La desaparición de Carme Chacón nos ha causado una profunda conmoción tanto por lo inesperado de su fallecimiento, todavía tan joven, como sobre todo por el cariño general hacia su figura, una vez que se había retirado de la primera fila política y no parecía probable su regreso. De repente hemos descubierto que se nos ha ido un icono de la democracia española madura, la del tiempo de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. Ante la muerte siempre hay buenas palabras, pero en este caso el sentimiento de pérdida es sincero, auténtico, y no solo entre los socialistas, sino entre todo el arco político. La exministra era una persona entrañable, afectuosa, aunque también podía ser muy dura en la defensa de sus ideas. En el momento de su adiós algunos tenemos la sensación de cierta injusticia, porque Chacón podía haber tenido una trayectoria política mucho más dilatada si las circunstancias hubieron sido otras y ella, claro está, hubiera tomado otras decisiones. Es una lástima porque tenía mucha fuerza, una capacidad de trabajo extraordinaria y reunía un perfil ideal para haberse alzado con un liderazgo progresista y federalista fuerte desde Cataluña para toda España.
Chacón tenía mucha fuerza, una capacidad de trabajo extraordinaria y reunía un perfil ideal para haberse alzado con un liderazgo progresista y federalista fuerte desde Cataluña para toda España
En 2010, algunos ya dijimos que, más allá de cuál fuera el sentido de la sentencia del TC sobre el Estatuto catalán, difícilmente iba a cerrarse durante mucho tiempo la caja de truenos en que se había convertido el debate territorial. La sentencia tan solo iba a decidir si los autonomistas y los federalistas seguíamos jugando en casa o pasábamos a hacerlo en campo contrario, en el terreno de los soberanistas. Pese a que el veredicto del Alto Tribunal salvó la constitucionalidad del texto, se impuso en Cataluña una lectura deformada y negativa. Ni antes el Estatuto rompía España, como la derecha mediática españolista bramó durante años, ni tampoco era verdad que la sentencia viniera a romper el pacto constitucional de 1978, como algunos han querido hacernos creer desde el nacionalismo catalán. Sin embargo, al PSC le faltó convicción para defenderlo, no supo escapar de la hoguera de los sentimientos heridos, y el presidente José Montilla acabó al frente de una manifestación que se volvió contra el socialismo catalán como un bumerán. Carme Chacón fue una de las pocas voces catalanas que tuvo la valentía de hacer una lectura positiva de la sentencia y que se desmarcó de la estrategia suicida de su partido que, a la postre, solo podía a alimentar el crecimiento del separatismo.
Tras la derrota en las autonómicas del 2010, el PSC se fue a la oposición y la dirección del partido entró en una fase de interinidad. Visto en perspectiva, ese era el momento para que Chacón hubiera regresado a Cataluña porque aquí estaba el principal fuego de la policrisis española. El PSOE iba a ser desalojado del Gobierno de forma más que previsible al año siguiente y se avecinaba una larga travesía en el desierto para el socialismo español. Sin embargo, en lugar de hacerse con el mando del PSC, lo que hubiera logrado fácilmente en 2011 siendo como era una mujer de la poderosa federación del Baix Llobregat, situó su ambición en liderar el PSOE y en 2012 acabó disputándole el mando a Alfredo Pérez Rubalcaba en el Congreso de Sevilla. Perdió por muy poco, cuando parecía que iba a ganar, por lo que sufrió una gran decepción sobre todo ante las maniobras del viejo aparato de Ferraz contra ella. Entre tanto, su desenganche con el PSC se hizo visible a propósito del enredo sobre la consulta legal y acordada en una sonada votación en el Congreso. Al año siguiente abandonó su escaño para irse de profesora a Miami. En 2014, su desconexión con el partido, y su pasado como exministra de un Gobierno al que los ciudadanos atribuían todavía la responsabilidad de la crisis, en un momento de erupción electoral de nuevas fuerzas como Podemos, le impidió concurrir a las primarias tras la dimisión de Rubalcaba, forzado a irse por los resultados en las elecciones europeas. Se impuso un desconocido Pedro Sánchez con el apoyo de Susana Díaz frente a Eduardo Madina. El liderazgo socialista sigue desde entonces sin resolverse y hoy estamos a las puertas de unas primarias particularmente antagónicas entre esos dos aliados de entonces.
Tal vez con Chacón al frente del PSC las cosas hubieran sido diferentes. No lo podemos saber, pero recordando su rotundo rechazo al derecho a decidir, a tener que elegir entre ser catalana o española, me inclino a pensar que sí
En paralelo, el PSC se enfrentó también a un periodo muy convulso con la marcha sucesiva de figuras notables del partido y pequeños grupos que habían ido abandonando el federalismo para hacerse soberanistas o independentistas. A Pere Navarro, sucesor de Montilla, le tocó vivir un duro calvario hasta que fue desalojado en 2014 por una extraña coalición de egos e intereses, sin cohesión ideológica alguna, pero que dejó al partido al borde del colapso. Miquel Iceta tuvo que hacerse cargo en una situación de emergencia, y aunque ha logrado reflotar la nave y estabilizar su rumbo, al PSC le sigue faltando fuerza comunicativa y coherencia interna para enfrentarse al relato separatista. Tal vez con Chacón al frente las cosas hubieran sido diferentes. No lo podemos saber, pero recordando su rotundo rechazo al derecho a decidir, a tener que elegir entre ser catalana o española, me inclino a pensar que sí.