Mariano Rajoy tiene un plan para Cataluña: prometer inversiones para cumplir con viejas promesas. Dicen que la semana que viene anunciará partidas presupuestarias concretas para el bendito corredor del Mediterráneo y para poner al día la ruinosa red ferroviaria de cercanías. Eureka. Algunas fuentes aseguran que con estas iniciativas pretende frenar el empuje social del independentismo catalán, aunque más bien se intuye una ofensiva para conseguir apoyo para sus presupuestos generales, pendientes de un hilo.
El cabreo económico por la tacaña actitud inversora del Estado central no es la causa principal de la consolidación social y electoral del soberanismo, que como su nombre indica, aglutina a los catalanes que creen que Cataluña es una nación y por tanto, un sujeto político soberano. Algunos son independentistas, otros, todavía no. Hace tiempo que el mantra "Espanya ens roba" perdió eficacia como banderín de enganche de nuevos militantes de la causa. La connotación de insolidaridad de esta expresión, su asociación con la fracasada Padania de Umberto Bossi y la financiación asistida proporcionada por el FLA, el Fondo de Liquidez Autonómico, enterraron el eslogan.
Las inversiones en infraestructuras serán bienvenidas, pero sería ingenuo pensar que son condición suficiente para contrarrestar la fuerza del independentismo
Las inversiones en infraestructuras serán bienvenidas, aplaudidas por muchos y objeto de sarcasmo por otros y otras, como Neus Munté, la portavoz de la Generalitat, instalados en el pertinaz incumplimiento de las promesas de los gobiernos de Madrid, pero sería ingenuo pensar que son condición suficiente para contrarrestar la fuerza del independentismo. Las obras públicas no combaten ideas políticas.
Durante muchos años, la ilusión de muchos catalanes por un Estado propio no ha obtenido ninguna respuesta de los contrarios a esta reclamación, salvo la apelación al cumplimiento de la legislación vigente. Esta actitud puede servir para salir del paso, incluso para llevar a un callejón sin salida a la increíble hoja de ruta de JxS y la CUP; sin embargo, no va a hacer desaparecer la idea del soberanismo, perfectamente instalada en el Parlament y en los sondeos de futuro.
Las ideas políticas se combaten con otras ideas, es de Perogrullo, un personaje que parece estar de vacaciones. Aun así, es evidente que las obras públicas pueden allanar el camino para la recuperación de la credibilidad perdida por el Gobierno central y esta recuperación puede crear las condiciones para la formulación de alguna propuesta razonable y alternativa al secesionismo. Siempre que sea esto lo que busca Mariano Rajoy, extremo que está por ver. Rajoy está muy cómodo en la persecución judicial de la desobediencia porque cree que este es un frente del que saldrá ganador. No parece importarle que esta batalla vaya a dejar tras de si una legión de soberanistas indignados, a quienes los trenes del Mediterráneo y los trenes de cercanías les importan seguramente un bledo.