En el seno del PSOE hay gente experta en cazuelas y bebedizos. Personas que, tras otear el horizonte y leer cuatro encuestas, han puesto en cuarentena una hipotética victoria de Susana Díaz en las primarias socialistas. Temen, además, que la popularidad e imagen de la presidenta se deteriore con la batalla que se avecina. Les preocupa el futuro político del socialismo andaluz y sus efectos a medio plazo sobre España. Observan, sorprendidos, la buena acogida que recibe Pedro Sánchez en su peregrinaje por la piel de toro. Afirman que la candidata in pectore ha manejado mal los tiempos, que la Gestora no ha resuelto satisfactoriamente los temas pendientes... Se rumorea que, en petit comité, invitan a la sultana a desistir en su empeño de liderar el socialismo hispano a la espera de tiempos mejores.
Es tal la incertidumbre y el desconcierto que embarga a la baronía y sus jarrones que algunos de ellos ya se han apresurado a poner en circulación un plan B. Así las cosas, emerge la figura del veterano Patxi López como sucedáneo para susanistas y señuelo unificador para pedristas no empedernidos. Incluso algún que otro articulista ya sea tomado la licencia de bautizar al bueno de Patxi con el sobrenombre de El Pacificador. Calma. Dicen que sólo quien posea la clave descifrará la verdad de esta movida, y es cierto.
La operación Patxi es un paño caliente. El meollo de la cuestión radica en saber si el PSOE está dispuesto a abandonar las inercias que le atenazan y emprender una nueva ruta o no
No obstante, permítanme, aunque sea esquemáticamente, situar la cuestión en otras coordenadas. A saber: lo que se ventila en el PSOE no es sólo la elección de un nuevo secretario general. Es algo más profundo. El tema de fondo ha emergido con Sánchez pero estaba ahí, en latencia. Sánchez ha actuado como catalizador al igual que en el laborismo inglés, o en el socialismo francés, otros eventos han jugado idéntico rol acelerador. Las primarias no van a resolver las tribulaciones de la socialdemocracia española; servirán, si llegan a buen puerto, tan solo para adjudicar el liderazgo a uno de los candidatos.
La operación Patxi es un paño caliente. El meollo de la cuestión radica en saber si el PSOE está dispuesto a abandonar las inercias que le atenazan y emprender una nueva ruta o no. Tanto y tanto se ha pregonado que el centenario partido es un reflejo de la sociedad española, que el relato se ha hecho realidad. El PSOE ha generado su 15M particular. Sus bases se desperezan y, en un intento de pasar página, intentan archivar un pasado de confiadas obediencias. En el socialismo español hay tanta hambre de participación y cambio como enojo por la defenestración de su secretario general.
No estamos ante una radicalización superficial, pueril, gratuita y colorista como insinúa grotescamente Lambán y algún que otro medio de comunicación. Nada de eso y algo más. No sería razonable que el PSOE apostara por el inmediatismo, la respuesta puntual o la inercia. Nos hallamos ante un cambio de ciclo político y social que exige de la socialdemocracia nuevas políticas, otros métodos, otro relato. Pasó el tiempo de los paños calientes, llega la hora de arriesgar o seguir muriendo.