Negros nubarrones acechan sobre el cielo de España en esta primavera. Carles Puigdemont, acosado por la banda de Gabriel y la CUP, está siendo empellado hacia delante a un callejón sin salida en el que le esperan unos revólveres que dispararán sin ganas de que las volutas asciendan al cielo. Hasta un radical como Oriol Junqueras parece un timorato separata en esta hora abisal de todo o nada. O caixa o faixa, que dijo el general Prim cuando aún era el coronel que guerreaba en tierras moras.
Una de las películas clásicas que más he visto es la de 55 días en Pekín, que refleja la guerra de los bóxers en la capital de la China imperial sojuzgada por los británicos en 1900. 55 días en Pekín fue una gran producción de Hollywood rodada en la España de 1963, protagonizada por Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven.
La historia nada tiene que ver con el juego del gato y el ratón que desde hace casi un lustro disputan la Cataluña indepe contra la España constitucional. Pero me lo recuerda porque son 54 días los legalmente establecidos desde que el Estado prohíba el referéndum nunca nato y el Parlament se disuelva para convocar unas nuevas elecciones autonómicas. En Cataluña el pez siempre se come la cola.
El órdago separata radicalizado por la banda de las Gabriel y Reguant, que desde hace años viene tejiendo la procesionaria de la ANC, desforesta las hojas de los árboles por donde pasa como una plaga bíblica. Las orugas no matan a la naturaleza como el fuego, pero dejan los pinares escuálidos, tiritando desnudos con prisa de que vuelva a brotar la primavera.
La operación de los antisistema es de manual leninista: provocar al Estado opresor para que aplique directamente el artículo 155 de la Constitución y suspenda la autonomía manu militari
La operación de los antisistema es de manual leninista: provocar al Estado opresor para que aplique directamente el artículo 155 de la Constitución y suspenda la autonomía manu militari.
Los extremos se juntan, pretenden lo mismo que la extrema derecha, aunque por motivos opuestos: estos quieren la supresión de las autonomías, no sólo de la catalana, para que el Estado recupere la autoridad jacobina, el modelo de París; para ellos, las autonomías son las culpables de este sinvivir nacional. Mientras que los separatas sueñan con que esa supresión provocaría que los catalanes nos convirtiéramos en los sirios opositores que hace seis años salieron a las calles de Damasco contra el régimen del presidente Bashar al-Asad. La consigna de Lenin era "cuanto peor, mejor". Los antisistemas tienen ese adiestramiento. Lo necesitan como el aire que respiran. Saben mucho, pero se equivocan en todo.
Rajoy sabe que aplicar el 155 produciría efectos no deseados, y no lo aplicará. Aznar sí lo haría. La CUP prefiere a José María igual que la extrema derecha. Los polos opuestos se atraen para darse garrotazos. Esos efectos son la puerta gayola que pretenden los antisistema y por eso Junqueras aparece como el moderado de este envite suicida. Incitan al miura para que les ponga patas arribas. La sangre es muy escandalosa. Forma parte del ADN del mundo antisistema, que pretende no sólo la independencia política sino la revolución social. Ave Lenin: cuanto peor, mejor. Ocurrió en la Revolución Francesa contra el Antiguo Régimen y en la Revolución Rusa de 1917, cuando las mujeres desesperadas salieron a la calle para reclamar algo tan básico como el derecho a una hogaza de pan.
En Cataluña hay una clase media con demasiadas cosas que perder como para echarlo todo por la borda
Gracias a Dios, esta tesitura ambiental y social no se producirá en Cataluña porque existe una clase media que es un colchón que frena las dos tensiones contrapuestas. La historia nunca se repite, porque cuando te tiras al río pasa otra agua, que también ahoga. Esa clase no existía hace cien años en Rusia, ni hace más de doscientos en Francia: una clase media con demasiadas cosas que perder como para echarlo todo por la borda. Por eso la historia no se repite. Los hijos de papá no tienen nada que perder. Para ellos, la porfía es un juego. Si salen mal dadas, el papá extenderá un cheque.
La CUP es el talón de Aquiles del procés porque hasta los más convencidos de querer romper España se rajarán compartiendo la batalla con el ejército de Pancho Villa, cantando L'Estaca. El dinero, como el patrimonio, es muy cobarde. El sueño nada tiene que ver con la realidad. A la hora de la verdad, les temblará las piernas.
Ni siquiera se verá a la Guardia Civil. Los Mossos aplicarán la ley y, al día siguiente del ridículo, la banda de la CUP llamará cipayos botiflers a la policía catalana.