"Nosotros ya estamos sentados en la mesa del diálogo. ¿Van a tardar mucho los demás invitados? Es más: ¿van a venir? Cuando sea demasiado tarde, por favor, no nos miren a nosotros". Con esta amenazante metáfora Puigdemont y Junqueras resumen muy bien cuál es su capacidad de diálogo. Se ha de hablar en el lugar donde ellos han decidido, sobre el "sí o sí" que ya traen más que decidido, y con los tiempos que también han trazado previamente. ¿Merece la pena tener en cuenta esta oferta publicitada en las páginas de El País?
Son conocidas las numerosas afinidades entre el nacionalcatolicismo y el catalanismo, antes y ahora. La ideología nacionalista es deudora intelectual y simbólicamente de la exégesis bíblica. No sólo porque "Cataluña será cristiana o no será", como aseguró Torras i Bages, también porque la formación de los líderes espirituales del procés es católica. ¿Se puede entender que esa mesa de diálogo es una representación de La Última Cena? Tiene todos los atributos para que así sea.
En primer lugar, la pareja presidencial plantea una negociación donde no se puede dudar de la doctrina de la transustanciación, es decir, la transformación de toda la ciudadanía catalana en el espíritu de la Nación, y su incuestionable consagración en el cuerpo de Cataluña. A nadie se le vaya a ocurrir dudar que es incorrecta la administración que, desde hace décadas, se viene haciendo de la Sagrada y Nacional Comunión desde las escuelas, la televisión pública y demás medios subvencionados.
¿Se puede entender que esa mesa de diálogo propuesta por Puigdemont y Junqueras es una representación de La Última Cena? Tiene todos los atributos para que así sea.
En La Última Cena ha de tener su sitio el traidor. A la espera de que aparezca alguien, los dos que ya están sentados son los primeros traidores por su innegociable deslealtad hacia las reglas democráticas ya establecidas, hacia la Constitución y hacia el resto de españoles. Pero, a buen seguro, se añadirán otros traidores, versos sueltos de la derecha españolista o desnortados líderes socialistas. De los podemitas cabe esperar cualquier cosa. ¿Y de los liberales de C's? Todo es posible en aras de su anhelada búsqueda del centro, sea o no catalanista.
En tercer término, en la pastoral presidencial es visible otro enunciado de La Última Cena de Cristo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado", catalanes todos. El mandamiento del amor es el fundamento de esta cínica conclusión de la pareja de ajuntats sobre el sufrimiento del Cuerpo: "El Estado ha abandonado a todos los catalanes, también a los que no quieren la independencia, pero aman a Cataluña como el que más y sufren, por tanto, cuando su país sufre".
Y, por último, la pareja presidencial hace suyo un principio teológico que se deriva de La Última Cena: la doctrina de las espadas. Esta teoría de la supremacía del poder espiritual --actualmente la Nación-- sobre el temporal --los ciudadanos-- es la que inspira la cínica exigencia de las urnas, puesto que, como ellos mismos apuntan para el caso escocés, después de un referéndum con resultado adverso han de venir tantos otros, hasta el sí definitivo. En román paladino: tendrán sus razones pero no tienen vergüenza.
¿Van a tardar mucho los invitados? Menos mal que siempre nos quedará Jaume Sisa y su Qualsevol nit pot sortir el sol: "Els convidats van arribant i van a omplint tota la casa de colors i de perfums [...]. Oh, benvinguts, passeu, passeu, de les tristors en farem fum, que casa meva és casa vostra si és que hi ha cases d'algú". Y ahora dialoguemos.