Litúrgica como es, usa mantillas, encajes, medias de rejilla y disfruta los largos silencios que dignifican a los maestrantes. Susana Díaz ascenderá hoy al cielo de las primarias socialistas en Ifema, de la mano de tres secretarios generales homologados: Felipe, Zapatero y Rubalcaba. Lleva el federalismo andaluz como un estigma inocuo pegado en la piel y propone para Cataluña remozar el Estatut tumbado por el Constitucional en 2010, un mensaje filtrado para hacer boca horas antes de articular el discurso de la gran solución. Pero como buena trianera, Susana considera que España es lo primero y de ahí los arrumacos que le obsequian González, ZP y los barones mediopensionistas del socialismo regio.
Con Rubalcaba le costará un poco más y es que el químico alterna los laboratorios con los contrafuertes del Estado, allí donde las paredes oyen y los suspiros desentrañan verdades ocultas. La presidenta de la Junta de Andalucía está verde todavía para cazar los tejemanejes del José Fouché de la política española. En todo caso, ella no pillará a nadie despistado, mientras no se quite de encima la protección de la Gestora pelota y roma que gobierna el ingeniero y presidente del Principado asturiano, Fernández y Fernández, un hombre hierático y dócil, como un sobrero.
Aunque no es afín al coso de Ronda, sus amigos dicen que, cuando ve torear a Morante, Susana se siente como Mariana Pineda ante el Gran Cayetano. A diferencia de la heroína de Lorca, ella es devota y bética, pero no en el sentido exclusivamente futbolístico. A una mujer amante del salpicón casero y del tomate con sal, que no prueba el marisco fuera de casa y que no es capaz de tesorear en las estancias del Palacio de San Telmo, no le hace falta presumir de transversalidad. La lideresa se casó con José María Moriche, el tieso, en la capilla de la hermandad de la Esperanza, una corporación del pueblo llano. Ella opta por eclecticismo laico, pero Moriche no puede hacerle más: es costalero del Cristo de las Tres Caídas y anualmente arrastra a su esposa al camino de los Vigilantes de la Raya, una hermandad de la Blanca Paloma.
Él procede del Turruñuelo, cercano al barrio del Tardón, donde se crió Susana, en la calle Juan Díaz de Solís, junto a los progenitores de Pantoja, y Chiquetete. Ya hace años que la presidenta y el consorte viven en León, un enclave sevillano con casas unifamiliares y calles flanqueadas de naranjos que por estas fechas desembozan la fiebre del azahar.
En el sur, la religión es una metonimia del arte, y la política, una sociología clientelar del poder. De ahí el enganche de Susana; ella lo da todo por lo suyo, sea un natural cadencioso, un paseo en calesa en el barrio de Santa Cruz, un patio de azulejos a media asta o una jaca enjaezada en los farolillos de abril. Su discurso tiene un contenido social benigno (si lo comparamos con el de Pedro Sánchez o con el izquierdismo iracundo de Pablo Iglesias); tan benigno que resulta plano. Esta señora neutra no cura ni enferma y además parece no saber que preside un país con una tasa de paro del 29%, y del 57% en el caso de los jóvenes. Está acostumbrada a contemplar con indiferencia el daño moral de la desigualdad.
El discurso de Susana Díaz tiene un contenido social benigno (si lo comparamos con el de Pedro Sánchez o con el izquierdismo iracundo de Pablo Iglesias); tan benigno que resulta plano. Esta señora neutra no cura ni enferma y además parece no saber que preside un país con una tasa de paro del 29%, y del 57% en el caso de los jóvenes
Lo suyo no es inconsciencia, solo desconfianza, un adorno del socialismo meridional; el resultado de demasiados años de seguidismo tras los grandes nombres-naufragio, los Guerra, González, Yáñez, Marugán, Chaves, Griñán, Romacho, Cuadrado, Lepo, Flores, Zafra, Benjumea, Pavón, Recuenco y otros muchos, ordenados de mayor a menor, desde el poder en estado puro hasta su epifanía en el mundo de la imagen.
La crisis del PSOE ha sido un ejemplo vivo de la construcción del enemigo en la figura de Pedro Sánchez, un líder inconsistente. En el Comité Federal de la expulsión se aplicó un proceso análogo al que relata el internacionalista Arthur Koestler en El cero y el infinito al hablar del estalinismo: "Se construía primero la imagen del enemigo y luego se obligaba a la víctima a que se reconociera en esa imagen". Después, al terminar la purga, aparecía la solución en clave de novedad, solo que en el caso socialista ha sido Susana, la Felipona, una gobernanta rancia hecha para un simple cameo, pero convertida luego en reina de la fiesta.
Los cuadros del PSOE han perdido para siempre la inocencia de los años dorados; ahora saben que vas al Federal, votas a mano alzada y vuelves a casa. Es la España de ida y vuelta, de provincias a Madrid, inspirada bajo el principio paulino de no entretenerse ni probar jamás los placeres de la carne. Y eso también vale para hoy, el día que la militancia llega a la capital embozada en autobuses para asistir a la coronación de Susana.