España necesita un nuevo plan de infraestructuras que de soluciones a las deficiencias de nuestro sistema de transporte. El plan debe ser un instrumento de lucha contra el cambio climático, una apuesta decidida por la cohesión social y la vertebración territorial, debe contar con el máximo consenso político y socio-económico y estar sometido a seguimiento y control parlamentario para garantizar su cumplimiento. Es sin duda una buena oportunidad para recuperar los niveles de inversión del 2010, incentivar la recuperación económica sostenida y actuar como motor del crecimiento y de lucha contra la desigualdad.
El plan debería definir una red de transporte de interés general y disponer de un modelo ferroviario del que se carece, la radialidad no es un modelo, es una opción política. La ausencia de este modelo y la existencia de problemas técnicos derivados de la complejidad de dichas infraestructuras serían las principales causas de los retrasos en los corredores ferroviarios, especialmente en el Mediterráneo. Habría que añadir, entre otros, la necesidad de mejorar la conectividad ferroviaria con Portugal, el inaceptable aislamiento ferroviario de algunas ciudades andaluzas como Granada y el abandono del eje Valencia-Zaragoza.
El plan debería ser una oportunidad para apostar por la digitalización de las infraestructuras y el transporte, y la aplicación de nuevas tecnologías que desarrollen vectores estratégicos como la movilidad urbana sostenible y la gestión inteligente del tráfico. Los usuarios del transporte deben contar con toda la información disponible durante su itinerario de viaje, mediante la instalación de sensores en todo tipo de espacios y equipamientos públicos, que permitan recoger y gestionar una enorme cantidad de información (big data) en tiempo real y generar la interactuación correspondiente. Es obligada la referencia a la progresiva implantación de la navegación guiada por satélite a través de proyectos como el "cielo único" europeo, que en el horizonte 2020 tiene por objetivo lograr un uso más racional del espacio aéreo europeo.
La autoexclusión del Govern es un gravísimo error que conduce a la no participación en la toma de decisiones, en las comisiones de seguimiento y control que permitan abordar de forma conjunta las acciones necesarias para corregir nuestros déficits de infraestructuras
Quisiera dedicar la ultima parte de mi reflexión a la instrumentalización ad nauseam de las infraestructuras como instrumento de confrontación y de activación de mecanismos de agravios comparativos. Desde las primeras manifestaciones convocadas por la plataforma "pel dret a decidir les nostres infraestructures" en diciembre del 2007, alimentadas por las declaraciones del ex Molt Honorable Jordi Pujol, comentando que dichas manifestaciones "tienen mucho que ver con la dignidad", hasta la asamblea en el IESE, donde empresarios y representantes varios de la sociedad civil catalana exigieron una gestión autónoma del aeropuerto de El Prat. Apunto un dato relevante, El Prat, sin gestión autónoma, cerró 2016 con un récord de tráfico de 44,1 millones de pasajeros, un 34% más que hace una década.
La propuesta del presidente Rajoy el pasado 28 de marzo en Barcelona de comprometer unos 4.200 millones de euros de inversión en infraestructuras, que compensaran importantes carencias y años de incumplimientos, es sin duda una mala noticia para la Generalitat secesionista, pues pudiera desactivar a los sectores menos combativos de su electorado. En su columna patriótica habitual de La Vanguardia del pasado 29 marzo, Pilar Rahola, la sultana almogávar, valoraba de forma despectiva el compromiso inversor: "nos ha prometido algunos milloncejos". La autoexclusión del Govern es un gravísimo error que conduce a la no participación en la toma de decisiones, en las comisiones de seguimiento y control que permitan abordar de forma conjunta las acciones necesarias para corregir nuestros déficits de infraestructuras.
Sin duda, las infraestructuras se han convertido en un instrumento de confrontación, alimentado por el Gobierno del PP con su dejadez e inoperancia política-administrativa y utilizado por el Govern como reactivo y catalizador de su "hoja de ruta" hacia el vacío y el viaje intergaláctico.