medir los tiempos para no cumplirlas, de negociar millonarias concesiones con los poderosos tontos de Madrid, de sisar con ingenio cantidades incalculables de dinero del resto de catalanes, de adular los oídos de los fieles de su parroquia con exaltaciones de la lengua y otras bondades de sus cuerpos... Todas esas expresiones y otras más son propias de esta picaresca catalana que ha invadido las instituciones y la sociedad, a todos los niveles.
El problema que ha detectado Lluís Llach i Grande --ande o no ande-- es que esos comportamientos delictivos, también denominados desobediencias, no se extirparán cuando se alcance Ítaca. Hay metástasis, es decir, la picaresca y su caracterización (tipos de astutos, léxico nacionalista, asambleas nacionales hampescas, maneras de robar, etc.) se ha propagado a individuos y órganos distintos de aquél en que se inició. Ni siquiera clavando la estaca (DUI) en el tumor principal se salvará el cuerpo nacional de Cataluña. De la mente ya ni hablamos.
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"Libro: afán de estar en todas partes, en soledad" (Juan Ramón Jiménez). Se acaba el mes de abril. El 23 fue el día nacional de Castilla y León y el de Aragón. Ese mismo día los catalanes abrazaron libros y rosas con lenguas entrelazadas, y Soraya por medio. En Alcalá no se entregó el premio Cervantes al genial Eduardo Mendoza, se hizo tres días antes. No fue el Día de España ni de las Españas, ni de la nación de naciones ni de la patria de comunidades nacionales ni del solar común de tantas alegrías y desgracias compartidas. Otro año será.