El nacionalismo económico del Cono Sur ha pinzado a la operadora de José María Álvarez-Pallete, el presidente de Telefónica que no quiso serlo. Estamos entrando en el fin precipitado de las redes sociales, los dispositivos y los conectados; todo conduce de nuevo a la cibernética. Mañana arranca el Mobile World Congress (MWC) de Barcelona con la inteligencia artificial como la tecnología estrella y Telefónica, en el papel de gigante español, en horas titubeantes, tras varios meses enfrentada al Gobierno argentino de Mauricio Macri y una caída de su beneficio del 13,7% en 2016 respecto de 2015 (datos recentísimos de la CNMV). Un decreto del presidente argentino ha abierto la competencia en televisión por cable dando prioridad al poderoso Grupo Clarín.
Ya no son los peronistas. Ahora nos putean los liberales, a pesar de las apariencias. Hace casi 70 años de la nacionalización de la eléctrica Chade (la que fundó Francesc Cambó) por parte de Juan Domingo Perón. Hace apenas dos o tres años llegó la expropiación de YPF a Repsol por parte de Cristina Fernández, una peronista de tercera derivada. Ahora ha sido un decreto del globalizador Mauricio Macri, discutido en Buenos Aires por su alcaldada (más que alcaldía), odiado en la barra de la Boca, donde triunfa cada domingo el atrabiliario Maradona, rey de copas. El decreto de la Casa Rosada minora las plusvalías de la operadora española, pero parece que la situación mejora: Felipe VI no se lo perdona a Macri a pesar de los buenos modos y de su estreno en Palacio, y Mariano Rajoy, antes de reconocer la verdad, dice que todo tiene ya otro cariz, como casi siempre.
Pallete no tiene el empaque de César Alierta, el expresidente de la operadora que se ha ido a casa con una pensión de 54 millones, pero es un potente discreto; su silencio es un grano en la entrepierna de Mauricio Macri, que tuvo una cena no tan fácil en el Palacio Real, el pasado miércoles. En medio de los honores de jefe de Estado y la parada militar de la Guardia Real, la pupila de Macri buscaba a Pallete desde el momento de poner el pie en el Patio de la Armería. Macri llevaba días evitándolo. Esperó el discreto frufrú de su esposa, la prestigiosa modista Juliana Awada, alejándose junto a la Reina Letizia, para buscar el amparo de su interlocutor en la gran fanfarria.
Felipe VI lleva días arreglando el entuerto, oficio de monarca, pero quedó descontento de la intervención beatífica de Mariano Rajoy en la sobremesa, que pasó de puntillas sobre la espinosa situación de la operadora en Argentina. Macri, el señor que le ha soltado una patada en el espinazo a Telefónica, llegó al Palacio Real en un Rolls Royce de Patrimonio Nacional escoltado por una formación de coraceros a caballo. El soberbio edificio es el mismo al que renunció el rey emérito, cuando tras la muerte del general se refugió en Zarzuela pensando (por consejo de Sabino Fernández) que el país no estaba todavía para reyes y cortesanos.
El mundo económico no pensó nunca en Pallete como sucesor en la gran operadora. No tiene el empaque de César Alierta, el expresidente de la operadora que se ha ido a casa con una pensión de 54 millones, pero es un potente discreto
A Juan Carlos I le han sobrado espolones para defender su privacidad; ha brillado lo mismo en las caballerizas ajenas que en las casas de Lúculo --diría el gran Julio Camba--, se llamen saloncito de Jokey o mogollón visible de Lucio, el de los huevos rotos. Pero no ha podido evitar la oleada de su nueva corte: los presidentes de las grandes corporaciones y su ejército de consultores. El rey padre y doña Sofía, la griega, duermen en estancias separadas y pensaron siempre que la realpolitik requiere espacios de discreción. En cambio, Felipe VI y su esposa pivotan desde el corazón y están dispuestos a encarar las incomodidades de ser observados. Revelan una humanidad que a Pallete le es familiar porque además Telefónica, a través de sus mil cachivaches conectados, tiene el don de hacerse imprescindible en todos los hogares.
El mundo económico no pensó nunca en Pallete como sucesor en la gran operadora. Pero ya en 2003, Alierta se deshizo de Fernando Abril Martorell, hasta entonces consejero delegado y asumió todas las funciones al estilo de Juan Villalonga. Se dice todavía que los dos accionistas de referencia, La Caixa y BBVA, no lo vieron venir en plena guerra cainita por ver quien tenía el mayor paquete. Entonces tampoco entró en el bombo; iba consumando una carrera de fondo: en septiembre de 2011, pasó a ocupar el cargo de Presidente Ejecutivo de Telefonica Europa; y creó Wayra, una aceleradora de start ups en América Latina y España. En 2012 fue nombrado CEO, su penúltimo peldaño.
Pallete no ha vivido la etapa en la que Luis Abril arreglaba los vuelos rasantes de Villalonga, la primera baza de Aznar en su relevo plutocrático de la oligarquía extractiva. Tampoco la de Alierta, en modo florentino a los mandos del extinto Consejo para la Competitividad (allí estaban todos, la Botín, FG e Isidro Fainé, hasta que se cansaron de la entropía política española). El presidente de Telefónica es de los que van haciendo sin tirar del hilo del laberinto macizo de los altos negocios. Mañana en Montjuic, vivirá junto al monarca el pistoletazo de salida del MWC y presenciará la guerra de banderas que hay cuando se trata de España en territorio catalán. Pensará por la bajini: "Qué lejos está el Estado de sus propios quehaceres".